El whatsapp que redimió a Ayuso

¿Y si la persona que dijo la inhumana frase “para algunas mujeres abortar es una fiesta” también fuese profundamente humana?

Isabel Díaz Ayuso en el acto de presentación de la reunificación de tarifas de transporte público, el 30 de octubre de 2021, en Madrid.RRF (Europa Press)

La semana pasada se filtró la información difícilmente confirmable de que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, bloqueó en el WhatsApp a algunos miembros destacados de su partido. Entendí en ese instante que nadie es totalmente inmune a la capacidad de seducción de esta mujer, porque debo decir que el dato, lejos de generarme rechazo, me hizo sentir una gran simpatía por ella.

Desde que tenemos teléfonos móviles todos nos hemos convertido en bufés libres de palabras: parece que cualquiera ...

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La semana pasada se filtró la información difícilmente confirmable de que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, bloqueó en el WhatsApp a algunos miembros destacados de su partido. Entendí en ese instante que nadie es totalmente inmune a la capacidad de seducción de esta mujer, porque debo decir que el dato, lejos de generarme rechazo, me hizo sentir una gran simpatía por ella.

Desde que tenemos teléfonos móviles todos nos hemos convertido en bufés libres de palabras: parece que cualquiera tiene derecho a pedirte un festín de cháchara a cualquier hora del día, cualquier día de semana. Y en algún momento hay que decir basta. El bloqueo debería ser un derecho inalienable.

Una simpatía similar sentí cuando afirmó aquello de que Madrid es genial porque es imposible encontrarse a un ex por la calle: tan cándida afirmación dejaba entrever que ella también ha tenido miedo de darse de bruces con alguien que le haya roto el corazón (o las pelotas). En la mente de Díaz Ayuso, la capital podría ser gracias a ella un lugar donde el pasado no toca los cojones. ¿Quién no compraría semejante propuesta electoral? El gesto de bloquear, a menudo responde a la misma lógica higiénica: si no me puedes hablar ni te puedo responder, es más fácil olvidar. Por otro lado, está la posibilidad plausible de que ella bloquease (si es que lo hizo) simplemente por joder, un móvil (que además de un teléfono portátil es aquello que mueve moralmente un acto) muy frecuente entre la gente a la que le gusta mandar.

Aunque hay también en ese gesto algo de desesperación: como no puedo domar un problema, lo bloqueo y así tengo la sensación de que lo controlo. Aunque, espera, ¿lo controlo? Ahora no sé si me han escrito o no y estoy rumiando si se habrán dado cuenta de que les he bloqueado y a lo mejor no debería haberlo hecho porque tampoco hay que ponerse así, aunque bueno mira, ya lo he hecho, que no hubiesen sido tan cabrones, si me quieren contactar lo pueden hacer de mil maneras, que me llamen, bueno desbloqueo, bueno bloqueo, bueno no, mira, desbloqueo, no vayan a pensar que me importa, aunque, sinceramente, sí me importa. Venga, bloqueo. Y así hasta que te derrumbas y alguien con maneras paternalistas, Miguel Ángel Rodríguez, por ejemplo, te hace comprender que tu gesto se podría tildar de niñería y te explica que hay una pestaña que se llama “Archivar”, una especie de cementerio de remitentes, donde puedes poner a la gente cuyos mensajes —que seguirán llegando pero no te serán notificados— no quieres ver. Ante todo, madurez.

La semana pasada, cuando supe que Díaz Ayuso había bloqueado a varios compañeros de su partido, me di cuenta de que la persona que inhumanamente dijo que para algunas mujeres abortar “es una fiesta”, a lo mejor sufre por las mismas bobaditas que todas. Si así fuera, seguro que ahora mismo estaría chequeando compulsivamente la pestaña “Archivar”.

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