Flores blancas a tus pies

Una margarita o una mielaria siempre llama la atención y tendrá un lugar apropiado para lucirse

Margaritas mexicanas a pleno sol. EDUARDO BARBA

El color de las flores blancas no debería de faltar en ningún jardín. Aportan una luminosidad indispensable y relajan la vista ante otros tonos más cálidos. También unifican de forma magistral los distintos verdes de un espacio, a veces tan distintos unos de otros. Una flor blanca nos llama la atención sin desearlo siquiera, y siempre tendrá un lugar apropiado para lucirse.

No solo han de ser flores de tamaño grande, por lo que vamos a fijarnos en unas pequeñas invitadas con grandes posibilidades en un espacio verde: ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El color de las flores blancas no debería de faltar en ningún jardín. Aportan una luminosidad indispensable y relajan la vista ante otros tonos más cálidos. También unifican de forma magistral los distintos verdes de un espacio, a veces tan distintos unos de otros. Una flor blanca nos llama la atención sin desearlo siquiera, y siempre tendrá un lugar apropiado para lucirse.

No solo han de ser flores de tamaño grande, por lo que vamos a fijarnos en unas pequeñas invitadas con grandes posibilidades en un espacio verde: la mielaria (Lobularia maritima) y la margarita mexicana o cimarrona (Erigeron karvinskianus). Esta última, una herbácea perenne originaria de zonas montañosas, desde México hasta Venezuela, se ha naturalizado en nuestro país, fruto del extenso cultivo y de su éxito como ornamental. La podemos encontrar creciendo tranquilamente en las calles urbanas de todo el norte de España y en zonas costeras, por ejemplo. Se trata de una especie muy colonizadora, a la que le fascina desarrollarse en muros de piedra viejos y en grietas de las aceras. Su facilidad para extenderse es debido a dos características. Por un lado, un sistema radicular muy explorador, capaz de generar nuevos tallos a cierta distancia de la planta madre. Por el otro lado, sus semillas pueden volar literalmente muy lejos, ya que son increíblemente ligeras. En un solo gramo de peso caben hasta 12 000, lo que nos da una idea de su levedad. Así, si contamos con esta especie en nuestra terraza, no será raro que aparezcan plantas de margarita en los balcones inferiores, o en el alcorque de la calle por debajo de nuestra casa.

Teresa Peña, responsable de Viveros Peña, considera a la margarita mexicana como una favorita de muchos paisajistas. “Aquí la comercializamos en macetas pequeñas cuadradas de nueve centímetros, ya que crece muy rápido y no es necesario tamaños más grandes. Es perfecta no solo para el jardín, sino también para cultivarla en macetas y jardineras”. Así de pródiga se muestra con sus inflorescencias blancas y rosadas. A veces es difícil encontrarla sin florecer, ya que es una incansable productora de margaritas, aunque en lo más crudo del invierno y en ciertos momentos del verano más caluroso puede decaer su ritmo de floración, hasta cesar por completo. En un balcón ocupará un lugar preferente tapizando aquellos macetones con arbustivas, arbolillos, gramíneas u otras herbáceas, y también con plantas bulbosas, haciendo de cama perfecta a la belleza que se desarrolle por encima de ella.

Otra planta ideal para este cometido de cubrir el suelo al pie de otras plantas es la mielaria, una especie autóctona de toda la región mediterránea que recibe otros nombres como mastuerzo marítimo o ramillete de plata. Suele crecer en las cercanías de la costa, y sus pequeños cojines florales son una auténtica delicia en cualquier rincón del jardín. Esta planta, de la familia de la col o del repollo, es extremadamente florífera, y muy fácil de cultivar a partir de su semilla. “Está floreciendo siempre, incluso en invierno, y me encanta su aroma. Cuando paseo por delante de ella, su olor a miel me acompaña”, cuenta Aurora Carrascal, cuyo jardín atesora docenas de ejemplares de esta planta tapizando varias zonas. “Prefiero las de flor blanca”, apunta, ya que es una especie que podemos encontrar también en variedades de color rosa, lila o morado. Aparte, estos últimos colores no poseen tanto aroma. Aurora también disfruta viendo el ir y venir de los numerosos insectos polinizadores que acuden atraídos por su fragancia y su néctar.

Tanto a una especie como a la otra les beneficia una exposición muy soleada, aunque la margarita es capaz de seguir floreciendo si tan solo le llegan unos pocos rayos de sol diarios en una situación más sombreada. Asimismo, ambas necesitan de un recorte anual, en los momentos de menor floración o cuando veamos que sus tallos han envejecido, mostrándose caóticos o despoblados en la base. Es ideal realizar esta poda de rejuvenecimiento en los momentos de crecimiento de la planta, no tanto en pleno invierno; si se acompaña, además, con un abonado orgánico rico, tendremos una brotación fuerte asegurada. Esta poda puede ser incluso severa en el caso de la margarita, cortándola prácticamente a ras del suelo. Con la mielaria no debemos de ser tan drásticos, o nos arriesgamos a que no rebrote. Basta con tener la precaución de dejar algunas pocas hojas verdes y sanas en los tallos que cortemos. Poco después, una alfombra de minúsculas flores blancas alegrará nuestras mañanas.

Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.

Sobre la firma

Más información

Archivado En