Una única culpable para el asesinato de los anillos en la espalda
Verónica C. acaba de ser condenada por matar a su pareja Paco C. para robarle relojes, dinero y una pistola. La exnovia de la víctima dio la voz de alarma de su desaparición y ha participado en la acusación en el juicio
A Paco C. lo encontraron cuando llevaba varios días muerto. Lo habían asfixiado y habían dejado el cadáver amordazado, atado de pies y manos entre una de las habitaciones y el pasillo en su casa en Madrid. En la vivienda faltaban relojes, droga, dinero, una pistola y munición. Al mover el cuerpo, los investigadores hallaron dos anillos bajo la espalda, uno con la fecha “21-5-65″ y otro con el nombre “Marian”. ¿Entrañaba eso algún significado oculto? ¿Era un simple robo? ¿Por qué dejaron el cadáver de ese modo? Un jurado popular acaba de dictar que...
A Paco C. lo encontraron cuando llevaba varios días muerto. Lo habían asfixiado y habían dejado el cadáver amordazado, atado de pies y manos entre una de las habitaciones y el pasillo en su casa en Madrid. En la vivienda faltaban relojes, droga, dinero, una pistola y munición. Al mover el cuerpo, los investigadores hallaron dos anillos bajo la espalda, uno con la fecha “21-5-65″ y otro con el nombre “Marian”. ¿Entrañaba eso algún significado oculto? ¿Era un simple robo? ¿Por qué dejaron el cadáver de ese modo? Un jurado popular acaba de dictar que la única culpable de ese asesinato cometido en marzo de 2018 es la que era su novia, Verónica C. que entonces tenía 32 años y durante todo este tiempo ha permanecido en libertad provisional.
Cuando se leyó el veredicto, en la sala estaban hermanos de la víctima y también su expareja, Paloma. Fue ella la que dio la voz de alarma cuando llevaba varios días sin saber nada del hombre, que murió con 47 años, y la que acudió a su casa en dos ocasiones cuando no respondía a sus llamadas ni mensajes. También contactó con el abogado de la familia, Iván Montoto, cuando el juez dejó en libertad a la detenida por el crimen a la espera de juicio. Paloma y Paco estuvieron juntos durante 15 años y después de que se acabara la relación sentimental, siguió otra de amistad y cuidados al hombre, con una salud muy delicada. Se había convertido casi en su “madre”, como ella misma define, y formaba parte de su vida hasta el punto que le había ofrecido en algunas ocasiones ir de vacaciones con ella y su nueva pareja.
A Paloma se le quedó grabada una de las últimas frases que le dijo su exnovio, porque fue al día siguiente cuando lo asesinaron. “Todo el mundo cree que me voy a morir, pero aquí sigo”, le comentó cuando ella le dijo que lo veía muy desaliñado. Después de eso, él dejó de responder a sus llamadas y mensajes. Preguntó a una de sus hermanas si ella sabía algo de él, pero la respuesta fue negativa, y ambas mujeres empezaron a preocuparse. Paloma hizo una primera visita a la casa, pero la puerta estaba cerrada y nadie respondió. Unos días después, la falta de respuesta elevó la alarma y las dos mujeres y el novio de Paloma fueron a la vivienda, esta vez con un cerrajero. Paco había cambiado la cerradura un mes antes y ninguna de ellas tenía una copia. “Yo me quedé fuera y el que entró y vio el cadáver fue mi pareja, algo de lo que no se puede olvidar. Al salir me dijo: Paco está dentro. Yo pensé que le había dado un infarto y había fallecido en la cama, pero mi pareja me dijo: ‘Paloma, lo han matado”, rememora la mujer.
El cuerpo estaba atado de pies y manos, llevaba las alpargatas azules con detalles blancos y los plásticos de un mando a distancia en la boca. En la casa faltaban varios objetos de valor, como relojes y dinero, pero también droga y una pistola propiedad de la víctima. El de Paco fue uno de esos crímenes que pasa desapercibido en los medios. Era hombre con problemas de adicciones a las drogas, tenía antecedentes policiales, murió en Ciudad Lineal, un barrio popular de Madrid, y en la casa, relataron los vecinos, había bastante trajín de visitantes. A veces, la falta de foco mediático es una ventaja para los investigadores, que pueden trabajar sin la presión de una resolución inmediata.
El teléfono de guardia del Grupo V de Homicidios de Madrid fue el que sonó minutos después del hallazgo del cuerpo. Cuatro años después, el subinspector Alberto desempolvó la documentación sobre su investigación para comparecer como testigo en el juicio. En el momento en el que él y otra inspectora pusieron un pie en esa casa, varias hipótesis estaban abiertas. ¿Era un ajuste de cuentas? ¿Un robo que se había ido de las manos? ¿Qué significaban los anillos? Los testimonios de los allegados de Paco abrieron varios caminos: una chica cubana, unos conocidos de un bar cercano, y también a Verónica. Esta última línea de investigación fue la que cobró fuerza.
“Tratamos de localizarla y en el primer intento lo cogió, pero se cortó o colgó. Fue imposible hablar con ella hasta que no citamos a su padre y él contactó con ella, ahí si respondió”, declaró el subinspector en la vista oral. Cuando por fin se presentó ante los investigadores, relató que la última vez que había visto a Paco era la mañana en la que los policías sitúan la muerte del hombre. “Dijo que ese día ella había salido de la casa a por churros, que cuando regresó había un hombre en la vivienda y que ella se fue a comer al McDonalds de un centro comercial cercano y no supo más de él”, contó el agente. Pero el testimonio de la vecina del piso superior, Ana, contradecía esta supuestamente idílica mañana de sábado. “Por la noche hubo una discusión enorme, oí cómo él le pedía a ella que soltara el cuchillo. Por la mañana, cuando me fui de casa, todo era silencio”, contó ante el juez.
Llegaron los análisis del teléfono de Verónica y su versión continuó desmoronándose. El seguimiento de las antenas indicó que a la hora del crimen, ella estaba en la casa. Las cámaras del centro comercial en el que se supone que comió no la recogen en ningún momento. Y en sus antecedentes, los policías encontraron varias reseñas tanto suyas como de Paco por agresiones mutuas e incluso otro apunte por haber estado involucrada en otro homicidio, por el que no llegó a estar acusada. Con ese cúmulo de pruebas, siete meses después, la mano ejecutora de ese crimen fue detenida cuando paseaba por la calle con su nueva pareja, a la que también se investigó por encubrimiento, aunque finalmente se descartó. El subinspector Alberto declaró que mientras esperaba para entrar al calabozo y abrumada por la situación, ella llegó a confesar que había matado a Paco con una almohada, aunque nunca reafirmó esa confesión ante un juez.
La acusada escuchó su veredicto de culpabilidad con el pelo a un lado, como había permanecido todo el juicio tratando de ocultar el tatuaje de una lágrima que tiene en ese lado de la cara. Solicitó no ingresar inmediatamente en prisión, algo a lo que el magistrado se negó, por la gravedad del crimen juzgado. El jurado tuvo en cuenta la especial vulnerabilidad de la víctima, que había padecido cáncer de colón, se trataba con metadona, llevaba varios bypass, arrastraba secuelas de movilidad de un accidente de coche y apenas pesaba 50 kilos cuando fue asesinado.
La fecha de una de las alianzas era la fecha de la boda de sus padres y Marian es el nombre de la hermana mayor de Paco. “Esa alianza la teníamos Paco, Marian y yo con nuestros nombres, pero él se la había intercambiado con su hermana”, apunta Paloma. Los investigadores creen que Verónica simplemente se olvidó de añadirlas al botín que robó en la casa porque quedaron debajo del cuerpo. La sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid la condena a 20 años de prisión.
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