“Soy un caso de fracaso de la vacuna y aun así pienso que es mejor vacunarse que no hacerlo”
El médico Gustavo Olaiz sufrió un infarto cerebral tras recibir la inmunización contra el coronavirus. El accidente cardiovascular le “salvó la vida” porque reveló que tenía un problema de coagulación: “Si me hubiera dado covid, seguramente me hubiera matado”
Un ruido despertó al doctor Gustavo Olaiz apenas pasadas las cinco de la mañana. Fue el ruido de las cosas que se caían de su buró justo al lado de su cama y que él mismo había tirado con su brazo izquierdo sin darse cuenta. Quiso mover el brazo, pero no le respondió, y lo empezó a sobar, pensando que se le había quedado dormido. Todavía con sueño, el médico de 62 años trató de levantarse al baño. Como es zur...
Un ruido despertó al doctor Gustavo Olaiz apenas pasadas las cinco de la mañana. Fue el ruido de las cosas que se caían de su buró justo al lado de su cama y que él mismo había tirado con su brazo izquierdo sin darse cuenta. Quiso mover el brazo, pero no le respondió, y lo empezó a sobar, pensando que se le había quedado dormido. Todavía con sueño, el médico de 62 años trató de levantarse al baño. Como es zurdo, intentó incorporarse de ese lado, pero no pudo, hasta que más o menos logró inclinarse en su costado derecho. Ahí se dio cuenta de que su pierna izquierda tampoco respondía. Su esposa, al escucharlo batallar, le ayudó a pararse y esforzándose mucho logró llegar al baño, pero cuando salió, su pierna no resistió el peso y se fue de bruces contra la cama. Trece minutos más tarde, ya iba de camino al hospital. Estaba teniendo un infarto cerebral.
Él mismo cuenta que la atención oportuna le salvó la vida. Y aunque al principio no quedaba del todo claro qué lo había causado, una batería de estudios determinó que el infarto había sido provocado muy probablemente por una reacción adversa tras recibir la vacuna contra la covid-19. ¿El epidemiólogo se volvió antivacunas? Todo lo contrario. El accidente cardiovascular reveló que tenía un problema de coagulación y, en su caso, el coronavirus, que afecta al sistema sanguíneo, pudo haber sido fulminante. Para él, no hay dilema. Es mejor un infarto que la muerte. “Si me hubiera dado covid, seguramente me hubiera matado”, afirma el director general del Centro de Investigación en Políticas, Población y Salud de la Universidad Nacional Autónoma de México. El especialista habla en entrevista del episodio que sufrió en marzo y se da tiempo para responder las dudas más comunes de un país en pleno pico de contagios. Esta es una versión editada y condensada de la conversación.
Pregunta. ¿Cómo califica la gestión de la pandemia por parte del Gobierno mexicano?
Respuesta. Creo que hemos tenido oportunidades fallidas, sobre todo al principio de la pandemia, como no haber implementado el uso de cubrebocas. Eso hubiera sido espectacularmente bueno. La cantidad de pruebas sigue siendo muy pequeñita. Deberíamos estar 100 veces arriba de las que se hacen. Pero bueno… la apuesta del Gobierno ha sido a la enfermedad. El problema que yo veo es que no es que el covid te pase una sola vez y ya después estés curado. No, hay mucha gente que queda con secuelas. Tampoco sabemos a largo plazo qué ocurra con los casos prolongados de covid y el riesgo que eso implica para la salud. Todavía no sabemos lo suficiente del virus como para dejar que esté circulando libremente. Esa sería mi crítica principal. Se entiende que tenemos recursos limitados, pero yo hubiera esperado que buscáramos agresivamente los casos y los tratáramos inmediatamente, que los aisláramos, que hiciéramos una cantidad enorme de pruebas para asegurar que el covid no se siguiera transmitiendo.
P. ¿Rescataría la campaña de vacunación como uno de los aspectos positivos?
R. Sí, se han conseguido muchas vacunas. No sé qué tan bueno haya sido tener tal variedad porque es muy difícil organizar quién se pone una vacuna u otra. Aunque me hubiera gustado elegir cuál me pongo, creo que la mejor política es ponerse la que haya. ¿Hay que vacunarse? Sí. ¿Hay que vacunarse con la que sea? Por supuesto. ¿Hay problemas con las vacunas? Cierto. Yo soy un ejemplo de ello. Tuve un problema muy serio relacionado con la vacuna, un infarto cerebral hace tres meses y medio. Fue uno de esos eventos que supuestamente se asocian a la vacunación y, en mi caso, fue seis días después de la vacuna. Afortunadamente, me atendieron rapidísimo y no quedé prácticamente con ninguna secuela.
P. ¿Con qué vacuna fue?
R. Con Pfizer, pero pudo ser con cualquiera. Son problemas que tienen que ver más con la persona que con la vacuna. Me tardé 62 años en darme cuenta de que tenía un problema con el factor 4 de coagulación y eso me lo enseñó la vacuna. ¿Por qué sigo diciendo que hay que vacunarse? Porque, como tengo este problema del factor 4, si me hubiera dado covid, seguramente me hubiera matado. La coagulación es el problema más importante del coronavirus. Afortunadamente, no he tenido covid y me ha ido muy bien, a pesar de todo. Por eso, siempre le digo a la gente que hay que vacunarse. Entiendo a los antivacunas, pero yo soy un caso, si quieres, de fracaso de la vacuna y aun así pienso que es mejor vacunarse que no hacerlo.
P. La evidencia de que el virus es real es abrumadora. ¿Qué hacer a estas alturas con los antivacunas, vale la pena convencerlos o son insalvables?
R. (Risas) Este es un asunto que contrapone la salud pública y los derechos humanos. Le estás preguntando a un sanitarista, entonces lo que te puedo decir es que se vacunen y punto. Los derechos comunitarios son primero. Pero también está la otra posición: si no me quiero vacunar, pues no me vacuno. Ya hemos visto algunas posiciones mucho más serias y duras como lo que pasó apenas en Francia. El presidente Macron dijo: “Si no te quieres vacunar, no te vacunes, pero no puedes trabajar ni acudir a sitios públicos”. Ciertamente, va a ser un punto de quiebre quién esté vacunado y quién no. Yo creo que hay encontrar un punto que sea aceptable y que nos permita asumir cierto tipo de compromiso. ¿Dónde está esa línea? No sé.
P. ¿Cuáles fueron los factores determinantes que nos llevaron a esta tercera ola de contagios?
R. Es una tercera ola en un sentido más mediático que otra cosa, porque llevamos ya muchas olas a estas alturas. Pero este incremento súbito, el segundo en importancia y que provocó que tengamos más casos que al principio, se debe a las variantes que están llegando, sobre todo la delta. Otra razón importante es que la gente dejó de usar cubrebocas y protegerse. Grave error.
P. ¿Qué panorama pintan las nuevas variantes para el país?
R. Yo pensaba que esta variante iba a dominar en México hasta fines de agosto, pero no. Ya está dominando. Delta ya es la dominante en prácticamente todo el mundo. Ya está con nosotros. No es tan diferente a lo que hemos visto, pero está cambiando el tipo de población que va a enfermarse con mayor facilidad. Lo que va a pasar es que vamos a mantener una tendencia de crecimiento de casos por un rato todavía, como por un mes, un mes y medio. Después empezará a bajar, como pasó en la India. Los casos se modifican: tenemos más en gente más joven. Sin embargo, seguimos teniendo muchos contagios en población de mayor edad, con riesgo de hospitalización y muerte. No es que ya hayamos salido de ese problema.
P. ¿Qué lecciones se pueden sacar de lo que pasó en la India?
R. Tenemos que aprender que delta no es una variante que sea menor en cuanto al riesgo de enfermedad grave y muerte. Sabemos que la vacuna es efectiva después de la segunda dosis para detener mortalidad y hospitalizaciones. Entonces hay que hacer un esfuerzo para empujar la vacunación, sobre todo en segundas dosis. Tenemos que platicarle a la gente que una dosis no es suficiente. Mientras eso pasa, hay que reforzar lo que hemos venido haciendo. Se entiende que la gente está cansada, pero es mejor estar cansado a estar enfermo, hospitalizado o muerto. Ese es el mensaje que tenemos que mandarle a todo mundo. No podemos bajar la guardia ahora. La India reforzó las medidas y así empezó a bajar el gran brote que tuvo.
P. ¿Son más preocupantes los efectos de largo plazo de la covid-19 que el propio coronavirus?
R. Lo que más me preocupa son las secuelas: los problemas respiratorios, neurológicos, renales, gastrointestinales, de salud mental que nos está dejando. Este cochino virus está en todos lados y nos causa problemas importantes. No me preocupa tanto el covid extendido, que sigue siendo a final de cuentas covid, sino los que ya superaron la enfermedad y que se quedaron con problemas.
P. ¿Qué sabemos de las secuelas?
R. Las secuelas inmediatas son dramáticas y notables. Sabemos que el 70% de la gente, tres meses después y en algunos casos hasta seis meses después, sigue teniendo manifestaciones, como la falta de aire. La gran mayoría se puede rehabilitar y queda bien, pero no es menor. Otros, con problemas renales, van a vivir muchos años con ese tipo de secuelas. Mucha gente tiene fatigas crónicas asociadas al virus, pero son problemas, como los de salud mental, muy difíciles de identificar y más todavía, de diagnosticar y atender. Tenemos que hacer muchos más esfuerzos, creo que apenas estamos rascando la superficie y que nos falta mucho. No es posible que haya tanta gente con problemas de este tipo y no hagamos algo al respecto.
P. ¿Qué puede hacer la población para estar más protegida?
R. Tenemos medidas que han probado ser altamente efectivas como el cubrebocas. Eso es lo más importante. Lo que sigue es la higiene: lavado de manos. Ya sabemos también que las vacunas están siendo efectivas y funcionan. Entonces hay que vacunarnos. Mantener las medidas de distancia. A los mexicanos nos encanta la fiesta, pero ahora no es época de fiestas. Todavía tenemos que cuidarnos, vernos en grupos pequeños, vacunados. Eso nos dará mayor seguridad porque el virus sigue ahí y seguirá por un buen tiempo.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país