A Mariña goza de la quintaesencia de la música
Concierto de gran altura técnica y artística a cargo del Cuarteto Cosmos y el clarinetista Luis Cámara
El Festival Bal y Gay prosigue su andadura. Tras los conciertos familiares de sábado y domingo a cargo del Quinteto InVento y el grupo Arcos Iris, volvió a A Mariña de Lugo la quintaesencia de la música, la música de cámara. Protagonistas del concierto, el Cuarteto Cosmos, formado por Helena Satué y Bernat Prat, violines; Lara Fernández, viola, y Oriol Prat, violonchelo. A ellos se unió tras su interpretación del Cuarteto en si bemol mayor, op.76 nº 4 de Joseph Haydn el clarinetista Luis Cámara para tocar el Quinteto con clarinete en si menor, op. 115 de Johannes Brahms.
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El Festival Bal y Gay prosigue su andadura. Tras los conciertos familiares de sábado y domingo a cargo del Quinteto InVento y el grupo Arcos Iris, volvió a A Mariña de Lugo la quintaesencia de la música, la música de cámara. Protagonistas del concierto, el Cuarteto Cosmos, formado por Helena Satué y Bernat Prat, violines; Lara Fernández, viola, y Oriol Prat, violonchelo. A ellos se unió tras su interpretación del Cuarteto en si bemol mayor, op.76 nº 4 de Joseph Haydn el clarinetista Luis Cámara para tocar el Quinteto con clarinete en si menor, op. 115 de Johannes Brahms.
El Cuarteto Cosmos muestra una gran solidez como conjunto, por sonido, adecuación estilística y vuelo expresivo. En Haydn, tras el ambiente creado por la introducción se abrió paso un Allegro lleno de luminosidad en el que la alternancia de sus secciones mostró el gran entendimiento entre los componentes del grupo en el diálogo planteado por el padre del cuarteto.
En el Adagio el oyente se pudo sentir como navegando en una nube de redondez armónica, sobre la que se elevaba el violín de Helena Satué trazando la melodía con gran belleza y una precisión casi quirúrgica. Los preciosos arpegios en el registro grave del chelo de Oriol Prat tuvieron la consecuencia lógica de un final de hermosa calma.
El Minueto hizo destacar la capacidad de los componentes de grupo de hacer cantar sus instrumentos, destacando en el Trio el sabor popular. En el cuarto movimiento, Allegro non troppo, logró Cosmos la brillantez y eficacia conclusiva de los finales haydnianos, extrayendo de su contrapunto lo mejor de su carácter lúdico.
La segunda obra en programa requiere un radical cambio de estilo y carácter y no solo por la incorporación del clarinete como quinto instrumento –o primero, según se mire- del conjunto. Escrito en 1891, el Quinteto con clarinete es obra de madurez de ese Brahms que tanto tardó en dar a luz algunas de sus mejores composiciones.
La versión de Luis Cámara y Cosmos mostró todas las mejores cualidades de la obra de principio a fin de esta. El bosquejo del tema principal por el violín primero fue recogido por Cámara para hacerlo brillar en toda su suntuosidad tímbrica y expresiva. El quinteto funcionó como un engranaje de precisión y mostró en todo su valor la densidad tan brahmsiana de la obra. La regia serenidad del final del primer movimiento fue el enlace perfecto con el segundo, Adagio.
El canto del clarinete creó el ambiente idóneo, la respuesta del violín lo recogió ampliando la tensión expresiva de la primera sección. En la segunda, Cámara puso el protagonismo de su instrumento al servicio de la partitura, haciendo de este Adagio un lied, un canto de amor que reflejó a la perfección el gran impacto musical y personal de Richard von Mühfeld (1856 - 1907) sobre aquel Brahms a (1833 - 1897) quien Sergio Martinotti llama “el anciano maestro”. El encuentro entre ambos se produjo durante el verano de 1891 en Meiningen, donde von Mühfeld formaba parte de la orquesta de la corte del Duque, siendo también conocido desde hacía años por su virtuosismo como instrumentista
Este Adagio fue de algún modo la cima musical de la versión -escuchada para esta crónica a través de la grabación del concierto en el canal de YouTube del festival-. El Andantino- presto non assai, ma con sentimento supuso el martes la liberación de la enorme energía condensada en sus pentagramas. El cuarto movimiento, un arquetípico tema con variaciones brahmsiano, permitió al quinteto cerrar el círculo de una obra maestra y el lucimiento de sus componentes.
Fue notable la expresividad del chelo en la primera variación, la concertación del grupo en la segunda, el diálogo entre violín y clarinete -tocado por la gracia este en sus notas en staccato- su canto en la cuarta, el recuerdo del Adagio en la magíficamente concertada quinta variación y esa escala en ritmo ternario del clarinete dando paso a los impresionantes dos acordes finales. Sin duda, un concierto para recordar.