Las cinco generaciones de carteros García

Durante un siglo, los García han sido los carteros de Pontecarreira primero y de Santiago de Compostela (A Coruña), después. Cinco generaciones que han pasado de repartir a caballo durante la Guerra Civil a los procesos automatizados y que tiene en Pablo y Alba, la primera mujer de la familia en incorporarse a la saga, su continuación

Pablo García Astray siempre supo que sería cartero. Lo repetía cada vez que, en vacaciones, acompañaba a su padre Edelmiro en el reparto de las misivas en Pontecarreira, en el concello coruñés de Frades. Era el pequeño de cinco hermanos, y dado que ninguno parecía dispuesto a seguir la trayectoria familiar, Pablo era la última y única oportunidad de continuar una tradición: ser cartero. Tradición porque, antes que él y que su padre Edelmiro, ya lo fueron su abuelo y su bisabuelo. Ahora, a sus 60 años y recién alejado de los sobres y buzones, es su hijo de 38, también llamado Pablo, quien recoge el testigo de sus antepasados, y a mucha honra. Un orgullo que también comparte junto a su hermana Alba, tres años menor que él, y también trabajadora de Correos como administrativa de Recursos Humanos en la oficina de Santiago de Compostela. “Creo que mi destino estaba escrito. Mi padre me lo inculcó y yo he tratado de hacer lo mismo con mis hijos, aunque siempre dándoles la libertad de elegir finalmente lo que quisieran ser”, resume Pablo padre.

Pablo García padre y su hijo, también llamado Pablo, han trabajado juntos durante 14 años como carteros en la oficina compostelana.

La primera generación de carteros García comenzó en 1924 con Manuel García Seoane, el bisabuelo de Pablo padre y el tatarabuelo de Pablo hijo. Allí, en Pontecarreira, y en toda la comarca de Ordes, Manuel se convirtió en el primer mensajero rural de la zona, una profesión que ejercía cada día a lomos de su caballo. Los recuerdos tras tantos años son confusos, pero cuenta su bisnieto que trabajar la cartería en la Guerra Civil española fue especialmente complicado, ya que Manuel se veía sometido a estrictos controles de la Guardia Civil de la época para supervisar la correspondencia postal.

La saga de los García, también conocidos como los ‘García de Pontecarreira’, se gestó tras retirarse Manuel en los años cuarenta porque su hijo, José García Garea, continuó esa labor. Por aquel entonces, era habitual que los hijos heredasen el empleo de sus progenitores, así que José también se echó la cartera al hombro y empezó el reparto por la misma zona que Manuel. Sin embargo, José, al morir muy joven, apenas pudo sumar vivencias a la historia familiar.

Cinco generaciones de carteros

Tras un tiempo de parón, fue Edelmiro García Agra, hijo de José y padre de Pablo sénior, quien tomó el relevo en la década de los sesenta, cuando tenía 30 años. Y tal y como sucedió con sus antepasados, también parecía tener el futuro escrito. Él fue, para su hijo Pablo, la figura que le enseñaría lo valiosa que es la labor de estrechar lazos en la distancia con palabras escritas en un papel: “A mi padre Edelmiro se lo debemos todo. Estaría muy orgulloso de ver a sus nietos trabajando en una institución tan importante para las personas como Correos”, añade.

Un joven veinteañero con el destino escrito

Cuando en 1982 Pablo García Astray cumplió la mayoría de edad, se sumó a la costumbre familiar y empezó su reparto por la comarca de Ordes. Al principio lo hizo junto a su padre Edelmiro, todavía en activo. Rememora con especial ilusión aquellos veranos acompañándolo mientras repartían juntos las cartas puerta por puerta. Un ejercicio del que aprendió la gran importancia de atender las necesidades de todos sus vecinos. “Edelmiro era un ser muy querido en el pueblo, todo lo hacía a pie. Es más, nuestra casa era la cartería de Pontecarreira, porque funcionaba como enlace de la oficina de Santiago. Es algo que he mamado desde niño y que siempre me ha encantado”, explica.

Sin embargo, al poco tiempo de ingresar Pablo en Correos, su padre enfermó de cáncer y tuvo que retirarse. Esos cortos meses que compartieron fueron, según Pablo sénior, los más emocionantes de su vida: “Ahora por fin entiendo lo que sentía, porque es esa misma felicidad la que tengo cada vez que veo a mis hijos ir al trabajo”, confiesa. Su dolencia no fue, sin embargo, excusa para que no siguiera dándole directrices desde casa: “Él me echaba una mano cada vez que podía. ‘Pablo, tienes que hacer esto así’, me decía… Y son esos mismos consejos los que comparto ahora con Pablito y Alba”.

El relevo en el siglo XXI

La quinta generación de carteros en los García comenzó en 2004, ya en Santiago de Compostela, adonde la familia se trasladó en los noventa. Fue el año en el que Pablo García hijo entró en Correos para realizar una sustitución durante las vacaciones de verano. Por aquellas fechas, el chaval acababa de terminar 2º de Bachillerato, pero cuando su jefe le preguntó en septiembre si quería seguir trabajando en Correos, y tal y como hizo su padre siendo también muy joven, no se lo pensó dos veces. Como él mismo reconoce: “Quería seguir los pasos de mi padre y de mi abuelo… Sé lo emocionado que estaría Edelmiro si me viera trabajando aquí”.

Tras comenzar con contratos eventuales, en marzo de 2022 aprobó las oposiciones y optó a una plaza fija en la oficina compostelana, donde siempre había ejercido. Ahora, convencido de que está donde tiene que estar, hace el reparto en moto entre los vecinos del barrio de Vidán, al suroeste de Santiago. “Llevo pocos meses, pero me siento muy conectado con las personas mayores. Muchas de ellas están solas, y comentan que mi visita es de lo que más esperan cada día. No sé qué me deparará el futuro, pero esto lo estoy disfrutando tanto que las mañanas se pasan casi sin enterarme”, dice.

Las García también piden su sitio

Alba García, la pequeña de la familia, también escogió el camino que encajaba en la tradición de su casa. Empezó en 2008 con contratos temporales, y se desvinculó unos años para estudiar un grado en Administración y Finanzas. En 2020, consiguió plaza tras unas oposiciones y empezó gestionando la paquetería en un centro de logística de Correos, pasando también por el reparto en la calle. Pero un mes más tarde de obtener su puesto fijo, su afán de superación la motivó hasta aplicar a una vacante como administrativa de Recursos Humanos en la oficina compostelana. Y sintió, como su padre y hermano, que había encontrado por fin un sitio hecho a su medida: “Fue un cambió brutal, pero correr ese riesgo ha hecho que me toque la lotería, con unos compañeros fantásticos, haciendo algo que me llena, y contribuyendo a la vez a la historia de mi familia”, explica Alba.

Alba García se ha convertido en la primera mujer de la familia en unirse a este clan de carteros sin parangón, pero asumiendo otra función: es gestora de apoyo en Recursos Humanos de la oficina de Correos de Santiago.

Pablo padre coincidió 14 años trabajando con su hijo y casi dos junto a Alba en la sede de Santiago. Ahora, recién jubilado y, como él mismo dice, “con todo el tiempo del mundo para pensar”, recuerda muchas veces cómo era compartir con sus pequeños una misma labor. “Nunca me olvidaré de estos años trabajando con ellos, Pablito haciendo el reparto en moto y yo en coche, llevando las mochilas de los peregrinos a los albergues. Verles todos los días y comentar después nuestras anécdotas en casa es algo que llevaré conmigo para siempre”, cuenta el padre.

Para estos tres miembros de la familia García, pasear por las calles de Santiago es sentirse como en casa. Conocer a gran parte de los habitantes de esta ciudad es el resultado del trato cotidiano y del cariño que han dado y recibido de sus vecinos compostelanos. Como resume Alba: “Que la gente se detenga y nos salude es algo que no tiene precio. Es lo que más destacamos de esta empresa, la cercanía y la mutua confianza que establece el trabajador con el barrio”.

Créditos

Redacción: Micaela Llorens 
Coordinación editorial: Francis Pachá
Fotografía: Fotos cedidas por la familia García y realizadas por Óscar Corral
Coordinación de diseño: Rodolfo Mata y Juan Sánchez