La nueva apuesta cinematográfica de Epigmenio Ibarra
El productor de cine y televisión inaugura nuevas instalaciones en los estudios Gabriel García Márquez que prometen mejorar la producción cinematográfica mexicana para plataformas de ‘streaming’
“La historia del sonido siempre va paralela a la historia”, dice una mañana Martín Hernández, productor mexicano de sonido que ha estado dos veces nominado al Oscar por su trabajo en películas de Alejandro González Iñárritu: Birdman (2014) y The Revenant (2015). Hernández habla con EL PAÍS mientras manipula el sonido de una escena icónica de Birdman en la que ...
“La historia del sonido siempre va paralela a la historia”, dice una mañana Martín Hernández, productor mexicano de sonido que ha estado dos veces nominado al Oscar por su trabajo en películas de Alejandro González Iñárritu: Birdman (2014) y The Revenant (2015). Hernández habla con EL PAÍS mientras manipula el sonido de una escena icónica de Birdman en la que Michael Keaton camina ansioso por los pasillos en un teatro en Broadway, antes de suicidarse frente al público. “Alejandro quería que primero sonaran truenos de fondo como de teatro, pero que luego se volvieran muy reales”, cuenta Hernández, mostrando la escena en los pasillos con y sin el sonido tormentoso que acompaña el desespero de Keaton. Lo hace como el piloto de un avión, no frente al cielo, sino a decenas de botones en una de seis nuevas salas Dolby Atmos que Hernández acaba de diseñar a su gusto. “No son un requisito” para hacer cine o series, dice Hernández con respecto a este tipo de exquisitas salas para la producción de sonido. “Pero son mejores para competir a nivel mundial”.
Estas seis nuevas salas de sonido son parte de la apuesta que ha hecho el productor de cine y televisión Epigmenio Ibarra –CEO de Argos Media Group y director de los estudios Gabriel García Márquez– para mejorar la producción cinematográfica mexicana. “Queremos que cuando el público vea el tráiler de una serie, se vea espectacular, que se oiga como cualquier producción norteamericana o inglesa”, dice Ibarra.
En la mañana del miércoles, Ibarra va a inaugurar las seis salas de sonido, pero además un gigante set de producción virtual en el que se podría hacer una película entera con efectos especiales. “Este es el segundo set completamente virtual en América Latina, y el primero en México”, dice a EL PAÍS Franz A. Novotny, supervisor de efectos especiales en el nuevo salón. Además, Ibarra inaugura una escuela de actuación, dirigida por la actriz Karina Gidi, y un teatro. En la inauguración estarán varios funcionarios importantes – la jefa de Gobierno de Ciudad de México Claudia Sheinbaum, la secretaria de Economía Tatiana Clouthier, y la de Cultura Alejandra Frausto– y del mundo de las plataformas de streaming, como Francisco Ramos, vicepresidente de Netflix. “Hicimos un esfuerzo de convocatoria para que haya un encuentro entre la industria cinematográfica y el Gobierno”, dice Ibarra.
Hacia mitad del año pasado, en medio de la crisis económica que generó la pandemia, la industria del cine mexicano hablaba de una peligrosa reestructuración. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador había decidido acabar con varios fideicomisos que fueron claves durante décadas para promover a la industria, como Fidecine (Fondo de Inversión y Estímulos al Cine) y Foprocine (Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad). “Un país sin cine es un país ciego”, dijo entonces González Iñarritu en un evento celebrando los 20 años de Amores Perros.
Los apoyos al cine mexicano en estas épocas de vacas flacas han sido escasos, y por eso los apoyos económicos al proyecto de Ibarra –que es cercano a López Obrador– se han visto con suspicacia. En marzo de este año, Latinus contó que la productora dirigida Argos había recibido un crédito por 150 millones de pesos del Gobierno a través de Bancomext, para la producción de series y películas. Un crédito que se entregó solo meses después de que arrancara la pandemia, cuando muchos pequeños negocios estaban intentando sobrevivir a la crisis con pocas o nulas ayudas.
“Fue un crédito, no fue un préstamo personal, ni fue una dádiva”, dice Ibarra a EL PAÍS, añadiendo que el suyo es solo uno entre más de 5.000 que otorgó el Gobierno a empresas como Argos en ese momento. “No estamos hiperapalancados, no es cierto”, asegura. Ibarra dice que la presencia de los funcionarios en el evento del miércoles es más “porque queremos que el Estado mexicano perciba, con toda su fortaleza, a la industria emergente. ¿Quiénes eran los visibles en la industria audiovisual hasta hace poco? Solo Televisa y TV Azteca. Entonces está muy bien que el Estado tenga relaciones con nosotros y nos considere como un actor claro de la economía”.
Ibarra fundó en 2016 los estudios Gabriel García Márquez – el escritor colombiano era amigo de Ibarra y el nombre de los estudios es un homenaje. Aunque allí se producen todo tipo de audiovisuales, como comerciales, han hecho varias series famosas en plataformas de streaming que les han dado el impulso que necesitaban para desmarcarse de las cadenas como Televisa o TV Azteca. Bajo la supervisión de Hernández trabajaron recientemente en Pan y Circo, de Diego Luna, y ahora trabajan en la segunda temporada de la serie de Netflix Oscuro Deseo. La primera temporada se llegó a ver en 35 millones de hogares en todo el mundo. “Tenemos una oportunidad extraordinaria en este momento, porque las plataformas nos abren a 195 países en cuestión de horas”, dice Ibarra.
Más que la presencia o el apoyo del Gobierno, productoras como Argos están encontrando una enorme puerta de financiación en las promesas que han hecho esas plataformas de streaming en México. Netflix, la más importante, abrió sus oficinas en el país recientemente prometiendo invertir 300 millones de dólares este año para hacer un promedio de 50 producciones nacionales e internacionales. De acuerdo a la revista Forbes, la plataforma invirtió 200 millones de dólares en el 2020, y México se ha convertido en uno de los mercados “más importantes para la empresa”.
“Hay una extraña ‘democracia’ en las plataformas de streaming”, opina Martín Hernández, el productor de sonido. Al lado de una producción que toma años está una que toma unas semanas; al lado de una que cuesta 200 millones de dólares hay una que cuesta dos millones. “¿Eso va a servir para que todos hagamos bien nuestro trabajo o no?”, se pregunta. Eso, parece, es lo que quisiera ver. Hernández explica que, para el 2018, si bien la producción de sonido como la que permiten las salas Dolby Atmos se habían vuelto centrales en el cine, no pasaba lo mismo con la producción de series. Con la intención de que México mejorará en su producción de sonido, en cine y series, le propuso a Ibarra este costoso proyecto que se inaugura este miércoles. “No puedes llegar a Acapulco con la mitad del tanque”, dice metafóricamente para explicar el costo necesario para llegar a la excelencia del sonido. Si la industria del cine se mudó a Netflix, la industria del cine mexicano también tiene que llevar lo mejor de su producción al mundo del streaming para hacerse notar en esa democracia visual.
En la sala de sonido, Hernández muestra una imagen de la serie de Netflix Oscuro Deseo, en la que se ven dos personajes en medio de una terrible tormenta cuyo sonido inunda el espacio. “La lluvia, como el aire, no tienen sonido”, aclara Hernández, “lo que suena ahora son las superficies que ambos tocan”. La historia del sonido va siempre paralela a la historia, una frase tan cierta para Birdman, para Oscuro Deseo, o para la historia del cine de México en el 2021.
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