El asesinato de Alice tras años de amenazas: “A algunos de los que están aquí les quedan pocas horas de vida”

La Audiencia Provincial de Madrid condena a 26 años de prisión a un hombre que mató a su esposa en Majadahonda de un disparo e hirió gravemente a la hija que trató de defenderla

La casa en la que fue asesinada Alice, en Majadahonda, en 2021.VÍCTOR LERENA

No la dejaba arreglarse, le decía que no valía para nada, la llamaba inútil, puta negra y no le permitía ponerse ni colonia. Alice sufrió años de amenazas por parte de su marido, en Portugal, de donde eran originarios y siguieron en España, donde se habían instalado hace años. Vivían en una casa en Majadahonda (Madrid), él trabajaba como chatarrero. En febrero de 2021, algo cambió. Tal vez por el hecho de que sus cinco hijos ya eran mayores y casi todos se hubieran independizado, ella sintió que no podía aguantar más. Le dij...

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No la dejaba arreglarse, le decía que no valía para nada, la llamaba inútil, puta negra y no le permitía ponerse ni colonia. Alice sufrió años de amenazas por parte de su marido, en Portugal, de donde eran originarios y siguieron en España, donde se habían instalado hace años. Vivían en una casa en Majadahonda (Madrid), él trabajaba como chatarrero. En febrero de 2021, algo cambió. Tal vez por el hecho de que sus cinco hijos ya eran mayores y casi todos se hubieran independizado, ella sintió que no podía aguantar más. Le dijo a él que las cosas tenían que cambiar. En la madrugada del día 14 de febrero, ella se fue a dormir, él se fue detrás porque quería discutir, pelear. Ella le dijo que estaba cansada, que hablarían al día siguiente. Unos minutos después de entrar al dormitorio, él cogió una pistola que había comprado en el mercado negro y le disparó. La mujer, de 52 años, se desangró en la calle, mientras una de sus hijas luchaba por no convertirse en la segunda víctima mortal de su padre aquella noche.

La Audiencia Provincial de Madrid acaba de condenar al acusado a 25 años de prisión por el homicidio de la mujer, el intento de matar a su hija, la posesión ilegal de armas y las amenazas. La realidad que recoge la sentencia a la que ha tenido acceso EL PAIS es de un absoluto terror. La investigación muestra a un hombre celoso hasta de sus propios hijos, alguien que amenazaba de muerte a toda la familia contantemente, un ser inseguro que sometía a todo aquel que conviviera con él. Alice, el objetivo de todos sus ataques, los soportaba e incluso los ocultaba y restaba gravedad delante de sus seres queridos.

“Ella tenía que obedecer, le hablaba de forma amorosa, intentaba tranquilizarnos para que no nos preocupáramos”, relató una de las hijas en la vista oral. “No era la misma cuando él estaba delante. Cuando estaba todos tenían miedo, pánico, pensaban que podía pegarlos, matarlos”, “tenía celos de sus hijos porque decía que le quitaban tiempo de estar con ella”, recoge la sentencia. A uno de ellos lo persiguió por la calle con un hacha. “La trataba como un despojo humano, no le dejaba ni que me llamase cariño, ella nos ha protegido toda la vida”, explicó el único hijo varón, al que el padre, de 62 años en el momento del crimen, odiaba especialmente. Una semana antes del asesinato, otra encontró a su madre con los dedos de su padre marcados en el cuello.

La mujer llegó a separarse en 2018 de su asesino y se marchó con dos de sus hijos a Portugal y luego a Francia. Pero tuvo que regresar por las amenazas de Joao, que no paraba de escribirle diciéndole que iba a asesinar a la parte de la familia que se había quedado en Madrid. “Si no hubiérais vuelto, os habría matado a todos”, les dijo poco antes del crimen. Solo le permitía viajar a su país natal a condición de que en el viaje de vuelta pararan en el campo, atara a su madre a un árbol y todos vieran cómo le pegaba. Todos sabían que él tenía una pistola, que limpiaba y cambiaba de lugar en la casa con regularidad para amedrentarlos a todos. “Vuestra madre va a hacer un viaje del que no va a volver jamás”, soltaba el hombre a veces mientras estaban comiendo.

El día del crimen

El día en el que Joao asesinó a su esposa, profirió una de sus últimas amenazas. “A algunos de los que están aquí les quedan pocas horas de vida”, dijo. En la casa estaban tres de sus hijas, dos yernos y sus nietos. Una de ellas insistió a su madre para que llamara a la policía. Ella, como siempre, trató de calmarla: “Tranquila, hoy está alterado porque me he operado y él no quería que me operara, entonces está más revolucionado de lo normal”. La mujer se había intervenido de cataratas. Por la tarde, dos hijas y sus maridos se marcharon de la casa, en la que solo quedaron Alice, Joao y la que aún vivía con ellos. El intercambio de mensajes de la chica con su novio refleja la escalada hasta que el padre consumó el asesinato machista.

“Aquí, bien”, escribe ella a las tres de la tarde. “Se ha levantado ahora y se ve que quiere discutir”, teclea casi a las once de la noche. La angustia aumenta conforme avanza la conversación. “Dios no os va a proteger si este os pega dos tiros”, le contesta su novio. Él le pide que salga de ahí. “Sí, pero cuando mi madre se recupere”, contesta la hija. Pasada la medianoche, la chica le escribe a su pareja que se va a dormir, pero que deja la puerta abierta. Como relató en el juicio, para ella era normal quedarse atenta del dormitorio de sus padres, por si su madre necesitara ayuda. “Ha salido este otra vez”, teclea la hija a las 00.32. A las 00.50 el novio le pide a la chica que le responda. Como esto no sucede, diez minutos después acude al domicilio.

Joao acababa de pegar un tiro a Alice y la hija había entrado en la habitación para impedirlo. La mujer consiguió salir a la puerta, mientras el padre ahogaba y acuchillaba a su hija dentro de casa, le golpeó varias veces la cabeza contra la pared y le disparó en el muslo. También ella se zafó de su padre y salió a la acera, donde un vecino salió a atenderlas y llamó a emergencias. En los minutos en los que tardaron en llegar los sanitarios, Alice no paraba de repetir: “Me ha matado, me ha pegado un tiro, estoy muerta”.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.

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