Parias de la tierra
El común de los mortales cumple con las reglas de juego, que se establecen en el ámbito de los Estados: ahí pagan impuestos o ejercen sus derechos ciudadanos, cuando los tienen, o acaso son castigados en caso de infracción. El puñado de los privilegiados, en cambio, solo se somete a las leyes de la naturaleza que funcionan en su ámbito habitual, el mundo global, donde no hay impuestos, no se rinden cuentas y cabe incluso condicionar e imponer la propia voluntad a los ámbitos inferiores.
Cuando se producen desequilibrios, léase una crisis, las facturas llegan al ámbito donde hay reglas d...
El común de los mortales cumple con las reglas de juego, que se establecen en el ámbito de los Estados: ahí pagan impuestos o ejercen sus derechos ciudadanos, cuando los tienen, o acaso son castigados en caso de infracción. El puñado de los privilegiados, en cambio, solo se somete a las leyes de la naturaleza que funcionan en su ámbito habitual, el mundo global, donde no hay impuestos, no se rinden cuentas y cabe incluso condicionar e imponer la propia voluntad a los ámbitos inferiores.
Cuando se producen desequilibrios, léase una crisis, las facturas llegan al ámbito donde hay reglas de juego, pero se escapan donde se juega sin ellas, en función meramente de la fuerza, es decir, el poder económico. Los recortes del Estado de bienestar, la pérdida de derechos y el empobrecimiento solo afectan a las mal llamadas clases medias, mientras que los más ricos se escapan enteros de las crisis e incluso las utilizan para incrementar su riqueza.
El informe que llega a la cumbre de Davos tiene un título elocuente y sintético: Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad económica. La paradoja del siglo XXI es que donde mejor funciona este esquema es donde manda desde hace más tiempo un partido que asegura perseguir el objetivo de la sociedad socialista.
Nadie ha alcanzado mayor perfección en la organización de esta dualidad política y económica como la élite comunista que dirige la segunda potencia mundial que es China. Su sistema de partido único, derivado de la tradición leninista y estalinista, garantiza el orden en el país más poblado del mundo y contribuye así al mejor funcionamiento de la economía global. En vez de condicionar la democracia, como hacen sus iguales occidentales, ellos optan más sencillamente por abolirla.
Los paraísos fiscales y la globalización financiera son piezas esenciales para tal sistema, que convierte a la vanguardia de los parias de la tierra en los colegas multimillonarios del gran capitalismo occidenta. Todas las generaciones de líderes comunistas están representadas en este grupo selecto de potentados que eluden el engorroso control del Estado. Todas las tendencias dentro del partido tienen sus tentáculos en las tramas empresariales globales. Incluso una nieta de Mao Zedong, el fundador de la República Popular y célebre autor de Sobre la contradicción, se halla entre esos happy few que habitan el olimpo donde crece la riqueza sin impuestos, controles, redistribución o solidaridad.