Julián, el conserje de la finca incendiada en Valencia: “Ayudé hasta que el humo me dejó”
El trabajador del edificio llevaba en su puesto desde 2009 y fue clave para desalojar a los vecinos, llamando a las puertas para avisarlos de que sus casas se habían convertido en una ratonera por el fuego
Era una de las caras más buscadas desde que el jueves el edificio del barrio valenciano de Campanar se incendiara, cobrándose la vida de 10 vecinos. Ha tenido el móvil apagado, ocupado o en silencio. El aluvión de muestras de afecto, de agradecimiento y de cariño ha hecho que, por fin, este sábado saliera de ese segundo plano en el que se había situado y se animara a decir unas palabras ante unos medios de co...
Era una de las caras más buscadas desde que el jueves el edificio del barrio valenciano de Campanar se incendiara, cobrándose la vida de 10 vecinos. Ha tenido el móvil apagado, ocupado o en silencio. El aluvión de muestras de afecto, de agradecimiento y de cariño ha hecho que, por fin, este sábado saliera de ese segundo plano en el que se había situado y se animara a decir unas palabras ante unos medios de comunicación que lo han buscado sin descanso durante las últimas 48 horas. Él es Julián, el conserje de la finca de dos bloques quemada, que este sábado ha acudido a las puertas del Ayuntamiento de Valencia al acto en señal de duelo por las víctimas y donde se han guardado cinco minutos de silencio. Aunque piense que hizo lo que haría cualquiera, la realidad es que su trabajo fue clave para desalojar a los vecinos y, por tanto, para salvar vidas. Dos días después de la tragedia, trata de recomponer los momentos más críticos vividos la tarde del jueves con pocas palabras, pero suficientes: “Ayudé a los vecinos a bajar todo lo que pude hasta que el humo me dejó, porque hubo un momento en que era tan negro que los propios bomberos me dijeron que no subiese más”.
El portero trabajaba en ese complejo de dos edificios de 14 y 10 plantas desde 2009 y admite que ahora está desbordado por las muestras de afecto y agradecimiento de vecinos y autoridades, que lo consideran un héroe. Cuenta que el fuego se inició en la puerta 86, en la octava planta. “El caso que más me impactó fue el de la puerta 72, donde vivía una mujer mayor, porque cuando abrí la puerta principal me vino como una llamarada. ¡Madre mía! Cogí a la señora y la saqué”, ha recordado. Por actos como ese, los cientos de personas congregadas en la céntrica plaza valenciana le han dedicado también el aplauso a él.
El hombre admite que ha trabajado allí prácticamente desde el principio. Esa finca, que ahora parece un esqueleto negro y chamuscado, empezó a abrir las puertas de sus 138 viviendas en 2008. Por eso, conoce a todos los residentes. Y porque pasaba mucho tiempo allí, ya que vive muy cerca de su trabajo. Iba y venía hasta el edificio andando o en bicicleta desde su casa, en Mislata. Ahora, le han dicho que coja unos días de descanso. Y eso es lo que va a intentar hacer.
“Es muy duro verlo. Ha sido una pesadilla. Fue todo muy rápido y entre el fuego y el humo…”, reconoce aún con la emoción a flor de piel. En su cabeza revive aquellos momentos constantemente y asegura que llamó a todas las puertas que pudo para avisar del fuego a los vecinos para que salieran lo más rápido posible. Explica que horas después pudo ver las imágenes de la pareja que fue rescatada por los bomberos desde el balcón. A ellos no los pudo ayudar, pero sí a otros residentes, a quienes alertó del incendio llamando a sus puertas.
Recuerda que en el momento más tenso, que se vivió a partir de las 17.30, cuando comenzó el fuego en el séptimo piso, empezó a subir sin pensarlo y pudo llegar hasta la planta 10 o 12, no lo recuerda con precisión, por la escalera paralela que llega hasta la 14. Los vecinos fueron bajando en grupo, pero llegó un momento en que el humo ya impedía bajar por las escaleras, y los bomberos le dijeron que hasta ahí había acabado su trabajo, que se quedara en el patio del edificio por si necesitaban algo más de él.
Fue entonces cuando los servicios de extinción colocaron unos ventiladores grandes “para sacar el humo y la cosa se puso peor”, cuenta. Caían las planchas ardiendo, y Julián recuerda que se refugió en un rincón de la entrada, para después salir y cruzar hacia fuera. Lo pasó mal, reconoce. Mucho. Julián vio cómo el fuego avanzaba muy rápido, y entre el incendio y el humo, llegó un momento en que ya no se podía ayudar más. Hasta ahí llegó. Hizo lo que pudo. Mucho para sus vecinos, que aún recuerdan que gracias a que él se jugara el pellejo, ellos pueden contarlo. Ahora ayuda a la policía con la información más relevante.