Especial publicidadIslas Canarias

Locos por meterse en todos los charcos

El relax de contemplar el horizonte desde la piscina infinita de un hotel canario constituye un auténtico regalo. Pero aún puede serlo más hacerlo desde una piscina natural en medio del océano: otra de las maravillas sorprendentes que aguardan en las Islas Canarias. Estos son los charcos canarios en los que, sí o sí, hay que meterse

El Pozo de las Calcosas es uno de los rincones con mayor encanto de El Hierro. Ubicado al norte de la isla, este caserío singular 'esconde' dos piscinas naturales en pleno Atlántico.

Entre los muchos secretos que encierran las Islas Canarias hay uno que maravilla a todo aquel que lo conoce: sus piscinas naturales, obras maestras de la naturaleza que han necesitado de millones de años para alcanzar la forma actual con la que triunfan en el Instagram (y afortunadamente, en la retina, unos segundos antes) de viajeros de todo el mundo. Las piscinas tienen su origen en las numerosas erupciones volcánicas que, arrojando incontables toneladas de roca, ceniza y lava sobre las islas, han formando fajanas. En muchos casos, no se detuvieron hasta llegar al océano. Siglos y siglos de erosión y mareas moldearon estas fajanas y crearon en el mismísimo océano piscinas naturales que, repartidas por todas las islas, son una de las sorpresas más curiosas y gozosas que esperan en el archipiélago. Hay 492 charcos catalogados, pero estos son los inexcusables.

A tan solo 20 minutos en barco desde Corralejo (Fuerteventura), se encuentra el islote de Lobos. Un rincón para desconectar y disfrutar entre sus aguas cristalinas.

De Charco Azul a Charco Azul

La relativa juventud de la isla de El Hierro hace que la erosión no haya dejado playas de grandes extensiones, pero en cambio cuenta con una imponente colección de piscinas naturales. En el norte de la isla, el Charco Manso, con sus cuevas y arcos, es de una belleza sobrecogedora. Su nombre, bien merecido, le hace ideal para ser disfrutado en familia.

En el pueblo de El Golfo, en el suroeste de la isla, está el famoso Charco Azul. Un sendero perfectamente acondicionado baja desde la carretera hasta un acantilado y allí, una escalera adosada a él conduce a la bellísima gruta. El agua turquesa llena esta piscina natural, cubierta por una bóveda natural de basalto, y la banda sonora es el rumor del océano, modulado por la acústica del enclave… Zonas de salto, otro charco ⎯este, a cielo abierto⎯ y un solarium completan el día de baño en el Charco Azul de El Hierro, que puede tener un broche de oro ideal visitando la Bodega Soterana, a solo un par de kilómetros, donde catar y adquirir sus vinos, elaborados con técnicas ancestrales.

El Charco Azul (El Hierro), es una de las zonas de baño más espectaculares de la isla. Situado en El Golfo, este enclave virgen representa los 'caprichos' de los volcanes.

No menos famoso que el Charco Azul herreño lo es su homónimo palmero. En el litoral de San Andrés, en el noreste de La Palma, está el paraje de El Charco Azul, con la piscina grande que le da nombre, otra más pequeña y una cala de piedra volcánica, el Charco de las Damas, donde se puede disfrutar del baño durante todo el año. No falta de nada para que la visita sea de lo más completa: hay aparcamiento, quiosco y baños, lo que sumado al cuidado del entorno y su accesibilidad le han valido al Charco Azul galardones internacionales, como la bandera Ecoplayas.

En el Charco Azul de La Palma hay aparcamiento, quiosco y baños, lo que sumado al cuidado del entorno y su accesibilidad le han valido galardones internacionales, como la bandera Ecoplayas.

Una manera única de disfrutar del mar

En el norte de Tenerife están las piscinas naturales más populares de la isla. En La Guancha, el Charco de la Laja, a un paso de San Juan de la Rambla, es de muy fácil acceso. Muy cerca, por la carretera de Icod de los Vinos, está el espectacular Charco del Viento, con varias zonas de baño. Se trata de una de las piscinas naturales con mejores accesos de las islas, y sus vistas, con el Teide como protagonista, la hacen muy frecuentada durante todo el año, además de ser muy popular entre los practicantes del snórkel.

Los enormes valores paisajísticos y naturales del islote de Lobos le han valido la declaración de Parque Natural. La Caleta es su playa principal.

Otros charcos naturales de Tenerife que no hay que perderse son los de Bajamar, en La Laguna, con todos los servicios y adornada, merecidamente, con una bandera azul, y las de El Caletón, en el precioso pueblo de Garachico. Nacieron con la erupción del Trevejo a comienzos del siglo XVIII, y cuentan con pasarelas, escalones y puntos de buceo y unas vistas inolvidables de los acantilados de La Culata.

Piscinas de mar bravo

Para darse un baño en una piscina natural de Gran Canaria lo mejor es dirigirse a la de El Agujero, en Gáldar, o al espectacular Roque Prieto, en Santa María de la Guía, en un tramo donde el mar suele romper con bravura y, en esos días, demanda la atención de los bañistas. En el norte de la isla están las tres piscinas de las Salinas de Agaete, mucho más tranquilas, ideales para un plácido baño.

Como no podía ser menos, el ADN volcánico de Lanzarote está muy presente también en su colección de piscinas naturales. Hay que anotar en la agenda El Charco de San Ginés, que se incrusta en el mismo centro de Arrecife, y es uno de sus lugares más reconocibles de la capital de la isla; Los Charcones, muy cerca de Playa Blanca, que se extienden por casi dos kilómetros de costa, creando piscinas naturales de formas cambiantes, y las de Punta Mujeres, en el nordeste de la isla, flanqueadas por las preciosas casitas blancas del pueblo.

En Fuerteventura, la enorme Laguna de Playa Barca, en Pájara, muy cerca de Costa Calma, es una de las mejores playas de la isla. Sus aguas son poco profundas ⎯apenas 40 centímetros⎯, por lo que resulta ideal para dar largos paseos.

El archipiélago cuenta con 492 charcos y piscinas naturales catalogados. Tres de ellas se encuentran en Las Salinas de Agaete (Gran Canaria).

Hasta las más pequeñas de las Islas Canarias tienen estupendas piscinas naturales. En La Graciosa, la marea baja deja al descubierto varios charcos volcánicos en algunos tramos de la costa que ni siquiera los navegadores más avanzados saben geolocalizar. Y en La Gomera están las piscinas de Hermigua, en un enclave privilegiado: a la belleza del valle que las piscinas tienen tras de sí y el océano infinito que las baña, se suma la rotunda estampa de cuatro columnas de aires mitológicos y que rompen en mil sombras al atardecer. Son las columnas del antiguo pescante de Hermigua, las estructuras de las que los gomeros se servían, hasta bien entrado el siglo pasado, para cargar y descargar las falucas (embarcaciones) que llegaban a la costa. Arquitectura del ingenio que nos habla del pasado y que enmarca, del modo más curioso, el relajante baño de agua salada en uno de los lugares más bellos de las Islas Canarias.

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