Análisis

El triunfo de la sensatez

Frente al tono belicoso de otros líderes, el alcalde ha dibujado un perfil propio y ha sabido marcar la agenda en lugar de ir a remolque

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.Ballesteros (EFE)

La reacción de los gobernantes ante las crisis puede arruinar sus carreras de manera irreversible o bien hacer que su popularidad se dispare hasta niveles insospechados. Véase el caso de George W. Bush, un presidente que llegó a la Casa Blanca en medio de una enorme controversia postelectoral y que, como consecuencia del 11-S, pasó de una ajustada aprobación en las encuestas (51%) a un sobresaliente holgado (90%) casi de la noche a la mañana.

En la crisis que nos golpea estos días ha emergido en España un líder inesperado: ...

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La reacción de los gobernantes ante las crisis puede arruinar sus carreras de manera irreversible o bien hacer que su popularidad se dispare hasta niveles insospechados. Véase el caso de George W. Bush, un presidente que llegó a la Casa Blanca en medio de una enorme controversia postelectoral y que, como consecuencia del 11-S, pasó de una ajustada aprobación en las encuestas (51%) a un sobresaliente holgado (90%) casi de la noche a la mañana.

En la crisis que nos golpea estos días ha emergido en España un líder inesperado: José Luis Martínez-Almeida. Un jugador revelación, en términos deportivos, cuya figura ha crecido visiblemente durante la gestión de la emergencia sanitaria, hasta el punto de ganarse el reconocimiento de buena parte de sus adversarios en la izquierda. Los mismos que seguramente subestimaron su potencial cuando se presentó a las elecciones en 2019 y que ahora elogian su papel ante la tragedia o, como mínimo, le conceden un respetuoso y significativo silencio.

Hace un año, Almeida parecía la antítesis del político estrella. Resultaba difícil encontrar en él las cualidades que se esperan de un candidato ideal según los cánones hollywoodienses de la comunicación electoral: alto, atractivo, con un tono de voz convincente y una oratoria que encandile a las masas. Era sencillamente un abogado del Estado con fama de trabajador y preparado, capaz de hablar durante minutos sin recurrir a un papel, pero desprovisto del carisma que se espera de quien aspira a dirigir la capital de España.

Hace un año, Almeida parecía la antítesis del político estrella

Sonaba más bien a un plan B ante la dificultad para encontrar candidatos más conocidos entre las filas del PP. En ese escenario, vale la pena recordarlo, Almeida acabó perdiendo por más de 100.000 votos frente a Manuela Carmena. Y pese a todo, un año después, el discreto aspirante reconvertido en alcalde ha sabido encontrar su espacio y su consolidación es ya indiscutible no solo en el Palacio de Cibeles, sino también a nivel nacional.

En un contexto de polarización e incertidumbre, y con los ciudadanos encerrados en sus casas durante largas semanas, Almeida ha exhibido una notable capacidad de adaptación a partir de una receta que mezcla inteligencia y una cierta campechanía. Así ha logrado ser percibido como un gestor empático, cercano y sensato; un gobernante capaz de transmitir seguridad, serenidad y confianza a una sociedad necesitada de certezas.

En un contexto de polarización e incertidumbre, y con los ciudadanos encerrados en sus casas, ha exhibido una notable capacidad de adaptación

Frente al tono belicoso de otros líderes, el alcalde ha dibujado un perfil propio y ha sabido marcar la agenda en lugar de ir a remolque. Alejado del histrionismo, el griterío y la sobreactuación, ha optado por una actitud apaciguadora y constructiva, tendiendo puentes con la oposición en lugar de echar aún más leña al fuego. En esta línea, se ha mostrado razonable en sus críticas al Gobierno central y humilde a la hora de asumir sus propios errores, con la ventaja añadida de no tener competencias estatales o autonómicas por las que pudiera ser responsabilizado.

Vivimos tiempos de alta volatilidad y resulta imposible pronosticar si la popularidad del regidor madrileño perdurará más allá de la crisis o se desvanecerá en cuanto las batallas partidistas recuperen el protagonismo en la actualidad municipal. De momento, puede saborear la satisfacción de ser elogiado por sus rivales, aplaudido en la calle durante una entrevista en televisión e incluso mencionado espontáneamente como posible candidato a la Presidencia entre los encuestados por el CIS. Por otro lado, todavía queda un largo recorrido hasta 2023 y, para mantener su sillón e incluso aspirar a metas más altas, Almeida deberá rehuir los cantos de sirena y trabajar con los pies en el suelo. Pero si consigue transformar las percepciones actuales en votos futuros, tendrá por delante una carrera prometedora.


Luis Tejero es director de Asuntos Públicos de Grayling.

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