En el cementerio de Tabarca no cabe ni un alma más
La viuda Ana López espera las postergadas obras de ampliación del camposanto de la isla alicantina, licitada y adjudicada en julio de 2022, para poder enterrar a su marido
Los 18 nichos del cementerio de Tabarca (Alicante), la única isla habitada de la Comunidad Valenciana con 51 habitantes censados, están llenos. El Ayuntamiento de Alicante, al que pertenece la jurisdicción de la isla, que está situada a 22 kilómetros de la capital provincial y a solo 2,35 millas náuticas del faro de Santa Pola, licitó y adjudicó las obras de ampliación en julio del año pasado. Nueve meses después, el camposanto tabarquino, construido en 1912, sigue repleto y en pésimo estado de conservación, según los vecinos. Este invierno fallecieron dos personas en la isla. Una ya está ente...
Los 18 nichos del cementerio de Tabarca (Alicante), la única isla habitada de la Comunidad Valenciana con 51 habitantes censados, están llenos. El Ayuntamiento de Alicante, al que pertenece la jurisdicción de la isla, que está situada a 22 kilómetros de la capital provincial y a solo 2,35 millas náuticas del faro de Santa Pola, licitó y adjudicó las obras de ampliación en julio del año pasado. Nueve meses después, el camposanto tabarquino, construido en 1912, sigue repleto y en pésimo estado de conservación, según los vecinos. Este invierno fallecieron dos personas en la isla. Una ya está enterrada en Santa Pola, el mismo municipio en el que la familia de Vicente López, un pescador de 78 años que murió el pasado 19 de diciembre, guarda sus cenizas con la esperanza de “que hagan las obras y se le pueda trasladar al nicho en el que están sus padres”, cuenta su viuda, Ana López, de 68 años.
Ani, como es conocida en la isla, y Vicente alternaron su vida entre la isla y tierra firme. Ella regentaba la tienda de ultramarinos de Tabarca, que cerró después de jubilarse, mientras él salía a faenar. Poco antes de Navidad, el corazón de Vicente se paró. Y la familia decidió incinerarlo “y guardar las cenizas en casa”. Pero es una solución momentánea. “En cuanto haya sitio”, continúa Ani, “pasaremos las cenizas al nicho en que enterraron a su padre”, que también custodia las cenizas de su madre y dos tíos. Pero la tendera tabarquina no se queja solo de la falta de espacio. A su juicio, el cementerio, que está situado en el extremo este de la isla, en el lado opuesto al núcleo de viviendas, es una muestra más del “abandono” al que Alicante somete a la isla. “La puerta de hierro está oxidada”, relata por teléfono desde Tabarca, “las dos personas que se encargaban de su limpieza se han jubilado y ya no caben más matojos”. Y para regar las plantas que adornan el camposanto “hay que llevarla en bidones”. “Es una vergüenza”, remata.
“Llevamos años avisando de que no quedan nichos”, añade Carmen Martí, presidenta de la asociación de vecinos. “Hace un año”, prosigue, “el arquitecto municipal visitó el cementerio para redactar el proyecto”, que salió finalmente a licitación. El Ayuntamiento de Alicante aprobó en julio del año pasado la ampliación, consistente en “la construcción de un recinto nuevo con 20 unidades de nichos y 19 columbarios” que triplicará su capacidad. El pliego también recogía “trabajos de reparación en el interior del cementerio y en los muros perimetrales existentes, que necesitan de una reforma y rehabilitación”. La inversión asciende a 172.732,87 euros y, una vez adjudicadas las obras, la previsión era que se ejecutaran “en poco tiempo”, gracias al uso de “instalaciones prefabricadas de hormigón armado”, aseguró en su momento el concejal de Infraestructuras, José Ramón González. “La adjudicataria llegó a concretar los portes con los barcos” que unen la isla con Santa Pola, recuerda la presidenta vecinal.
La burocracia, sin embargo, dilató los plazos. “Ahora nos dicen que como los presupuestos de Alicante no están aprobados, sino prorrogados”, explica Martí, “no pueden hacer gastos”. Los vecinos se reunieron con el alcalde de Alicante, Luis Barcala (PP), el pasado 17 de marzo. Y su respuesta a la petición de los tabarquinos, pese a las dos muertes de este invierno, fue negativa. “Ha llegado a comentar [Barcala] que estamos nerviosos, pero lo que estamos es hartos de que no nos hagan caso”. Ni a los 51 empadronados ni a los otros tantos que tienen instalado su domicilio en la isla en temporada baja. “Allí viven los jóvenes que pueden trabajar telemáticamente, ahora que por fin hay conexión”, asevera Martí, “pero la mayoría son jubilados”. Cuando se apruebe la línea de transporte público, con seis trayectos diarios, que la Generalitat Valenciana acaba de sacar a concurso, “podremos vivir todo el año”. A partir de junio, sin embargo, la vida vuelve a las 250 casas de la isla, de 1.800 metros de largo por 450 de ancho, declarada reserva marina en 1983. “En verano hay una media de 800 o 1.000 personas”, calcula Martí, a las que hay que añadir los 3.000 turistas que pueden llegar a visitarla cada día.
Fuentes municipales insisten en que la obra está licitada y adjudicada y se hará “sí o sí”. Alegan que el retraso se debe a “cuestiones técnicas” y que el pago se efectuará “con remanentes del presupuesto”. El plazo, sin embargo, no está determinado. “Después de elecciones”, las municipales, que se celebrarán el 28 de mayo, “se verá”. Con lo cual, las obras, consideradas en julio de 2022 “muy necesarias e importantes” por el edil de Infraestructuras, se habrán postergado, al menos, un año entero.