MUERTES QUE MARCAN ÉPOCAS

El hombre que revolucionó la banca española

Emilio Botín, una de las personas más influyentes de España, dejó a su muerte un imperio bancario con terminales en todo el mundo y una forma de entender el negocio

La noche del 9 de septiembre de 2014 moría Emilio Botín Sanz de Sautuola y García de los Ríos en Madrid. Habría cumplido 80 años el siguiente 1 de octubre y desde noviembre de 1986 presidía el Banco Santander. Entonces, cuando heredó de su padre el cargo, era todavía un banco de marcado carácter familiar, aunque ya había hecho algunas incursiones en Latinoamérica y se había colado en la órbita nacional hasta llegar a formar parte del selecto club de los siete grandes de España como el más pequeño de todos. Hoy, el Santander es uno de los diez más grandes del mundo.

De estirpe banquera (un tío bisabuelo fue el primer Botín en ser alto cargo del Santander como director general a finales del siglo XIX y su abuelo, sobrino de aquel, ya ocupó la presidencia), Emilio Botín era nieto de la descubridora de las cuevas de Altamira, María Sanz de Sautuola. Había nacido en la capital cántabra y estudiado Derecho y Economía en la Universidad de Deusto. En Bilbao conoció a su esposa, Paloma O'Shea Artiñano, natural de Getxo (Vizcaya), con la que se casó en 1958 y con la que tiene seis hijos, Ana, Carolina, Paloma, Carmen, Emilio y Francisco Javier. La primogénita le sustituyó al frente de la entidad.

Emilio Botín era un hombre de acción que revolucionó la banca y se convirtió en una de las personas más influyentes de España. Se había formado a la sombra de su padre pasando por varios cargos hasta ser consejero delegado y vicepresidente. Solo tres años después de tomar el poder y con el sector convulsionado por la opa del Banco Bilbao sobre Banesto, Botín reventó el mercado con el lanzamiento de una supercuenta en la llamada “guerra del pasivo” con la que aumentaba la remuneración. La decisión cambió el paso al resto de competidores y les comenzó a comer el terreno.

Devoto confeso de El arte de la guerra, el manual de estrategia militar del filósofo-guerrero chino Sun Tzu, encontró en él la fuente de inspiración. Siempre al pie del cañón y a bordo de su avión privado, hacía y deshacía operaciones, asumía riesgos y era valiente para lanzarse a la acción antes que nadie y con más ímpetu que ninguno, adelantándose al adversario. Aunque tuvo algún fracaso, como la inicial expansión por Asia, esa forma de ser llevó al banco al liderazgo..

Era su nueva forma de hacer banca, que marcaba el camino a la internacionalización. El resto de los siete grandes no pudo seguir su ritmo y, a la larga, el Santander, que empezó siendo el más pequeño, se quedaría con los tres más grandes (Banesto, Central e Hispano) para colocarse al frente de la clasificación nacional. Primero fue Banesto y después el Central Hispano a los que el Banco de España había obligado a juntarse. Dio lugar al BSCH, cuya presidencia compartió con José María Amusátegui apenas dos años.

El nuevo banco, que volvió a denominarse Santander tras estallar desavenencias entre ambos, se fue consolidando en el mundo. Tras completar la expansión en Latinoamérica, con la compra del grupo Serfin, en México, o Banespa, en Brasil, además de otras entidades de menor tamaño en Argentina, Chile o Venezuela, en 2004 adquirió el británico Abbey, que supuso la ruptura con socio tradicional en el Reino Unido, The Royal Bank of Scotland (RBS). También entró en Polonia y se hizo todo lo fuerte que pudo en Estados Unidos con la compra del Sovereign.

Frecuentaba a políticos, sindicalistas, economistas, periodistas y gente de la cultura

En paralelo, Botín penetró con entusiasmo en el mundo del mecenazgo universitario, con el lanzamiento de Universia, y con algo de escepticismo en el patrocinio deportivo, con la entrada en el circo de la Formula 1. Sin embargo, al poco, se convenció del acierto y se hizo asiduo de los grandes premios, en los que aprovechaba, además, para hacer clientes o conocer nuevas tecnologías. Apostó por Fernando Alonso y la escudería Ferrari, con los que el banco mantiene un enlace ahora en crisis.

Se preocupaba mucho por mantener contactos con políticos, sindicalistas, economistas, periodistas y gente de la cultura, con los que montaba encuentros con una periodicidad frecuente para sondear sus opiniones y formar la suya propia. Sus últimas obsesiones eran la irrupción de Podemos, la cuestión catalana y miraba con interés el ascenso de Pedro Sánchez en el PSOE.

Respaldó siempre a los cuatro presidentes de Gobierno con los que ha convivido y nunca criticó sus actuaciones. Antes al contrario, fue uno de los más activos en iniciar acciones, como las llevadas a cabo por el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), del que era miembro activo y al que prestó al que prestó ejecutivos, como el actual consejero delegado, José Antonio Álvarez, para colaborar en los informes para fomentar la inversión en España.

En su currículo figuran también algunos asuntos con la justicia, derivados algunos por las denuncias realizadas por un grupo de abogados próximos al exconsejero del Banesto Rafael Pérez Escolar, con el que mantuvo duelos históricos en las juntas de accionistas del Santander. Entre esos procesos figura el asunto de las denominadas cesiones de crédito, instrumentos financieros opacos al fisco que el Santander ofrecía a sus clientes, y que le hizo subir las escaleras de la Audiencia Nacional. Aseguran los conocedores del asunto que un furgón de seguridad estaba cerca por si el juez Miguel Moreiras fijaba una fianza millonaria (el fiscal pedía 8.000 millones de pesetas), cosa que no sucedió.

Recientemente, tuvo que regularizar cuentas en Suiza junto a cinco de sus hijos y de su único hermano, Jaime, entre los 659 contribuyentes españoles que ocultaron más de 6.000 millones en la filial suiza del banco HSBC, el HSBC Private Bank. La Audiencia Nacional acabó archivando la causa.