Manolo Martín: “La falla debe sorprender, crear cultura y evolucionar más”
El artista insiste en que el arte fallero debería nutrirse de la colaboración de creadores de otras disciplinas o ámbitos
Manolo Martín Huguet, ingeniero, artista y profesor, aprendió el oficio de su padre, el fallecido Manolo Martín, gran renovador del arte fallero. En el taller del artista se dedican más a las artes plásticas orientadas al diseño e interiorismo y a la escenografía de teatro, cine o televisión que a la elaboración de monumentos. “Las fallas nos encantan, lo que pasa es que al final tienes que apostar por una cosa o la ...
Manolo Martín Huguet, ingeniero, artista y profesor, aprendió el oficio de su padre, el fallecido Manolo Martín, gran renovador del arte fallero. En el taller del artista se dedican más a las artes plásticas orientadas al diseño e interiorismo y a la escenografía de teatro, cine o televisión que a la elaboración de monumentos. “Las fallas nos encantan, lo que pasa es que al final tienes que apostar por una cosa o la otra”, afirma uno de los autores de La Meditadora, la falla municipal de 2020 que fue icono de la pandemia. Su taller ha plantado falla este año solo para la comisión Mossén Sorell-Corona, una curiosa performance que comenzó el año pasado y cuyo desenlace se conoce ahora. Pero el taller de Martín está volcado en el montaje de lámparas de vareta con la firma valenciana Luzifer Lamps, premio nacional de Diseño de 2021. “Hacen lámparas muy singulares, de gran formato, para restaurantes y hoteles, que son una gozada. Tienen mucho éxito y nos está dando mucho trabajo”, reconoce.
La pandemia ha hecho estragos en todos los talleres falleros, sostiene Martín. Él conserva el suyo en la Ciudad Fallera y pertenece a la ejecutiva del Gremio de Artistas desde 2013, así que, haga más o menos fallas, conoce el día a día del oficio. Y es muy crítico con lo sucedido en las últimas décadas. El boom de la construcción contagió también al mundo de las fallas. “Es conocido lo que hicieron comisiones como Nou Campanar, que llegó a invertir un millón de euros en la falla, cuando hoy la más cara cuesta unos 300.000 euros, menos de un tercio”, advierte Martín. Fue un momento álgido que no supuso, sin embargo, un beneficio económico para los artistas: “Eso es lo más triste y lo que más hemos debatido dentro del gremio”, añade. En tiempos de crisis, los señores de la construcción desaparecen y las comisiones tienen que sostener la fiesta con sus cuotas, lo que se traduce en una reducción de los presupuestos dedicados a los monumentos. Y los talleres, que crecieron cuando el boom, se tienen que defender ahora económicamente y mantener su estructura.
Un momento clave en la historia de las fallas “que, como colectivo, no manejamos bien ni supimos valorar fue la aparición del suro, poliespán o poliestireno expandido”. “Antes del suro, las fallas se hacían con molde y cartón. A partir de los años 90 el suro permite, con un tercio del coste, hacer lo mismo. Y el artista fallero optó por poner el triple de figuras; no se puso límite”, continua el artista. Si con el molde y cartón podían hacer una falla de 20 ninots, 12 metros de altura, un remate y un contrarremate; con el poliespán y por el mismo dinero se elaboraba un monumento con dos remates, dos contrarremates, y muchas más figuras. Las fallas se desfasan en volumetría porque cuenta llevarse el premio. “Entramos en una dinámica que no nos ha hecho ningún bien. Nos perdimos ahí….”, añade Martín.
El gremio no ha conseguido, en opinión del artista, reconducir el problema generado por el uso de este material, así que en este 2022 “habrá fallas más pequeñas en muchas de las categorías pero en Primera y Especial veremos monumentos como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera habido pandemia, a pesar de que el presupuesto se ha reducido”. A consecuencia de las estrecheces económicas han cerrado bastantes talleres que no podían soportar la situación. Martín pronostica una fuerte resaca después de estas fiestas porque muchos artistas están deseando plantar y bajar a continuación la persiana.
Al igual que su padre y maestro, Manolo Martín es también un renovador convencido del oficio. “Me gustaría que las fallas apuesten por sorprender y generar inquietudes, performances y cultura en general, con el apellido de contemporánea. Además deberían evolucionar mucho más y para eso, como no podemos hacerlo solos, hay que acompañarse de artistas de otras disciplinas o ámbitos. “Les encanta hacer fallas y tienen mucha envidia [sana] de nosotros porque, claro, pueden hacer un mural o una ilustración pero levantar una figura de 20 metros es la bomba. Hasta Manolo Valdés lo decía”, añade el artista.
Para Martín, los premios son una hándicap. El perfeccionismo es lo que se premia, entonces la gente que vive de ello —artistas y comisiones— necesitan recuperar la inversión en el monumento y así es muy difícil la evolución. Los artistas de Especial entran en ello porque toda la economía de la falla gira entorno a los galardones desde hace muchos años.
Este ingeniero forma además a las nuevas generaciones de artistas falleros; de hecho, imparte un máster de dirección de arte en el que ha coincidido con Abdón Alcañiz, director artístico de la exitosa serie española La casa de papel: “Una pena no haber coincidido unos años antes porque me hubiera gustado colaborar en el proyecto”. En cuanto al relevo generacional en el sector está garantizado, asegura Martín. “Mientras estudian crean y experimentan. Lo único es que cuando acaban, si quieren meterse en este mundo, tienen que entrar en la rueda, y lo notas. Muchos prefieren hacer otras cosas, o dentro de la falla no comprometerse más allá de pintar o esculpir para los talleres que ya existen”.
Su taller Emedoble colaboró en 2020 con el equipo creativo Yinsen, formado por María Pradera y Lorena Sayavera, y se encargó de diseñar el monumento para la comisión Mossén Sorell-Corona. La falla con el lema Jo per a ser feliç vull un camió es la réplica exacta de un furgón blindado producido en madera que contenía 52 millones de euros en billetes de 100, y que desapareció el pasado septiembre de madrugada dentro de una performance organizada por la comisión para criticar la sociedad de consumo. De su existencia solo quedaron en el suelo las huellas de las ruedas y los falleros pidieron por redes sociales ayuda al colectivo fallero para localizar el furgón. En su lugar organizaron el año pasado una cremà a la antigua, recogiendo trastos que luego quemaron.
A la pregunta de qué pasará este año, Manolo Martín sonríe y apunta: “Te puedo decir que aparecerá el furgón, que vaya pena que desapareciera el año pasado, [con 52 millones de euros en su interior]. Así que vamos a adoptar medidas serias para evitar que vuelva a suceder. Hasta ahí puedo decir”, comentaba el artista unos días antes de la plantà [cuando se hizo la entrevista]. Hoy el camión amarillo de Prousegur luce en medio de la plaza después de un golpe de suerte [les ha tocado el Euromillón] que les ha permitido recuperar el dinero robado.