Ofensiva en Gaza
La más sangrienta ofensiva militar en una década
El ejército israelí desplegó durante el verano la Operación Margen Protector, que dejó 2.205 muertos palestinos y 71 israelíes fallecidos por el ataque de las milicias
El verano de 2014 no fue el del descanso, la calma y la frivolidad, sino el del dolor y la muerte. El verano de Gaza. La franja palestina fue sometida durante 51 días a la más dura ofensiva militar por parte de Israel desde que en 2005 fueran desalojados de la zona los últimos colonos judíos. La Operación Margen Protector dejó 2.205 muertos palestinos durante los bombardeos y la incursión terrestre, de los que 1.563 eran civiles, de ellos 538 menores de edad, según datos de la OCHA (Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios en los Territorios Palestinos Ocupados). En el lado israelí, los cohetes de las milicias y el fuego de mortero acabaron con 71 vidas, seis civiles.
El detonante de la andanada fue una llamarada de violencia a la que se echaron toneladas de gasolina en menos de un mes. El 12 de junio, tres jóvenes estudiantes judíos (Gilad Shaer y Naftalí Frenkel, ambos de 16 años, y Eyal Yifrach, de 19) fueron secuestrados y asesinados en Guzh Etzion, uno de los nudos de colonias más importantes de Cisjordania, cuando hacían autostop. Israel acusó a Hamás de estar tras el crimen, aunque los islamistas lo negaron. Fueron atacadas las casas de los dos principales sospechosos en Hebrón –en septiembre morirían en un ataque israelí, tras meses desaparecidos- y se iniciaron redadas masivas por Cisjordania y el este de Jerusalén que dejaron cerca de 600 detenidos.
Las detenciones provocaron manifestaciones y protestas a pedradas y cócteles molotov, repelidas con cargas de las fuerzas israelíes que, sólo en los meses de verano, dejaron 40 muertos. Y también llevaron a Hamás a lanzar más cohetes que de costumbre contra territorio israelí. Comenzó entonces el bucle clásico de ataque y réplica a los dos lados de la frontera, que desembocó en una devastadora campaña contra Gaza que se inició el 7 de julio. Naciones Unidas contabilizó más de 500.000 civiles refugiados en la franja, porque 113.500 casas resultaron dañadas por los ataques de Israel, que superaron los 5.200. El mayor desplazamiento registrado en la franja desde 1948. Las bombas acabaron con la red de agua y de electricidad, ya de por sí deficiente por el bloqueo de siete años que Israel impone sobre la zona, desde que Hamás se hizo con el poder, y dejó los hospitales sin medicamentos esenciales.
El detonante de la andanada fue una llamarada de violencia a la que se echaron toneladas de gasolina en menos de un mes
La comunidad internacional exigía una tregua definitiva porque Gaza afrontaba un “abismo humanitario”, pero las partes en conflicto sólo se concedían, y a duras penas, horas sueltas de paz. En la franja se usaban para buscar bienes bajo los escombros y algo de comida, para ir a un centro médico sin fuego. En Israel, cinco millones de ciudadanos, los que llegaron a estar en el radio de acción de los cohetes, descansaban de la dinámica de sirena, carrera y refugio. Hasta Tel Aviv y hasta el norte, a Haifa, llegaron los proyectiles esta vez. Israel insistía en que no aflojaría el puño hasta que no cesara el flujo de cohetes y hasta que no destruyera los túneles de Hamás que cruzaban bajo la frontera para introducir a sus milicianos en suelo israelí. Más de 30 fueron neutralizados en la campaña. Los islamistas llegaron a perder más de mil milicianos y el 30% de su arsenal, especialmente el de largo alcance. Debilitado por el fin de los Hermanos Musulmanes en Egipto, de los que nació, Hamás se veía vencedor por sostener el pulso a Israel. El Gobierno de Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, se dio por contento con los “logros cosechados”. Así llegó la tregua, el 26 de septiembre, un acuerdo indefinido. Al mes, las partes debían reunirse en El Cairo para analizar los términos del acuerdo, que debía suavizar el cerco de Gaza permitiendo la entrada de ayuda humanitaria y material de construcción con la apertura de los pasos fronterizos y ampliando la zona de pesca, entre otras medidas, hoy no implementadas. No ha vuelto a haber contactos.
100.000 personas siguen sin casa en Gaza, el 72% de la población sufre inseguridad alimentaria, 450.000 palestinos carecen de un suministro estable de agua y siguen sin arreglar 75 hospitales y clínicas y 279 escuelas (incluyendo las seis de la ONU atacadas, en tres de las cuales murieron no menos de 35 personas). Los 4.275 millones de euros prometidos por los donantes internacionales en septiembre pasado no llegan aún. Tampoco hay aún condena alguna por los supuestos crímenes de guerra cometidos por Israel y las milicias. La ONU ha nombrado una comisión que en marzo debe entregar sus conclusiones. Amnistía Internacional y Human Right Watch dan por hecho que existieron. Culpan sobre todo a Israel de una “cruel indiferencia” por la vida de los civiles en Gaza.