La hermética vida de Adelino, el subinspector que apareció muerto en su casa de Ribarroja
El hallazgo del cuerpo con golpes de un mando de la Policía Nacional deja en ‘shock’ al apacible municipio.
Cuando en el humilde barrio de Ribarroja del Turia (Valencia, 21.992 habitantes), donde residía Adelino L., el subinspector retirado de la Policía Nacional de 60 años hallado muerto este lunes en su casa, se pregunta por la víctima, los vecinos reaccionan como un resorte. “Era muy educado. Todo el mundo le quería. No se metía con nadie”, apunta un parroquiano del asiático bar Min, donde el funcionario acudía a diario. “Pasaba desapercibido”, añade su compañero apurando una cerveza. “Hablábamos con él a diario, pero apenas conocíamos su vida”, tercia un tercero que, como el resto, pide el anonimato. Nadie se atreve a elucubrar por qué un hombre hermético, obsesionado con pasar desapercibido, que aspiraba a ser invisible socialmente, aparece de repente muerto en su casa con fuertes golpes en la cabeza y sin que la cerradura de su domicilio haya sido forzada. La letal secuencia que le segó la vida se desarrolló en silencio.
Quizá por eso, desgranar la vida de Adelino L. se convierte en un mayúsculo reto en un municipio donde los vecinos rehúyen las miradas. Y giran la cara con un desdén que roza la violencia al ser preguntados por el funcionario. Se sabe que el subinspector –divorciado, dos hijos mayores de edad y un nieto- era un hombre discreto. También que carecía de problemas económicos y que disfrutaba de una boyante pensión que le confería tranquilidad en un pueblo de casas bajas en el que los días pasan en bucle y todos se conocen. Desde que se retiró de la Policía Nacional, la víctima no desarrollaba actividad alguna. Al menos, conocida.
A juicio del chófer jubilado Voro Asensi, que se presenta como íntimo del muerto, Adelino no tenía enemigos. En las últimas semanas, se le había visto muy nervioso. Inquieto. “Le temblaba la mano. Se tomaba muchos medicamentos. Era muy sensible a los ruidos. Se asustaba a la mínima”, relata este hombre, que describe al fallecido como un ciudadano de costumbres, rutinario. Y que guardaba con celo un secreto. “Le pasó algo en la Policía Nacional que le dejó muy tocado. Creo que nunca se recuperó”, atisba entre lágrimas. “No contaba nada de su vida profesional pasada. Era muy reservado”, concede en voz baja tras la barra.
Pese a que el subinspector no atravesaba su mejor momento anímico, su amigo descarta que el funcionario se haya quitado la vida de forma voluntaria. Otro conocido, apunta otra clave: “Tenía una depresión de caballo”.
La Guardia Civil encontró el lunes por la tarde el cadáver de Adelino tendido en la cama de su domicilio de Ribarroja del Turia, donde residía desde hace una década. Un familiar avisó a los agentes del suceso. La autopsia del Instituto de Medicina Legal de Valencia revelará la causa de la muerte. Hoy, los reporteros en busca de carnaza improvisaban sus conexiones para escarbar en la infranqueable vida de Adelino, el hermético.