Vida y muerte del pequeño Lucca, un niño en las tinieblas de la violencia
El menor de cuatro años sufrió agresiones por parte del novio de su madre durante meses a la vista de muchos. Una investigación de Fiscalía abierta desde octubre no evitó su brutal asesinato
Lo que sigue es un compendio de letras tenebrosas que ningún periodista querría tener que escribir. Rezuman crueldad y dolor y su protagonista es un niño de solo cuatro años. Lucca. Un chiquillo de vivarachos ojos negros y pelo acaracolado nacido en Caracas (Venezuela) el 16 de mayo de 2021, que apenas co...
Lo que sigue es un compendio de letras tenebrosas que ningún periodista querría tener que escribir. Rezuman crueldad y dolor y su protagonista es un niño de solo cuatro años. Lucca. Un chiquillo de vivarachos ojos negros y pelo acaracolado nacido en Caracas (Venezuela) el 16 de mayo de 2021, que apenas comenzaba a pronunciar frases enteras. Su cuerpo, con toda clase de signos de violencia, fue hallado por agentes de la Guardia Civil el pasado 3 de diciembre por la noche en un viejo búnker de la playa de Garrucha (Almería), junto a una vela blanca prendida…
— Quizá después de escuchar esto no quieras hablarme más, o me quieras matar… No sé dónde estoy, el niño no me reacciona, estoy mal Papi…
A media tarde de ese miércoles, mientras España comenzaba a llenarse de luces de Navidad, Bárbara Bravo Ochoa, venezolana de 21 años y madre de Lucca, le mandaba un angustioso mensaje de audio a su padre, Martín Bravo, que se encontraba trabajando en un pueblo de la sierra de Guadalajara, donde reside desde hace cinco años. Martín llegó a España buscando mejor fortuna, aprovechando la nacionalidad heredada de su padre, canario, y huyendo de “las dificultades de Venezuela”. Posteriormente se vino su hermana, Yasury. Y después, su hija y su nieto Lucca, hace dos años. “Lucca era el único hijo varón de mi familia, más que mi nieto era mi otro hijo”, cuenta.
“Las presentes actuaciones se siguen por un delito de asesinato y un delito de maltrato habitual”, arranca el auto del juez Víctor Valdivia, del pasado 6 de diciembre, emitido por el juzgado de instrucción número 4 de Vera. En él manda a prisión incondicional comunicada a Juan David y a Bárbara, embarazada de cinco meses de su maltratador y presunto violador y asesino de su hijo Lucca.
— Papi, Lucca esta mañana estaba bien, pero luego empezó a estar mal, no sé… Lo llevé a caminar, pero no sé, intenté salvarlo, intenté ayudarlo, pero nada, no se que pasó Papá… Me voy con mi hijo, solo te escribo para que no me odies. Juan David también me llamó, pero no sé qué me pasa, estoy mal de la cabeza, estoy como loca…
Martín no llegó a terminar de escuchar el mensaje de audio de su hija, de más de diez minutos. Y, ante la falta de respuestas y presagiando lo peor, telefoneó a Juan David, pareja de su hija:
— Busca a Bárbara, dice que está en la playa con el niño, que está mal.
Bárbara y Juan David, otro joven venezolano de 25 años, se habían conocido en ese pueblo de Guadalajara. Ella llegó con 19 años y un hijo de dos y él regentaba un bar allí. Sin embargo, hace aproximadamente un año, Bárbara decidió cambiar de aires e irse a vivir con Lucca cerca de su tía Yasury, a Garrucha, donde previamente habían pasado unas felices vacaciones de verano.
Juan David optó por reunirse con ella y con el niño, tiempo después, el pasado mes de junio. Era la primera vez que vivían juntos y su llegada cambió el mundo tal y como hasta entonces lo conocía Lucca. Se oscureció de pronto y se llenó de monstruos. El niño comenzó a vivir entre las tinieblas de la violencia sin que aparentemente nadie se diera cuenta o ya fuera demasiado tarde. El espanto de esta brutal historia es que sucedió a la vista de todos.
“Comencé a observar que el cuidado de Bárbara hacia Lucca era casi inexistente cuando estaba Juan David”, recuerda Yasuri, tía abuela de Lucca. “Él nunca me gustó. No sé. Se me despertó un sexto sentido. Yo he sido mujer maltratada, y esa manera de controlarla, la vigilaba, la miraba con severidad…”, recuerda. “En cuestión de días, Bárbara y el niño desaparecieron de mi vida. Dejamos de vernos. La llamaba y no me cogía el teléfono. Le escribía mensajes y no me contestaba, tenía que hacerme la encontradiza para verles cuando salía de mi trabajo en la ferretería, y suplicarle que me dejara al niño un ratico...” , recuerda.
Las fotos y los vídeos que guarda Yasury en su teléfono de junio a diciembre muestran la evolución del pequeño. Se ve como Lucca empieza a tener ojeras, a perder peso; aunque el niño sonríe a la cámara y se muestra contento cuando ella le compra un helado, se le ve demacrado. Un día, lleva el brazo en cabestrillo. Otro, un enorme hematoma se expande por su sien y por su rostro hasta su ojo inflamado. Su madre trata de tapárselo con la capucha de la sudadera y cuenta que se ha caído de la cama y se ha dado contra una mesa.
— Prométeme que le vas a llevar al médico, Barbara. Prométemelo, le dijo Yasury cuando vio las marcas del niño, ante la atenta mirada de Juan David. Aquella tarde del pasado mes de noviembre se encontró a Lucca sentado sobre una caja de refrescos en el kiosko del paseo marítimo donde trabajaba la madre preparando hamburguesas. El niño corrió a abrazar a su tía abuela. La adoraba.
“Fui a cogerlo en brazos y el niño se quejó de dolor”, cuenta Yasury. “Me duele la panza”, protestó Lucca. “Ve dentro a que te de agua “tu papá”, resolvió rápido su madre, refiriéndose a Juan David.
También vieron la foto de esas lesiones los guardias civiles del cuartel de Garrucha, a los que Yasury afirma haber acudido al día siguiente a pedir ayuda, cuando supo que Bárbara no había llevado al niño al médico ni al colegio. En el instituto armado han declinado hacer declaraciones por tratarse de un asunto en investigación.
— Ya le han dado vacaciones, tía. Está con Juan David, le contestó Bárbara cuando le preguntó por el pequeño. Era la mañana del pasado 27 de noviembre, jueves.
Un mar de sospechas y de dudas invadieron a Yasury al escuchar la respuesta de su sobrina. Pidió salir una hora antes del trabajo y corrió al colegio Ex Mari Orta, donde el conserje, Jose, le dijo que no podía hablar ni con la directora ni con la coordinadora de asuntos sociales porque no estaban en ese momento. Pero le aconsejó ir al cuartel de la Guardia Civil.
“No quiero denunciar a mi sobrina porque yo no tengo la certeza de que sea maltrato”, cuenta Yasury que les dijo a los dos agentes del instituto armado que la atendieron a su llegada al puesto, “pero creo que ese hombre está maltratando al niño y yo solo les pido que vayan a ver si está bien, se lo suplico, vayan y comprueben”, les insistió, sin ser capaz de aportar siquiera los apellidos de la persona a la que acusaba. Juan David Rivera Cadena, se llama.
Lucca faltaba al colegio, en donde ahora dicen no poder dar ninguna información al respecto. Lucca tenía golpes y se quejaba de dolor, sin que le viera ningún médico, según su familia. Incluso algún vecino de Garrucha grabó una agresión del “papá” a plena luz del día, en una fuente pública. En la grabación se ve como Juan David agarra al niño de una pierna y le tira contra el suelo, mientras alguien llena una garrafa en la fuente y ni se inmuta. “¡Así te quiero!”, le grita. “¡Esté Bárbara o no!”. El niño solo emite un leve gemido. Tras su muerte, ese violento vídeo que alguien —no ha trascendido quién— grabó y guardó, ha corrido como la pólvora por las redes sociales. En él se ve como Lucca se protege de “su papá” cuando le pide que le de la mano, como temiendo otro golpe en la cara.
Con la llegada de Juan David a Garrucha, Lucca dejó en algún momento de vivir en el modesto apartamento que tenía alquilado su madre, para mudarse a un piso okupa compartido, en el número 31 de la calle Buenavista. “Alquilaron solo la terraza, cubierta con un toldo verde, sin cocina”, asegura Martín. La primera vez que el abuelo del niño visitó, espantado, el lugar fue para recoger los enseres de su hija cuando la policía científica terminó su trabajo. Allí vivía Lucca con su madre y Juan David, pese a tener éste una orden de alejamiento de ambos desde el pasado 19 de octubre, cuando una trifulca entre ellos requirió la intervención policial.
La Fiscalía abrió entonces una investigación a raíz de esos hechos: “Servicios Sociales Comunitarios inició las entrevistas con la madre del menor a requerimiento de Fiscalía de Menores el 24 de octubre de 2025, sin que hasta la fecha Servicios Sociales Comunitarios nos haya remitido informe psicosocial alguno, en base al cual pudiéramos instar la retirada del menor”, aseguran un portavoz de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. “A Fiscalía de menores no ha llegado a día de hoy informe alguno sobre la drogadicción de la madre”, añaden las mismas fuentes.
La Consejera de Familia e Inclusión Social de la Junta de Andalucía, Loles Lopez (PP), se apresuraba esta semana a asegurar que “no tenían constancia” de ningún expediente sobre Lucca. El hermetismo en los servicios sociales ya era total. Y el delegado del Gobierno en Andalucía, Pedro Fernández (PSOE), declaraba que no se había detectado “ningún mal funcionamiento” en la respuesta de las instituciones y que no existe “ninguna denuncia formal de ningún familiar” que señale deficiencias en el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Sin embargo, en el marco de la investigación judicial abierta, Yasury, acompañada por el abogado de la familia, José Luis Martínez, fue requerida este miércoles de nuevo para declarar en el cuartel de la Guardia Civil de Garrucha e identificar a los agentes que la atendieron cuando acudió a pedir ayuda el pasado 27 de noviembre.
Brujería
En cuestión de pocos meses, Lucca, de la mano de su madre, se adentró en un mundo de terror, de maltrato, de abusos, de dolor físico, de desprecios, de brujos y santería (a la que, según la familia, era aficionado Juan David). Hasta que el pasado 3 de diciembre acabaron con su vida.
— Yo solo quería el bien para mi hijo, Papito. Yo no sé qué hacer ahora. Yo no voy a aguantar todo esto. Yo llamo a la policía. Ya no me importa. Y me entrego. Porque, en realidad, yo no le hice nada. Me quitaron a mi hijo, con toda la brujería que nos están echando, que yo no quería decirles nada. Empiezo a oír cosas. Me quitaron mi vida. De repente a Lucca empezaron a salirle cosas en el cuerpo. Solo quiero pedirle perdón, por no saber cuidar a su nieto. No respira, Papito…
Así continua el audio de más de diez minutos que recibió Martín de su hija y que terminó de escuchar mientras se metía en su coche para emprender el viaje hacia Almería. Para entonces, Garrucha se llenaba de luces y sirenas, Yasury había alertado a todo aquel que pudiera ayudar a localizar al niño…
La pareja ingresó en la prisión almeriense del Acebuche, tras presentarse por separado en el cuartel de la Guardia Civil de Garrucha la tarde del 3 de diciembre, exculpándose con explicaciones contradictorias e incoherentes acerca de lo ocurrido con el niño. Supuestamente Bárbara lo había dejado a cargo de Juan David a las 11.00 de la mañana, cuando se fue a trabajar. Pero regresó a las 12.00 alertada por él, que le llamó para decirle que el niño se encontraba mal. Una cámara de seguridad les capta a los dos por la calle, ella camina delante y él detrás con el cuerpo del niño en brazos, descalzo, pasadas las 16.45 horas. El informe preliminar de la forense establece la hora de la muerte a las 15.30 de ese mismo día.
“Shock hipovolémico, desgarro hepático y politraumatismo abdominal”, concluye el estudio. Es decir, le reventaron el hígado y sufrió una hemorragia interna mortal, aparte de violarlo analmente, según detalla el auto del juez.
“Tiene marcas en las muñecas de haber estado atado, tiene quemaduras en la frente, dedos rotos de los pies, tiene una especie de dibujos triangulares en la piel, le torturaron, es como si hubiesen hecho con él un ritual, un sacrificio…”, relataban los familiares este miércoles, al salir de la funeraria de Huércal Overa, donde permanece el cuerpo de Lucca en una cámara, a la espera de que concluya la investigación y poder recibir sepultura.
“Yo no voy a defender a mi hija, que pague lo que tenga que pagar, pero sí voy a defender a mi nieto, ya que nadie lo hizo”, solloza Martín, que dice que está “trancado” por lo ocurrido: “No me quedan lágrimas”. Con su abogado, José Luis Martínez, se han personado como acusación particular “porque ha fallado todo aquí, nadie defendió los derechos de ese niño”, argumenta el letrado. Y remacha el abuelo: “Haré justicia por mi nieto y por la niña que está en camino, pediré su custodia”, anuncia.
Mientras, en la prisión del Acebuche, según revelan fuentes del caso, los presos del módulo de respeto han firmado una carta conjunta rechazando la entrada de Juan David Rivera Cadena, que permanece en la enfermería a la espera de una ubicación definitiva. Y decenas de velas, colocadas por vecinos y transeúntes, titilan cada noche en ese bunker de la playa de Garrucha, convertido ya en lugar de peregrinaje en recuerdo de Lucca.