La crisis ucrania

Un seísmo con epicentro en el Maidán

La revuelta de los proeuropeos en Kiev desató la respuesta rusa, que derivó en la anexión de Crimea y la creación de un foco de inestabilidad en el este de Ucrania

En los 23 años transcurridos desde la independencia de Ucrania en 1991, el peor ha sido 2014. La anexión de la península de Crimea por Rusia en marzo, los levantamientos secesionistas que han degenerado en guerra en las regiones industriales de Donetsk y Donbás, miles de muertos, decenas de miles de heridos y centenares de miles de desplazados, además de una profunda crisis económica y financiera son parte del balance de un periodo, que ha marcado también un punto de inflexión en Europa, al cuestionar el equilibrio internacional existente en el continente desde el fin de la Guerra Fría.

Difícil era prever en enero las consecuencias que tendría el Euromaidán, aquella protesta a favor del acuerdo de Asociación con la Unión Europea y en contra de la corrupción del régimen que había empezado en noviembre de 2013 en Kiev, cuando, -ante las amenazadoras presiones de Moscú sobre la economía de Ucrania-, el presidente Víctor Yanukóvich se negó a firmar el acuerdo con Bruselas, que se había convertido en un símbolo de orientación geoestratégica alarmante para Moscú.

Las protestas se endurecieron tras los intentos del presidente de disolverlas utilizando para ello restricciones de las libertades públicas que fueron votadas por el parlamento en enero. El pulso entre manifestantes y fuerzas del orden público representantes del Estado concluyó en violentos choques en el centro de la capital (del 18 al 20 de febrero) en los que perecieron cerca de un centenar de personas.

El 21 de febrero, Yanukóvich y los líderes de la oposición parlamentaria firmaron un compromiso por el que se restablecía la constitución de 2004 (que daba más poder al parlamento) y se convocaban elecciones presidenciales anticipadas. El acuerdo fracasó al no ser aceptado por los manifestantes, que no se sometían a los líderes de la oposición. Yanukóvich huyó de la capital y, tras esconderse en Crimea, fue ayudado por el Kremlin a refugiarse en Rusia. La pugna entre los partidarios de la integración europea (el Euromaidán) y del federalismo y de una mayor vinculación a Rusia (el Antimaidán) se extendió por el sur y el Este de Ucrania. Moscú acusó a la oposición ucraniana de haber perpetrado un “golpe de Estado” y aprovechó la confusión reinante para hacerse con el control militar de Crimea, donde ya el 26 de febrero fuerzas de intervención especial rusas ocupaban el parlamento local. En aquellas condiciones tuvo lugar un plebiscito ilegal en el que, según sus organizadores participó el 83% de la población y el 96% de los votantes se pronunció a favor de la independencia e integración a Rusia. Sin más demoras, el 18 de marzo en el Kremlin, el presidente Vladímir Putin y los representantes de Crimea y Sebastopol (dos unidades administrativas diferentes) sellaron la incorporación de estos territorios a Rusia.

La catástrofe del avión abatido en la zona de combates de Donetsk con 298 pasajeros dio mayor proyección internacional al conflicto

Ante la facilidad con que Moscú se había incorporado Crimea y también ante las múltiples equivocaciones políticas de los dirigentes interinos de Kiev, los federalistas y secesionistas de las regiones ruso parlantes de Ucrania se radicalizaron. Desde Odessa, en el sur, a Járkov, en el Este, se produjeron violentas escaramuzas entre partidarios del Euromaidán y el Antimaidán. Su episodio más trágico fue la muerte de 42 personas en la incendiada sede de los sindicatos de Odessa.

En Donetsk y Lugansk los separatistas ocuparon y se hicieron fuertes en los edificios públicos y convocaron para el 11 de mayo sendos plebiscitos sobre la soberanía de las autoproclamadas repúblicas populares de Lugansk y Donetsk. Las consultas, según sus organizadores, culminaron con resultados favorables a la soberanía local. Los dirigentes de Rusia, sin embargo, no acogieron a los separatistas, que se habían armado progresivamente y contra los cuales Kiev comenzó una operación militar calificada de “antiterrorista” ya en abril. El 25 de mayo el político Petró Poroshenko, llamado “el rey del chocolate” por sus negocios en este sector, ganó las elecciones presidenciales en Ucrania y, con la legitimidad otorgada por el cargo, intentó en vano recuperar el control de las regiones secesionistas. Durante el verano, la violencia se hizo más intensa y los separatistas recibieron refuerzos militares desde Rusia.

La catástrofe del avión malasio abatido sobre una zona de combates en el sur de Donetsk el 17 de julio y la muerte las 298 personas que se encontraban a bordo dio una mayor proyección internacional al conflicto que seguía sin ser resuelto al concluir este año, aunque en una fase algo más calmada desde septiembre cuando fueron firmados los acuerdos de Minsk entre los secesionistas, representantes de Ucrania y de Rusia, bajo la égida de la OSCE. A fines de noviembre más de 10.000 personas habían sido heridas y casi 4.400 habían muerto en la zona de conflicto en Donetsk y Lugansk, según datos de la ONU.