Arranca la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid: las mil maneras de entender el mar
El agua y su universo han inspirado gran parte de las colecciones para la próxima primavera de la 78ª edición de la pasarela madrileña, que ha dado inicio este jueves con los desfiles de Jorge Vázquez, Pedro del Hierro o Simorra
La mención del mar cerca de las fechas de verano hace que los habitantes de Madrid se lancen a una búsqueda desesperada de la playa; será por eso de que la sal cura todos los males. Pero en la primera jornada de desfiles de la edición número 78 de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid (MBFWM), centrada en las colecciones de primavera-verano 2024, es el agua la que se ha acercado al pabellón 14 de Ifema para llenarlo. No tanto el público, porque durante todo el día ha ha...
La mención del mar cerca de las fechas de verano hace que los habitantes de Madrid se lancen a una búsqueda desesperada de la playa; será por eso de que la sal cura todos los males. Pero en la primera jornada de desfiles de la edición número 78 de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid (MBFWM), centrada en las colecciones de primavera-verano 2024, es el agua la que se ha acercado al pabellón 14 de Ifema para llenarlo. No tanto el público, porque durante todo el día ha habido entradas disponibles para la compra.
Usar el mar como inspiración para las colecciones estivales puede ser evidente, pero la rentabilidad (como en eso de la venta de experiencias en Ifema), manda. En la firma Claro Couture lo tienen claro, y eso que las técnicas que han usado para elaborar su colección Éter parecen ir en dirección opuesta al rendimiento moderno: hay chaquetas cortas y minifaldas con burbujas que han necesitado más de tres días de producción; una blazer color champán rosado a la que se le han cosido a mano y una a una las aplicaciones de pedrería y los volantes o un vestido blanco de flores de polímero que se han moldeado aplicando calor. Eso sin contar “la pieza estrella”, como lo llaman en la marca: un corsé negro realizado con lápiz 3D al que también se le han añadido perlas.
“Nunca habíamos hecho nada parecido”, explican con la satisfacción de la innovación recién implementada. “Es ir incorporando las nuevas técnicas que el mundo nos está ofreciendo al oficio”. Uno que también ha quedado patente en algunos drapeados (sobre todo en el celeste de efecto mojado), en los volantes que emulan el movimiento de las olas y en los tejidos de red que “arrastran corales, perlas y más elementos del fondo del mar”. “También hay plástico, pero lo hemos rescatado para hacer el polímero”, bromean.
Los plásticos y la protesta por el mal trato que se le da al mar han estado presentes en la colección de Ynésuelves a través de un vestido negro y rutilante: es el recuerdo del chapapote que llegó a la costa de Biarritz tras el accidente del Prestige. Ynés Suelves y María Osorio Beltrán de Lis, el dúo creativo tras la firma, han utilizado los recuerdos de sus veranos en la ciudad francesa para vertebrar su colección. Y ya se sabe cómo son los recuerdos: idealizados y un poco fantasiosos. Por eso, el mar vuelve a sublimarse. “Es el corazón de la ciudad”, afirman madre e hija. También el testigo mudo de atardeceres, paseos, piruetas de skaters (que también se han colado en la pasarela) y de cómo María le puso a Ynés un bañador con estampado de leopardo cuando solo tenía un año. La prenda obsesionó a la milenial, y por eso lo ha replicado para mezclarlo con un conjunto de chaqueta y pantalón de tiro bajo con mariposas bordadas en color naranja. Un tono que, junto con el rosa, ha estado muy presente en la propuesta. ¿Poco evidente? Sí. ¿Se agradece? También. Con eso el azul no se convierte en omnipresente.
El color que sí lo ha sido es el blanco, porque cada salida ha tenido su reflejo inmaculado: es la manera en la que se ha representado el reflejo de las nereidas, los seres mitológicos que han terminado de hilar la colección. Las ninfas del mar, hijas de Nereo y Doris, son, en palabras de Osorio, “chicas buenas” que ayudan a los marineros y que están muy presentes en la historia de los pueblos pesqueros como Biarritz. Aquí no se da puntada sin hilo, y por eso están en algunos estampados y, en cierto modo, en los vestidos lenceros cortados al bies. Si saliesen del agua, como la sirena Ariel, quizás se pondrían alguno de los vestidos con crinolinas que parecen flotar al caminar. Y se irían directas a la casa azul y naranja de Suelves y Osorio a probarse más vestidos voluminosos con sudaderas atadas a la cadera.
Las vacaciones de verano también han inspirado a Jorge Vázquez. En concreto, unas de aires sesenteros en las que las líneas rectas son la norma: han parecido tanto o más que las mangas francesas, los estampados gráficos y los colores pastel. Los largos mini se han turnado con los midi para que el público juegue a imaginar que está descansando en un crucero de lujo o en una fotografía perdida de Slim Aarons. En una playa de Cádiz, igual no tanto.
En Andalucía, y en cualquier parte, es más factible imaginar las prendas de Pedro del Hierro, pero el destino elegido por la marca como inspiración es Cuba. Afinando un poco más, un piano bar de los de antes. Tomando algunas referencias del imaginario cubano y estilizándolas para emulsionarlas con lo presente y lo comercial, la propuesta de la marca perteneciente a Tendam se ha basado en el lino para ellos y en vestidos fáciles para ellas: son sencillos de llevar, sencillos de combinar y sencillos de colocar en el día a día. De hacer, no tanto, porque dominar el drapeado es más complejo de lo que parece. Ahí está el truco de lo hipnótico; otro tipo de trampantojo. En Delirio Cubano, el título que une a los minivestidos ajustados con las faldas de lentejuelas y los trajes, no ha habido engaños visuales: lo evidente de los colores es tan honesto como usar la flor nacional de Cuba, White Butterfly, para crear collares, adornos para el pelo y estampados.
Paloma Suárez también se ha apuntado a tirar de nostalgia y de sinceridad con una misma, que es la más complicada de ejercer. Para eso, en Glow up ha intentado responder a la pregunta de qué le diría a su yo del pasado. La diseñadora le diría a esa niña de 12 años que pintaba zapatillas que “lo hemos conseguido muchísimo antes de lo que esperábamos”. Empezó en esta misma pasarela como novel y ahora se encuentra en el calendario “consagrado”. Lo ha hecho a base de propuestas femeninas y masculinas con regusto dosmilero y color, mucho color. Y aunque hay toques de azul eléctrico, los suaves mandan. “Quería darle una vuelta, porque después de ocho años de trayectoria es difícil sorprender, así que en esta ocasión hemos utilizado una paleta de colores soft, mucho más pastel, agradables a la vista y apetecibles para la primavera-verano”, explica. Ese sería el leitmotiv, porque no hay una consistencia visual absolutamente clara. Ni lo pretende: “Dentro de cada colección intento contar una pequeña historia con cada look, es por eso que a lo mejor cuesta encontrar un hilo conductor muy evidente, pero porque no me gusta hacer las cosas evidentes”.
La marca que ha recurrido a lo literal es Simorra, que se estrena en la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid con una colección dedicada al tejido y plasmada en todo tipo de trenzados. La firma nació en 1978 de la mano de Javier Simorra, pero en 2016 la marca entró en una nueva etapa con la incorporación de la familia Dimas. La renovación es continua y Eva Dimas, brand manager, y Vito Mitjans, head of design, la transmiten con naturalidad e ilusión, especialmente al hablar de este penúltimo paso destinado a actualizar la firma. “Tenemos muchas ganas de presentar esta propuesta de valor con un mensaje de fondo tan bonito”, cuenta Mitjans. Es uno con doble lectura: el entramado ancestral, que pone en valor tanto la labor tradicional y artesana de construcción del tejido como la necesidad acuciante de tejer un entramado social resistente. “Cuanto más se entrelaza la sociedad, más fuerte es”, sostiene Eva Dimas. Parece que su propuesta también, ya que el guipur, la organza o la napa se trenzan para dar lugar a vestidos sofisticados y a tops que suenan por los flecos XL de rafia. No hacía falta la paleta de color en ocres y tierras para aportar coherencia, pero no podía quedar ningún hilo suelto.