La campaña perenne y el candidato ausente
Los aspirantes del 28-M digieren la cocina del CIS, con horquillas tan amplias que todo puede cambiar mucho o nada. El PP nacional, autonómico y municipal se centra en Sánchez
Por extraño que parezca, la campaña electoral para las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo ha empezado este viernes. La diferencia con las jornadas ―y meses― anteriores es que, según la ley, desde el trigésimo octavo día posterior a la convocatoria de los comicios, los candidatos pueden colocar publicidad electoral en los distintos soportes. Como se sabe, la línea entre la propaganda y cualquier intervención de los diferentes partidos, instalados en una campaña perenne, es finísima. Tanto es así, qu...
Por extraño que parezca, la campaña electoral para las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo ha empezado este viernes. La diferencia con las jornadas ―y meses― anteriores es que, según la ley, desde el trigésimo octavo día posterior a la convocatoria de los comicios, los candidatos pueden colocar publicidad electoral en los distintos soportes. Como se sabe, la línea entre la propaganda y cualquier intervención de los diferentes partidos, instalados en una campaña perenne, es finísima. Tanto es así, que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ya ha mostrado signos de desorientación antes de empezar: “Acabo con la palabra ilusión porque eso es lo que percibo cada vez que vengo a Andalucía”, dijo en Badajoz.
Y por extraño que parezca, lo que se decide el 28 de mayo son los gobiernos de 12 comunidades autónomas y 8.131 municipios, aunque muchos mensajes electorales se dirijan contra un candidato que no se presenta. Declaró el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que aspira a repetir en el cargo: “Pedro Sánchez tiene sus días contados en La Moncloa. Depende de nosotros” [del Ayuntamiento, se entiende]. Y dijo la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso: “Lo que pase en Madrid [en la Comunidad] resonará en toda España, cambiará el rumbo de este país”. A 6.000 kilómetros, el presidente del Gobierno se disponía a pegar en Washington su propio póster de campaña: la foto con Joe Biden, regalo inesperado de la Administración estadounidense, que fue la que eligió la fecha del encuentro. Feijóo, que en marzo ya intentó contraprogramar la cumbre iberoamericana con un acto en la capital comandado por una telepredicadora gritona que desmaya a la gente tocando frentes, se burló de la visita leyendo un chiste que llevaba escrito: “Como se acerque al Air Force One, lo mismo quiere uno para él. Yo he venido en tren”. Horas más tarde, en Toledo, el líder del PP pareció plantear un juego al público. Había que adivinar si quería decir lo que estaba diciendo o todo lo contrario: “Yo no me alegro de que haya sido el presidente español que más ha tardado en ser recibido en la Casa Blanca; tampoco me alegro de que, por lo que parece, no va a comparecer el presidente de los EE UU en rueda de prensa conjunta con el presidente de nuestro país”.
Los candidatos empezaron el día con resaca: la del CIS, que con una muestra de casi 22.000 entrevistas y horquillas de escaños bastante amplias en algunos casos, viene a decir que todo puede cambiar mucho, poco o casi nada. La digestión de los platos cocinados por el Centro de Investigaciones Sociológicas, la encuesta más amplia, será larga. Algún aspirante debió despertarse, además, con agujetas por la tradicional pegada de carteles ―Gabriel Rufián, candidato a la alcaldía de Santa Coloma, se subió a una farola―. Las calles han quedado empapeladas con sonrisas y frases bonitas ―“Todo es posible”; “Abre camino”; “Libérate”; “Siente La Gomera”; “Valentía para transformar”—, alguna inspirada fuera ―“Barcelona grande otra vez”― e incluso neologismos: “Compostelaré”, primera persona del verbo compostelar.
Debate en la Comunidad Valenciana
En la Comunidad Valenciana, otro de los territorios donde puede cambiar todo o nada, los candidatos a la presidencia de la Generalitat han participado en un debate organizado por la Cadena SER. La mayoría absoluta está en 50 escaños. Según las horquillas del CIS, el bloque de la izquierda podría obtener entre 47 y 58, y el de la derecha, entre 39 y 48. Como sus compañeros de Madrid y de buena parte del resto del país, el aspirante del PP, Carlos Mazón, apuntó al candidato ausente, “el sanchismo”, para criticar a “su delegado”, el actual presidente valenciano, Ximo Puig. Ambos se enredaron en la corrupción. El socialista reivindicó que habían “superado la herencia reputacional” del PP ―a la que aludió en varias ocasiones― y Mazón le afeó que hiciera oposición “al PP de 2011″, al tiempo que se zafaba de los recordatorios sobre Gürtel aludiendo a la investigación sobre el hermano de Puig por un supuesto fraude de subvenciones públicas. El candidato de Podemos, Héctor Illueca, advirtió en su minuto final: “Os dirán que votar a Podemos no sirve para nada, pero sí. La historia demuestra que las ideas son más poderosas que el dinero, que David puede vencer a Goliat”, dijo. También se puso poética la aspirante de Ciudadanos, Mamen Peris: “Somos un diamante en bruto que los extremos no nos dejan pulir”. Joan Baldoví, de Compromís, recordó que las elecciones “no van de lo que ocurre a 300 kilómetros”, sino de la sanidad, la educación y los servicios públicos en la Comunidad. Vox se dirigió “a los que votaban al PP cuando todavía tenía principios”, a lo que queda de Ciudadanos y a los que nunca van a votar, y aportó una innovación en su discurso, al asegurar su candidato, Carlos Flores, que “para la defensa de lo valenciano y del valenciano [lo dijo en esa lengua] solo queda Vox”. Por menos que eso, Santiago Abascal acusó en su día a Feijóo de nacionalista peligroso que usaba en Galicia las mismas “tácticas del separatismo catalán”.
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