Un gran regalo de Reyes
Paul Daniel, Teimuraz Janikashvili y la Real Filharmonía de Galicia ofrecen a su público un precioso Concierto de Reyes en torno a ‘Las cuatro estaciones’
La Real Filharmonía de Galicia (RFG), dirigida por Paul Daniel, ha celebrado este martes su tradicional concierto de la Noche de Reyes. Siguiendo el eje que vertebra la programación de esta temporada, Emocións naturais, el programa versó sobre el paso de las estaciones del año. Para ello, nada mejor que un repaso actualizado de Las cuatro estaciones para violín, cuerda y continuo, de Antonio Vivaldi (1678-1741), acompañado de alguna de las composiciones de otros autores inspiradas en el más célebre ciclo del compositor veneciano.
Como viene haciendo a lo largo de la tempor...
La Real Filharmonía de Galicia (RFG), dirigida por Paul Daniel, ha celebrado este martes su tradicional concierto de la Noche de Reyes. Siguiendo el eje que vertebra la programación de esta temporada, Emocións naturais, el programa versó sobre el paso de las estaciones del año. Para ello, nada mejor que un repaso actualizado de Las cuatro estaciones para violín, cuerda y continuo, de Antonio Vivaldi (1678-1741), acompañado de alguna de las composiciones de otros autores inspiradas en el más célebre ciclo del compositor veneciano.
Como viene haciendo a lo largo de la temporada, Paul Daniel pronunció unas palabras en gallego e inglés exponiendo la idea general del programa, comentando que era un “concierto de celebración”. Para no olvidarlo, el concierto comenzó con la obertura de la opereta El murciélago, de Johann Strauss hijo, “como se celebra en Viena”. La versión de Daniel y la RFG fue brillante y llena de contrastes, especialmente entre el vals y el resto de la obra.
La siguiente parada, Venecia, tiene su más popular representante musical en Antonio Vivaldi y nada mejor para una celebración festiva que su ciclo sobre Las cuatro estaciones. Desde hace tiempo, este suele contrastarse, bien en bloque bien estación a estación, con Las cuatro estaciones porteñas de Astor Piazzolla. El concierto de Reyes de la RFG fue un viaje temporal como de un curso escolar: del invierno al otoño, con principio y final en los conciertos del cura veneciano dedicados a esas dos estaciones. Entre ambos, La primavera porteña de Piazzolla (1921-1992) y el Verano de Vivaldi recomposed, de Max Richter (n. 1966), completaron una idea realmente original, fresca y enriquecedora.
Paul Daniel contó para este ciclo con la colaboración de un gran violinista, Teimuraz Janikashvili. Nacido en Tiflis, Georgia, a los ocho años debutó con la Orquesta Nacional de Georgia, con la que realizó varias giras y grabaciones. Tras completar su formación en Tiflis y Moscú y trabajar en diferentes orquestas de Rusia y Georgia se trasladó a España, donde desarrolla su trabajo en diferentes facetas desde 1999. Galicia, Castilla y León y Cataluña han sido las bases desde donde su actividad artística y docente se ha extendido por toda España, Portugal, Venezuela y Estados Unidos, entre otros lugares.
Desde el comienzo de El invierno, Daniel dirigiendo desde el clave y Janikashvili con su violín demostraron que la rutina y el conformismo no forman parte de su idea de la música. Sobre los acordes iniciales de la orquesta, afilados como carámbanos colgando de un alero y recios como pocas veces se suele escuchar, el violín de Janikashvili resplandeció como el reflejo del Sol en la nieve. Su fraseo en el Largo central fue el centro de un precioso diálogo con la orquesta, cuya calma contrastó vívidamente con el dinamismo del Allegro final.
Sin aplausos intermedios, Daniel mostró el origen bandeonístico de la Primavera porteña con ataques de las cuerdas que sonaban como respiraciones del bandoneón original. La parte solista fue interpretada con sentimiento y hondura para llegar a un final realmente memorable. El verano tuvo su representación en la obra de Max Richter. Esta va más allá de una mera versión o arreglo porque supone una verdadera “deconstrucción” y un nuevo montaje de las piezas con un cierto aire de música repetitiva minimalista que proporciona a la obra un nuevo brillo.
La versión de Janikashvili y Daniel fue realmente rutilante, hasta el punto de provocar un caluroso aplauso; en la transmisión en “streaming”, incluso pareció oírse alguna petición de bis. Esto, que algunos podrían considerar que quebraba la unidad conceptual de esa parte nuclear del programa, es algo que cualquier aficionado a la ópera reconoce y asume como natural. Bienvenidas sean estas manifestaciones de entusiasmo cuando surgen espontáneas a consecuencia de una gran interpretación.
Este entusiasmo culminó -y podríamos decir que se desbordó- al final de la versión de El otoño vivaldiano, tal vez el más popular de estos cuatro conciertos del Prete Rosso. En el Allegro inicial, Janikashvili voló muy por encima del virtuosismo exigido en las diabólicas escalas escritas por Vivaldi, que fueron para el solista como una firme base desde la que desarrolló toda su musicalidad. Lo hizo con el precioso contraste con los motivos lentos, que fueron dichos con una gran carga de sentimiento exento de sentimentalismo y una hermosa sensación de calma y espacio.
Esta aumentó en el adagio molto central por el ambiente creado por Daniel desde el registro grave del clave y fue multiplicada por el conjunto de la RFG. La soberbia expresividad de solista y orquesta en el Allegro final provocó una Fuerte ovación del público presente en el Auditorio de Galicia, a la que se unieron calurosamente los profesores de la orquesta gallega. Esperemos que esta colaboración no tarde en repetirse.
Como final, la siempre estimulante obertura de Guillermo Tell, de Gioachino Rossini elevó el tono festivo del concierto y dejó un excelente sabor de boca a los aficionados compostelanos y de todo el mundo que pudieron gozar del concierto. Ojalá sea el primero de los de un año mejor que ese 2020 de infausta memoria y que 2021 nos permita ver de nuevo auditorios llenos, no solo de buena música, sino también de público tranquilo y satisfecho.