El terremoto Podemos
Podemos agita la brújula de la política española
La formación, que aún no tiene un año de vida y encabeza la mayoría de las encuestas, pretende asentarse en el mapa como alternativa a los principales partidos
Podemos, el fenómeno político que está revolucionando el mapa político español, ha pasado en tan solo 11 meses de ser una idea de un grupo de politólogos vinculados a la izquierda tradicional a convertirse en una formación organizada que, según todas las encuestas, amenaza la hegemonía de los principales partidos. El viaje de Pablo Iglesias empezó la mañana del pasado 17 enero en un teatro del barrio madrileño de Lavapiés. Profesor de Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y ya entonces activo tertuliano, el secretario general y principal impulsor de esta iniciativa de carácter asambleario presentó Podemos como “método participativo abierto a la ciudadanía”.
El objetivo consistía en concitar frustraciones e indignación de los ciudadanos en torno a un mismo proyecto en el que todos debían tener de alguna manera la sensación de ser protagonistas. Esa fue una de las principales novedades de esta fuerza que ha logrado canalizar los sentimientos del llamado Movimiento 15-M. Menos de un año después, Podemos ya es un partido con estructura jerárquica que intenta organizarse en el territorio. “Pusimos en marcha Podemos para que dentro de unos años, si alguien nos pregunta ‘¿y tú qué hiciste?’, podamos responderle: regresamos la política a la gente y volvimos a hacer posible la ilusión en la política”, opina Juan Carlos Monedero, politólogo y fundador del partido.
La primera meta de esta organización fueron las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. Tras fracasar las conversaciones con Izquierda Unida para concurrir bajo las mismas siglas, Podemos decidió dar el salto y presentarse en solitario con un programa que defendía, por ejemplo, el impago de la deuda pública y la aplicación de una renta básica universal. Logró cinco eurodiputados de los 54 escaños que se repartían en esos comicios, con más de 1,2 millones de votos. Una circunstancia inédita hasta entonces. El Partido Popular (PP), actual formación de gobierno, el Partido Socialista (PSOE) y el sector empresarial comenzaron a prestar atención al fenómeno. Comenzó a crecer la inquietud. Sociólogos y expertos en proyecciones electorales enmarcan el ascenso de Podemos en un clima de profundo descrédito de la política, alimentado por la crisis económica, el paro y los casos de corrupción que alcanzan tanto a populares como a socialistas.
La formación articula el choque entre “la gente y la casta”, “los de abajo y los de arriba”, como principal argumento
En este contexto, Podemos ha logrado conquistar importantes sectores de la sociedad. El último sondeo de Metroscopia para EL PAÍS sitúa a la formación como segunda fuerza en estimación de voto, con un 25% de los apoyos, detrás del PSOE. Esto ha ocurrido a pesar de la defensa inicial de propuestas consideradas “radicales”, del caso que afecta a Íñigo Errejón, número dos del partido, por el incumplimiento de un contrato de investigación presencial con la Universidad de Málaga, y a pesar de las simpatías y los contactos de varios de sus líderes con los Gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, de Rafael Correa en Ecuador y de Evo Morales en Bolivia. En realidad, la estrategia y los mensajes de la cúpula de Podemos se han ido suavizando en los últimos meses y quedan ahora plasmados en el borrador de un programa económico elaborado por dos catedráticos: Juan Torres, de la Universidad de Sevilla, y Vicenç Navarro, de la Johns Hopkins University. El impago de la deuda se ha convertido en un proyecto de reestructuración ordenada; la renta básica universal se contempla ahora como ayuda para quienes no tienen ningún tipo de ingresos; y la propuesta inicial de jubilación a los 60 años ha subido hasta los 65. Pablo Iglesias mantiene que su programa puede ser asumido por cualquier socialdemócrata en sentido clásico, y sus líderes han dejado de hablar de modelos latinoamericanos para centrarse en Dinamarca, Suecia o Noruega.
También trata de presentarse como una fuerza “transversal” con vistas al calendario electoral que empieza en primavera con los comicios autonómicos y municipales y concluirá a finales de 2015 con las elecciones generales. Los líderes de Podemos rechazan encasillamientos en la izquierda en todas y cada una de sus apariciones en tertulias televisivas, el medio que más utilizan para dar a conocer sus mensajes. “La estrategia tiene pleno sentido, suavizando los elementos anticapitalistas para moverse hacia el centro. El objetivo no es ganar, sino el sorpasso del PSOE, Si logran sorpasso del PSOE ya habrán ganado”, señala el politólogo Pablo Simón, profesor visitante de la Universidad Carlos III de Madrid. Renunciaron a acudir con marca propia a las municipales por temor al descontrol territorial. Aun así, la dirección –que se articula en dos ejecutivas, el Consejo de Coordinación, con 11 miembros, y el Consejo Ciudadano, con 61- ha movilizado a sus más de 1.000 círculos, las asambleas que agrupan a sus casi 300.000 simpatizantes, para impulsar “candidaturas de unidad popular”.
La formación articula el choque entre “la gente y la casta”, “los de abajo y los de arriba”, como el principal argumento de su estrategia política. Este eje quedó plasmado desde el principio, cuando todo solo era una hipótesis que Iglesias compartía con algunos compañeros de la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid como Errejón o Monedero o en su programa de debates políticos ahora emitido online, La Tuerka.
—¿Cómo empezó?
—El estilo de hablar a la gente en La Tuerka fue lo que algunos empezamos a experimentar en medios de comunicación grandes. Comprobé que ese discurso funcionaba. Es un estilo muy diferente al de la izquierda tradicional de nuestro país, es un discurso de mayorías, y a la gente le gustaba, me paraba en la calle y me decía ‘sé que tú eres de izquierdas y yo no lo soy, pero estoy de acuerdo con lo que dices’. Y ahí surgió la idea de Podemos, que en cualquier caso aún era una hipótesis.
Así se refería Iglesias el pasado marzo, durante una comida, al movimiento que acababa de impulsar. En medio quedan solo diez meses en los que Podemos ha roto un tablero político consolidado desde los años ochenta. La formación culminó en noviembre el proceso constituyente por el que se convirtió en una fuerza política organizada con una peculiaridad: pese a tener una estructura jerárquica, todas las decisiones se someten a la votación de las bases. En sus manos quedará, por ejemplo, cualquier decisión sobre alianzas de gobierno. Un fenómeno cuyo alcance es, según los propios dirigentes de Podemos e incluso sus rivales, imprevisible con vistas a las próximas elecciones generales. Y que tiene un objetivo final muy claro. En palabras de Iglesias, “salir a ganar y ocupar la centralidad del tablero”.