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En los regímenes totalitarios nadie se hacía preguntas. Así lo ve Grass, magníficamente entrevistado hoy por Juan Cruz, amigo y vecino mío de blog. Y así lo veo yo, que fui niño y crecí en una dictadura y tuve que romper, ya adolescente, el cerco de silencio de una sociedad que rehuía las preguntas. Y creo que así lo debe ver también Juan (se lo preguntaré). ¿Por qué unos colaboran y otros resisten? Es una de las cuestiones esenciales que se plantea Timothy Garton Ash en ...
En los regímenes totalitarios nadie se hacía preguntas. Así lo ve Grass, magníficamente entrevistado hoy por Juan Cruz, amigo y vecino mío de blog. Y así lo veo yo, que fui niño y crecí en una dictadura y tuve que romper, ya adolescente, el cerco de silencio de una sociedad que rehuía las preguntas. Y creo que así lo debe ver también Juan (se lo preguntaré). ¿Por qué unos colaboran y otros resisten? Es una de las cuestiones esenciales que se plantea Timothy Garton Ash en su artículo sobre ‘La vida de los otros’, que ya comenté ayer. ¿Podemos exigirle cuentas a Grass por haber colaborado y no haber resistido a los 17 años? La respuesta ha sido unánime: claro que no. Lo que se le reprocha es su silencio de tantos años, en contraste con el papel que adoptó como conciencia crítica de la sociedad alemana. Pero no es fácil de entender, y mucho menos cuando leo el artículo de Klaus Wagenbach y compruebo el efecto que producen el tiempo y el relevo generacional en las percepciones colectivas.
Todavía más extraño es el revuelo que suscitó el ‘caso Grass’ en España y los sarcasmos que levanta en el hemisferio cultural diestro de nuestra sociedad. Me viene a la cabeza que tiene mucho que ver con una extraña geografía moral que divide a los países y quizás a las personas entre quienes cultivan la mala conciencia y el arrepentimiento; y quienes sólo riegan y abonan la buena conciencia y el narcisismo. Se me ocurre brindarles un ejercicio de filosofía moral conectado con todo esto: comparen por favor las biografías de Grass y de Wolfowitz y pongan nota a uno y otro y a sus correspondientes ‘pecados’.
Sobre Wolfowitz versa mi columna de hoy en El País de papel, que he titulado ‘Claridad moral’.
Comentarios
Por descontado, Lluis, nuestra generación vivió la evidencia de que unos (los vencedores) y otros (los vencidos) hicieron lo posible por encontrarse como si no hubiera pasado demasiado. La represión que del Estado, y también de las personas, las que sufrieron y las que hicieron sufrir. No era olvido, era silencio. Recuerdo a mi maestro, Domingo Pérez Minik, crítico literario, socialista, que hablaba en la intimidad de la represión que sufrió, y en el ámbito público de la isla de Tenerife era capaz de tragarse la bilis y seguir tratando a quienes optaron por el régimen. Fue una convivencia pacífica marcada también por la necesidad de seguir viviendo. Sin embargo, un día que le acompañé al aeropuerto de Los Rodeos vi que le daba la espalda notoriamente a un hombre, un fiscal que luego fue economista, Rafael Días Llanos. Como don Domingo era tan educado, le pregunté qué le había aquel hombre. Fue, me dijo, quien dictó las penas de muerte de muchos de sus compañeros. Había pasado por todo, era capaz de convivir, pero en aquel hombre había cifrado la metáfora de lo insoportable.
Un placer poder leerte diariamente. De verdad de la buena.
___________
Hablando de filosofía moral, Paco El Pocero sigue dando lecciones:
http://pasaron.net/
Por qué reaccionamos o no contra un régimen dictatorial, como el franquismo, me lo he preguntado muchas veces.Yo tenía 18 años en 1970, cuando sentí a mi alrededor las primeras críticas,las de verdad, sobre aquel régimen. ¿De qué depende una u otra reacción? Pienso que es muy importante la valía intelectual y moral de los maestros que te mostraban la barbarie. Tienes que vivir la represión muy cerca de ti, cosa que a mí no me ocurría, o verla reflejada en el relato y la vida de alguien digno de confianza para ti, un maestro en algún sentido muy profundo del término. Supongo que algo tiene que haber muy propio en el alma de los jóvenes que reaccionan-reaccionamos a tiempo, casi al despuntar la libertad, contra los regímenes opresivos, pero se necesitan siempre maestros. Al cabo de los años, me he distanciado política e ideológicamente de algunos de ellos, pero debo a su magisterio el haberme topado con la injusticia y el anacronismo de un régimen inaceptable, y desde entonces no haber transigido con rebajas o silencios democráticos. No obstante, jamás se me ocurriría pedir cuentas a nadie por posturas ideológicas juveniles, a menos que, como adulto, quiera aleccionarme de estar de vuelta de la utopía, sin haber ido antes a ninguna parte.
¿Qué persona inteligente no aprende de la vida? ¿Quién es aquel a quién lo que vive no le cambia? Esto, que es más viejo que Matusalén, sorpendentemente, ha sido reiteradamente negado a lo largo de la historia (no solo española) muchas veces. ¿Conclusión? Sería injusto e ingenuo decir que todos nos estamos volviendo tontos, cosa que me niego a aceptar. Pero está claro que inteligencia y maldad empiezan a vislumbrarse como cosas incompatibles. Y lo digo pensando en tantos estúpidos intelectuales que disfrutaron promoviendo la equiparación, evidentemente errónea, entre inteligencia y maldad. La expresión peyorativa 'buenismo', por ejemplo, es la sucesora de esa impresentable tradición que me lleva a pensar (y a compadecer) qué clase de gente conocieron esos intelectuales.
Gracias por tus artículos, Luis.
En la columna sobre Wolfowitz escribes: "Bush le llama Wolfi (...) Ambos creen en el mal. los dos son apóstoles de la claridad moral y ven a Estados Unidos como el abanderado del bien en un mundo hobbesiano y maniqueo, autorizados por su superioridad moral a usar la fuerza para imponer sus principios inmutables. Como Benedicto XVI combaten el relativismo moral y el apaciguamiento".
La primera potencia del mundo, con todas sus armas de destrucción masiva, con alrededor de un cuarenta por ciento de la población analfabeta funcional, está gobernada por fanáticos que controlan cientos de periódicos, emisoras de radio y canales de televisión para persuadir a la clientela.
El panorama, sencillamente, acojona.
Creo que lo que molesta de Grass es que se pasara años ejerciendo de luminaria moral de occidente, con el dedo acusador en alto al tiempo que callaba intermitentemente (según soplase el viento) sus andanzas durante la guerra. Ahora dice que todos los jovenes sucumbieron al encanto del Nazismo...El católico Joachim Fest respondió en su magnífica autobiografía: "Ich Nicht".
Precisión: el católico Joachim Fest reconoce en sus memorias que si no hubiese sido por su padre probablemente también habría caído seducido por el nazismo.
Estimado Biscuter, más que una precisión hace usted un añadido. Bienvenido sea: cabe felicitar entonces al católico Joachim y a su católico padre.
Seguirán cayendo piezas, escribe Ud. en "Claridad moral". Mas sobre colchones muy confortables! Wolfowitz, sin responsabilidad moral y un año de sueldo (375.000 dolares!). Blair, charlas de 100.000 libras y talvez el Banco Mundial. Aznar, todo lo que puede más lo que agarra su yerno. Y nada - siempre - del punto de vista penal, después de cientos de mentiras, miles y miles de muertos. En realidad, querido don Luis, las piezas que caen son las nuestras.
...y Felipe González pegándose la gran vida en el Caribe.
Creo que Grass tiene mucho del personaje de Oskar en "El tambor de hojalata". Al igual que Oskar y muchos alemanes de la época se dejó seducir por el nazismo (simbolizado por el golpe en la cabeza que le impide crecer).
En cuanto a su confesión de que perteneció a las SS, más vale tarde que nunca...se nota que era una espinita que tenía clavada y que le ha costado 60 años sacarse. Lo que me pregunto es cómo a sus biografos, historiadores o periodistas no se les había ocurrido antes consultar su dossier del ejército
Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.