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“Esta es una escena contemporánea, el diorama de un conflicto de nuestro tiempo, el símbolo de un fin de época. La rotativa se parará después de tirar el último ejemplar del periódico. Las camionetas saldrán por última vez a emprender sus rutas de reparto. Solo faltará que alguien apague las luces y deje las instalaciones enteras oscuras y vacías, con la sala de redacción desierta y silenciosa en el centro del escenario."Esa cabecera centenaria que se identifica con el nombre y con la historia de una ciudad, que ha presidido los desayunos de todas las familias en épocas de paz y en épocas de g...
“Esta es una escena contemporánea, el diorama de un conflicto de nuestro tiempo, el símbolo de un fin de época. La rotativa se parará después de tirar el último ejemplar del periódico. Las camionetas saldrán por última vez a emprender sus rutas de reparto. Solo faltará que alguien apague las luces y deje las instalaciones enteras oscuras y vacías, con la sala de redacción desierta y silenciosa en el centro del escenario."Esa cabecera centenaria que se identifica con el nombre y con la historia de una ciudad, que ha presidido los desayunos de todas las familias en épocas de paz y en épocas de guerra, durante los largos períodos de prosperidad y durante las crisis, y en cuyas páginas han aprendido a leer todos los niños de esta poblada metrópolis, dejará de publicarse y ya no estará nunca más en los quioscos ni seguirá deslizándose cada mañana por debajo de la puerta o cayendo en el buzón de la escalera de vecinos.
"Esto ya ha sucedido en los últimos años en muchas ocasiones, sobre todo en el país donde más desarrollada estaba la industria de la prensa impresa que es Estados Unidos. Pero no es un guion lejano y ajeno, sino una pieza dramática, incluso una tragedia, que ya ha empezado a representarse en toda Europa y que pronto va a tomar un ritmo endiablado entre nosotros.
"Desaparecen las cabeceras y desaparecen los puestos de trabajo. En las rotativas por supuesto, en la distribución, en los departamentos de publicidad y de marketing. También desaparecen los quioscos de prensa, negocios tan decadentes como lo es hoy el periódico impreso. Y desaparecen los periodistas, antes una profesión nutrida y próspera y ahora disminuidos en sueldos y en ofertas de trabajo, precarizados y prejubilados, expulsados de su oficio y sustituidos incluso por el público que antes les leía y adoraba y en este momento incluso les reemplaza, porque escribe y alimenta gratis las nuevas webs de agregación y de contenidos generados por los lectores.
"Esa es la peor noticia que puede dar un periódico. Porque es sobre el periódico mismo y porque es la noticia de su desaparición. El pudor periodístico siempre ha dificultado la información sobre el propio periódico y el propio negocio. Puede que fuera falso. Pero esta era la costumbre. Los periodistas no eran noticia. Dar noticias sobre uno mismo no puede ser bueno. Suelen ser malas noticias. O al menos, noticias incómodas. Y si son buenas, fruto del autobombo periodístico o de las exigencias crecientes del marketing del propio periódico, son increíbles para los periodistas, acostumbrados a mirar con recelo cualquier noticia positiva.
"Vaya si serán noticia ahora. Y además tendrán que darla, tendremos que darla. Será la peor de todas, la que ningún director de periódico quiere dar en su primera página: que mañana ya no saldremos. Es una necrológica anticipada. Necrológica del periódico y necrológica de la noticia. Nada hay tan deprimente como la noticia de que ya no volveremos a dar noticias.
"Esta noticia que hemos leído ya varias veces y que sabemos que leeremos más veces en el futuro tiene un tope que cuesta imaginar, aunque ya esté a la vuelta de la esquina. Un mundo sin periódicos impresos, una mañana sin periódico que comprar en ese quiosco de la esquina que ya cerró hace años, con el único consuelo de una vaga reminiscencia en el teléfono o en la tablilla digital. ¿Un mundo sin nosotros, los periodistas? “.
Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
Nunca leímos más noticias y nunca compramos menos periódicos que en la actualidad. Lector digital, periódico digital.
Se dice que abogado de sus propios asuntos, abogado tonto. En el periodismo pasa algo parecido, siguiendo sus palabras: periodista de sus propias noticias, periodista al cabo de su extinción.
Es triste lo que dice pero es una realidad como un templo. Esto se acaba. Lo del nuevo ciclo que tanto se habla empezará por el mundo del periodismo. Y es que quienes cuentan la historia suelen ser los primeros en enterarse de los cambios históricos.
Siempre habrá un medio impreso, sobre todo cargado de información local. Evolucionará hasta colocarse entre la endiablada inmediatez de la información digital y la mesurada reflexión de revistas y semanarios.Más que una profecía, es un sincero deseo,
Habrá periódicos en papel pero serán gratuitos ... De hecho en Londres hay "Metro" y "Evening Standard" que parece que tienen buena acogida ...
Ya dijo Indro Montanelli que los amos del periodismo son los lectores. Los lectores han decidido que el modelo cambio y el modelo cambia. Bueno, en realidad, los lectores-ciudadanos somos los amos de todo, otra cosa es que lo sepamos.
¿ Un mundo sin ustedes los periodistas ? Confiemos en que no. Un mundo sin periodistas es inimaginable. Serán otros periodistas, en otro medio, pero tendrán que seguir estando en los lugares en que se produce la noticia. Y transmitirlas al ciudadano. Y sus artículos y sus fotos siempre serán mejores que la de las personas de a pié que “pasaban por allí”. Las nuevas tecnologías han democratizado para bien y para mal el acceso a la información. Ha aumentado nuestro protagonismo, ha disminuido eso que llaman “calidad”. ¿ O es lo mismo una crítica de una película de un crítico profesional o la que hace cualquier espectador aficionado ? o el comentario sobre una novela o una obra de teatro. En todo caso ¿ cuándo se jodió el Perú ? que diría Vargas Llosa. ¿ Empezó este deterioro inevitablemente por el predominio devastador de la red ? Y ustedes los periodistas o los propietarios de los medios ¿ no contribuyeron en nada? ¿ no se lamentan de una muerte anunciada en la que han participado? ( El conflicto reciente de “ El País” parece clarificador ).Comenta Ciro 4 que Indro Montanelli opinaba que los amos del periodismo son los lectores. El Sr. Montanelli distaba de ser infalible. Ojalá los amos fuesen los lectores . Son – y sobre todo serán - las víctimas del nuevo periodismo. Cada vez menos independiente, cada vez más en las manos de la concentración de los poderes económicos. En manos de los dueños, no de los Directores ni de los periodistas empleados. Limitados por la nueva censura que da tribunas a unos y las quita a otros ( Chomsky lo explica muy bien ) o por la autocensura que concede seguridad en el empleo mientras no se moleste. Una trampa más del sistema.
Lo que dice Miguel Mora es verdad. Quizás ocurre, como en la autoría, que somos los amos inmediatos dirigidos por los amos mediatos de los medios.
Vaya, por fin, ya llegó su libro. Me lo acabo de comprar. Por lo demás, la evolución del periodismo es tal que ahora las comparecencias se hacen a través de un monitor y sin posibilidad de preguntarle. El summum del periodismo a distancia. Este es el síntoma más evidente de que los periodistas, más que el periodismo, se encuentra en grave peligro de extinción, bien que por otras muchas razones, pero el ninguneo a que les somete el poder no es menor. No sé, al menos en la dictadura no hay engaños. El engaño es en la democracia, que vende una cosa y entrega otra. Los periodistas deberían rebelarse contra su condición de convidados de prensa a que les han relegado nuestros políticos, si bien es cierto que le devuelven la pelota por medio de revelaciones como las de Bárcenas y que puede que acabe con el figurante del monitor fuera de La Moncloa.
Este libro refleja muy bien cuál es la situación que se vive en el periodismo actual. Es una lectura recomendable para todos, periodistas y no periodistas, y en especial para quienes estén pensando estudiar periodismo, que bien podrían ahorrarse el viaje. Casi mejor que se compren un taxi, que tendrán más ocasión de contar lo que ocurre, si bien de forma personalizada. Al menos cobrarán la 'carrera'.
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).