La Navidad de Vigo dispara la demanda de guías turísticos: “Es nuestro segundo agosto”
El lleno total por las luces colapsa la ciudad, bate récords de visitantes portugueses y agudiza la crispación de los vecinos del centro
El veterano guía vigués Borja Concheiro ha estado meditando casi toda la mañana, vigilando el cielo por la ventana, hasta tomar una difícil decisión: contactar con todos los clientes de la tarde para cancelar la visita guiada a las luces de la Navidad de Vigo. Siempre tiene dudas porque con los augurios del tiempo, como profesional que trabaja al aire libre, expuesto a las pulmonías, suele llevarse sorpresas. Pero esta vez se conoce que es cierto: los semáforos, las señales, los arcos con cientos de luces led se columpian violenta...
El veterano guía vigués Borja Concheiro ha estado meditando casi toda la mañana, vigilando el cielo por la ventana, hasta tomar una difícil decisión: contactar con todos los clientes de la tarde para cancelar la visita guiada a las luces de la Navidad de Vigo. Siempre tiene dudas porque con los augurios del tiempo, como profesional que trabaja al aire libre, expuesto a las pulmonías, suele llevarse sorpresas. Pero esta vez se conoce que es cierto: los semáforos, las señales, los arcos con cientos de luces led se columpian violentamente con el viento amenazante. En media Galicia lleva todo el día diluviando. Sin embargo, y pese a las previsiones, las calles de la ciudad se inundan de turistas desde primera hora de la tarde a la espera de la puesta de sol y el encendido de las luces. Es lo mismo que pasa cada jornada desde que el viernes 24 de noviembre el alcalde, Abel Caballero (PSdeG), pulsó el botón inaugural de casi dos meses de Navidad bajo una lluvia de confeti y nieve artificial. La Policía Local, voluntarios y Protección Civil se afanan en pastorear los ríos humanos que desbordan las aceras en este año en el que un portavoz municipal asegura que “se va a batir el récord de turistas internacionales” y ya, sin duda, se ha batido el de visitantes portugueses. Las máquinas de cobro de los aparcamientos subterráneos del centro ya apenas hablan otro idioma que no sea el de Pessoa.
“La campaña de Navidad es un segundo agosto para nosotros”, zanja Concheiro, al timón de la empresa Vigo Turístico, que ofrece rutas originales y diversas durante todo el año pero que ahora se vuelca en satisfacer la demanda del turismo de las luces. La moda que comenzó a mediados de la década pasada y se consolidó como fenómeno de masas desde 2017 (con el alcalde socialista como actor principal) despliega este año según los datos del consistorio 11,5 millones de leds en 450 calles, 6.000 estructuras decorativas, 3.708 arcos de luz, 2.318 árboles iluminados y 56 elementos gigantes, como regalos, bolas, muñecos de nieve, un castillo y el árbol que desató la batalla —más publicitaria que política— entre el regidor de Vigo y el de Badalona, Xavier García Albiol (PP), allá por octubre. Ambos hicieron lo imposible por poder presumir del abeto artificial más alto de España, pero al final la ciudad catalana quedó fuera del podio, el tercer puesto fue para Vigo, el segundo para Armilla (Granada) y la medalla de oro se la llevó contra todo pronóstico la descomunal estructura piramidal de Santiago de Cartes (3.400 habitantes en el pueblo; 5.800 vecinos en todo el municipio cántabro), con sus 65 metros de estatura.
Pero el árbol de la Porta do Sol de Vigo, enorme también con sus 44 metros y con conciertos diarios en la base, sigue sintiéndose como el epicentro de la fiesta. La maquinaria viguesa rueda ya sola gracias a la fama que ha cobrado. El Ayuntamiento blande datos de las asociaciones de hostelería y asegura que la ocupación ronda el 100%, alimenta el sector en toda la provincia de Pontevedra y muchos viajeros optan ya por reservar fuera de sus lindes, “en Ourense o Santiago” para moverse en coche o tren hasta Vigo. Los portugueses, que al principio de la campaña protagonizaron y sufrieron jornadas históricas de caos viario en las que se colapsó por completo la ciudad más grande de Galicia, suben al trenecito, a la noria o al barco de Navidad para ver las luces desde el mar, pero “no son, precisamente, los que contratan más tours”. La clientela de los guías procede de Madrid y la Meseta, de las comunidades limítrofes, “de las Islas Canarias o de Alicante” y, además, “hay muchas personas de América Latina”, constata Concheiro. Su público lo conforman, por lo general, “muchísimas más mujeres” que hombres.
Los diversos itinerarios en los que reservar plaza se pueden encontrar en plataformas de freetour por internet y luego están los guías de hoteles y viajes organizados. También el Ayuntamiento incluye opciones en su web informativa, pero no los regula ni lleva cuenta de cuántos recorren la ciudad en estas fechas, según la misma fuente municipal: “Las autorizaciones dependen de la Xunta de Galicia, y la verdad es que los mismos guías velan por que no haya intrusismo y que todos lleven colgando al cuello el carné”. Existen algo más de 900 permisos en toda la comunidad de los que, como verdaderos guías, “ejercen menos de un tercio, aunque hay demanda y trabajo para más”, reconoce Concheiro, que hasta octubre fue vicepresidente de Agagui (Asociación Galega de Guías).
Luego, sobre el terreno, llega a haber ocasiones en que se casi se funden unos con otros. Hay momentos en los que se puede escuchar las explicaciones de varios guías al mismo tiempo, cuando confluyen en algún elemento visitable y los viajeros de una y otra comitiva se lían a hacerse selfis ante algún reno gigante o un rótulo con las letras de la ciudad. Entonces, al compararlos, se comprueba que la calidad del guion entre los profesionales que encabezan, paraguas en alto, a grupos de turistas varía bastante. Mientras una mujer hurga en la rivalidad con Pontevedra y alecciona a los visitantes sobre cómo hay que meterse con los pontevedreses cuando se es vigués de pura cepa (citando a Ence y el olor de la celulosa), otra revela a los turistas que la frase que Abel Caballero repite hasta la extenuación, “¡Viva Vigo!”, “no la inventó él”. La hemeroteca conserva las crónicas de aquel día de 1967 en que el productor de cine Cesáreo González (Suevia Films) regaló a su ciudad natal una fuente luminosa de siete colores para coronar la plaza de España. “El hombre estaba tan afónico aquel día que apenas podía hablar en el acto inaugural, así que dijo “¡Viva Vigo!”, y terminó”.
Otro guía cuenta a sus clientes curiosidades de pretéritos gobernantes tan abanderados del viguismo como el actual, incluida la edición más disparatada de la Cabalgata, cuando en 1987, de la mano del socialista Manoel Soto (el alcalde de la Movida), a punto estuvo de acabar en tragedia: los Reyes Magos trataron de llegar en globo a la ciudad un día de temporal y naufragaron en la ría con sus túnicas, sus barbas y sus turbantes. En la comitiva iban actores como Manuel Manquiña o Antonio Durán Morris, y músicos como Alberto Comesaña, a la sazón cantante de Semen Up. Los niños lloraban, creían haber asistido en directo a la histórica muerte de los monarcas de Oriente, hasta que el barco de rescate Remolcanosa Cinco los puso a salvo en la dársena. Empapados, pero vitoreados.
“Vendemos Vigo, somos apasionados de la ciudad, sus rincones desconocidos y su historia, pero en esta época estamos haciendo una labor de héroes... trabajamos a la intemperie, enfermamos, tenemos que movernos con la calles a tope y dejarnos la voz para que se nos escuche”, describe el representante de Vigo Turístico. “El fenómeno freetour, que nació en Berlín y en Vigo empezó conmigo en 2017 es más dinámico que el tour tradicional... la gente valora al final y paga lo que considera, pero la verdad es que la media de pago en el tour de las luces es baja”. Entre los cientos de turistas, algunos, sigue Borja Concheiro, expresan su decepción cuando llegan al punto de encuentro: Lo han visto tanto en la tele que “hay gente que espera que Caballero les enseñe las luces en persona”.
Los vecinos más descontentos
El imposible equilibrio entre los intereses de hosteleros y comerciantes y el deseo de vivir en paz y sin ruido de los vecinos del centro —que ven sus calles “convertidas en un parque temático para turistas” entre finales de noviembre y mediados de enero— se tensa cada año y desemboca repetidamente en los juzgados. La alarma, en esta edición, saltó en pleno montaje y alcanzó la cúspide durante los primeros días del alumbrado, con la oleada de visitantes del país vecino que aprovecharon su fiesta de la independencia de la corona española en 1640 (1 de diciembre) precisamente para cruzar la frontera en esta dirección. En una rueda de prensa convocada tras el desastre de tráfico que nadie predijo, la portavoz de la Asociación vecinal Zona Centro de Vigo, Alba Novoa, criticó que “la falta de planificación” del Ayuntamiento “puso en riesgo a miles de ciudadanos, la vida de las personas” porque los servicios de emergencias no podían entrar. Con ella comparecieron ante los medios representantes de los Bomberos, de Emergencias y de la Policía Local que aseguraron que “los tiempos de espera” se habían “incrementado” y denunciaron que una ambulancia había llegado a quedar “atrapada ocho minutos en un túnel”.