El Ejército destruye 1.225 hectáreas de cultivos de amapola en medio de las protestas de los agricultores
Las erradicaciones de varios campos implican una pérdida económica inasumible para las comunidades de campesinos en las zonas más empobrecidas de México
La Secretaría de Defensa Nacional mexicana ha sumado en solo un mes 1.225 hectáreas destruidas de cultivos de amapola. En total, en lo que va de año se han barrido 2.748 hectáreas de campos de esta flor necesaria para fabricar goma de opio, 12 veces más que las extensiones intervenidas de campos de marihuana. Los agricultores que dependen de la amapola para subsistir en las regiones más marginadas del país —especialmente en los Estados de Sinaloa y Guerrero— han protestado y tratado de impedir que el Ej...
La Secretaría de Defensa Nacional mexicana ha sumado en solo un mes 1.225 hectáreas destruidas de cultivos de amapola. En total, en lo que va de año se han barrido 2.748 hectáreas de campos de esta flor necesaria para fabricar goma de opio, 12 veces más que las extensiones intervenidas de campos de marihuana. Los agricultores que dependen de la amapola para subsistir en las regiones más marginadas del país —especialmente en los Estados de Sinaloa y Guerrero— han protestado y tratado de impedir que el Ejército devaste sus campos en el punto más álgido de la temporada, pero ha sido en vano. México es uno de los países donde más se produce esta flor, cuyo precio ha caído en picado en los últimos años ante el auge del fentanilo.
Luis Cresencio Sandoval González, el secretario de la Defensa Nacional, ha informado este lunes que las fuerzas federales en el plan de lucha contra el narcotráfico ha barrido campos enteros de plantíos de marihuana y de amapola. “En marihuana en lo que va del mes, 92 hectáreas se erradicaron, haciendo un total del año de 221 hectáreas. En amapola, 1.225 hectáreas, casi la misma cantidad que llevábamos en los meses anteriores”, ha detallado en una rueda de prensa. El resultado de estas operaciones se han dado mayoritariamente en Guerrero y Sinaloa, donde hay un mando especial en Badiraguato para detectar y destruir estos campos.
Desde hace un año, los agricultores que dependen de estos cultivos para vivir han protestado para pedir al Gobierno alternativas para su forma de vida. El pasado 16 de marzo, la Asociación Campesina del Norte y Nordeste de Antioquia y la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam) denunció en un comunicado intimidación y destrucción forzosa por parte del Ejército en varias comunidades. En concreto, la asociación señalaba “la entrada arbitraria del personal del brazo armado estatal” para “violar los derechos humanos, autorizando operativos de erradicación forzada manual que confrontan a las comunidades con el personar armado”. Apenas 11 días después, 200 trabajadores del campo de Guerrero se enfrentaron a los soldados que estaban destruyendo 50 hectáreas de cultivo de amapola y exigieron que se les incluyera en el programa del Gobierno Sembrando Vida, una iniciativa que busca reemplazar los cultivos ilícitos. La crisis económica derivada de la crisis del coronavirus y la caída del precio de la goma de opio ha empujado a los agricultores a organizarse y replicar las protestas en otros Estados para evitar que se sigan destruyendo sus campos.
El investigador de la University College of London, Nathaniel Morris, apunta que, aunque el Ejército vea un logro erradicar tantas hectáreas de amapola, para la comunidad de campesinos de las zonas montañosas marginadas de México es una tragedia. “Perder estas cosechas a manos de los soldados significa que también han perdido grandes inversiones de tiempo, de la labor de toda la familia, y del poco dinero con que cuentan y que seguro gastaron en el abono, en el riego y plaguicidas”, detalla. “En muchos casos, las mismas regiones donde han erradicado tanta amapola, son refugios de los últimos campesinos indígenas que realmente desean seguir siendo campesinos indígenas, y que no vean otra manera para seguir viviendo así en el México contemporáneo”, añade, ya que los cultivo de maíz, de frijol y de calabaza solo sirven para garantizar su subsistencia y la amapola deja ingresos, aunque cada vez sean menos.
López Obrador ha expresado en varias ocasiones su voluntad de amnistiar a los jóvenes encarcelados por traficar con amapola o que sirvieron de mano de obra al crimen organizado por salir de la pobreza. También la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, se ha posicionado a favor de la legalización de drogas como la amapola y la marihuana con el objetivo de disminuir las muertes en la sierra de Guerrero. Pese a que la primera ha conseguido llegar a buen puerto en la Cámara de Diputados con su regularización, la amapola sigue siendo un cultivo ilícito.
Morris destaca que la destrucción de campos puede llevar a los cultivadores a abandonar sus casas y buscar trabajo en las grandes ciudades o en Estados Unidos. “¿Quién sabe si van a poder regresar a las sierras donde nacieron, donde nacieron sus bisabuelos? Y los que si regresan, ¿si van a regresar todavía pudiendo hablar las lenguas indígenas, queriendo seguir practicando las costumbres de sus pueblos?”, pregunta. En total, se estima que hay 59 municipios que dependen de la amapola en todo México, según especialistas del Programa Noria para México en alianza con México Unido contra la Delincuencia (MUCD) y el Centro de Estudios México-Estados Unidos.
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