Del altar a la oposición en menos de 24 horas
El 7 de mayo de 2023, todas las televisiones recogieron cómo dos recién casados, todavía con el traje de novios, accedían al recinto en el que se celebraban unas oposiciones a Correos. Casi seis meses después, el examinado, Alejandro Fornes, nos cuenta cómo vivió junto a su mujer que su boda coincidiera con el examen. Una pista: aprobó
Cuando Alejandro Fornes hincó la rodilla la noche de Reyes de 2022 para pedir matrimonio a su novia jamás imaginó que en uno de los días más importantes de su vida sentiría tantas emociones diferentes a la vez. Fornes, de 46 años, y su pareja Elena Calvo, de 30, querían planificar su boda al detalle y sin agobios para atender así sus respectivas obligaciones laborales. Ella ya era entonces psicopedagoga y profesora de Primaria en un colegio en Alicante y él trabajaba como notificador de Correos en una de las oficinas de la ciudad. Calvo quería vestirse de blanco en otoño de ese mismo año pero, tras reunirse con proveedores, recorrer iglesias, visitar fincas y darse cuenta de lo que supone organizar una boda, fijaron su enlace para el sábado 6 de mayo de 2023. Todavía les quedaba un año y medio antes del gran día, pero ninguno de los dos hubiera podido imaginar lo que el puro azar les iba a deparar.
Fornes y Calvo se conocieron haciendo escultismo, es decir, dentro del movimiento de los boy scouts. Era 2015 cuando Calvo se incorporó al mismo grupo en el que ya se encontraba Fornes con sus hermanos y algunos amigos en común. El flechazo, confiesan ambos, fue instantáneo y su relación maduró después de pasar tantos fines de semana juntos compartiendo valores como “la solidaridad, el compañerismo y el respeto por la naturaleza”. Sin embargo, tuvieron que dejar esta afición el año pasado, al ocuparles un tiempo del que ya no disponían.
Hasta que decidieron dar el gran paso, su relación ha recorrido sucesivas etapas y situaciones muy diferentes. Topógrafo de profesión, Fornes se dedicaba al estudio de la superficie del suelo, pero llegó la crisis de 2008 y se vio obligado a buscar otras opciones para salir adelante: “Estuve dando tumbos por todas partes, fui transportista hasta que empecé con contratos puntuales de Correos. En 2017 Elena vio el anuncio de las oposiciones, y entonces decidí apostar”, cuenta Fornes.
Ese paso no tuvo éxito y su insuficiente preparación le hizo suspender dos convocatorias. Aun así, no tiró la toalla y quiso intentarlo una tercera. Fornes puso todo su empeño y sumó al estrés del estudio la organización de la boda. Pendiente de las fechas de examen pero sin ninguna fijada, intuyó, por comentarios de algún profesor, que las pruebas se harían después de las elecciones generales del 23 de julio. Pero, de repente, comenzó a hablarse de otra fecha tan temida como inesperada: el 7 de mayo, es decir, unas horas después de pasar por la vicaría. Como explica Fornes: “Le pregunté a mi profesor hasta qué punto esta información era creíble... A los tres días llegó la confirmación oficial… Y sí, coincidía”.
Con todo reservado y a cuatro meses vista, la opción de cambiar o posponer la boda, celebrada además de noche, estaba descartada. Fornes intentó por todos los medios presentarse a la convocatoria extraordinaria, prevista para aquellos que justifican su ausencia por baja médica, accidente o algún motivo similar, pero casarse no entraba en las excepciones. Removió Roma con Santiago, llamó al sindicato de trabajadores, a Recursos Humanos de Correos, a la universidad donde se examinaba… No había ninguna posibilidad. Pasado el disgusto, no les quedó más remedio que afrontar con estoicismo la situación. La propia Elena Calvo lo resume así: “Fue un chasco, estaba con mucho miedo y muy nerviosa por si no salía bien ninguna de las dos cosas, pero al tenerlo todo pagado, no había más remedio”. La actitud de Fornes fue clave para encarar con filosofía los dos grandes momentos que tenían por delante: “Le prometí a Elena que todo iba a salir perfecto y que confiara en mí”, recalca él. Y así fue.
Y llegó el fin de semana del 6 y el 7 de mayo de 2023, el más emocionante y extraño de sus vidas. Ambos exprimieron el sábado y la madrugada del domingo como si la felicidad tuviera fecha de caducidad. Por eso no dejaron de bailar hasta caer rendidos. No tenían tiempo de cambiarse y así se fueron, vestidos de novios, a pasar el trago de la oposición: “Me acompañaron mis suegros, una veintena de amigos y Elena, por supuesto, la única que pudo entrar conmigo. Saqué toda la fuerza que pude, me concentré al máximo y respondí a las más de cien preguntas”, explica Fornes. El esfuerzo tuvo su recompensa: hoy, casi seis meses más tarde y conseguida su plaza como empleado público, Fornes es feliz trabajando como repartidor de Correos a bordo de su motocicleta recorriendo las calles de Alicante.
¿Qué es una unidad de reparto?
Alejandro Fornes trabaja en una de las unidades de reparto ubicadas en la ciudad de Alicante. Estos centros de Correos, menos conocidos que las oficinas tradicionales, se encuentran al final de la cadena logística, pero desempeñan una importante función, ya que desde ellos se distribuye y reparte al destinatario cualquier tipo de envío que comercialice Correos, ya sea depositándolo en su buzón o entregándolo en mano.
Los envíos llegan a estas unidades de reparto después de haber pasado por los centros de tratamiento y tras haber sido clasificados. Allí, el cartero procede a su embarriado (de la palabra barrio), es decir, a la ordenación de los envíos según el recorrido que se vaya a realizar, para organizar así el reparto hasta cada domicilio. Y lo hacen mediante distintas formas de transporte, como furgonetas, carros de reparto o motos con cofre, como el caso de Fornes: “Cada unidad de reparto presta servicio en un área geográfica específica, de modo que, diariamente, todas las unidades de la red cubren la totalidad del territorio nacional”, explican desde Correos.