Ir al contenido

Juicio a Jordi Pujol: el ‘expresident’ se juega su lugar en los libros de historia y su legado político

Incluso si es exculpado por su estado de salud, la sentencia del proceso contra el ‘expresident’ y su familia, que arranca este lunes en la Audiencia Nacional, marcará la forma en que se comprenda su larga etapa al frente de la Generalitat

Jordi Pujol dejó a Cataluña boquiabierta la tarde-noche del 25 de julio de 2014. En un escrito breve, el expresidente de la Generalitat afirmó que su familia había mantenido una fortuna oculta a Hacienda, a lo largo de más de tres décadas, en un banco andorrano. La confesión fue, para muchos y en especial para quienes le habían votado con fidelidad y venerado como padre de la patria, una decepción de esas que hielan el alma; para otros, fue la confirmaci...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Jordi Pujol dejó a Cataluña boquiabierta la tarde-noche del 25 de julio de 2014. En un escrito breve, el expresidente de la Generalitat afirmó que su familia había mantenido una fortuna oculta a Hacienda, a lo largo de más de tres décadas, en un banco andorrano. La confesión fue, para muchos y en especial para quienes le habían votado con fidelidad y venerado como padre de la patria, una decepción de esas que hielan el alma; para otros, fue la confirmación de una sospecha. Además de dividir a la sociedad catalana, el mea culpa entonado por Pujol tuvo dos efectos inmediatos: sepultó la imagen pública de uno de los personajes más relevantes de la política contemporánea española y activó a máxima potencia la maquinaria judicial, que desbordó los contornos de aquel acto de contrición: no es solo que Pujol y su familia hubieran tenido dinero sin declarar en el extranjero, sino que ese dinero era hijo de la corrupción política.

Lo que está en juego a partir de este lunes en la Audiencia Nacional, tras un periplo de más de una década, es algo más que un juicio a una saga familiar y a una decena de empresarios: se juzga una larga etapa de la Cataluña democrática y una forma de entender las relaciones entre negocios, poder y familia. Con independencia de si Pujol, de 95 años, afronta finalmente el proceso o es exculpado en la primera sesión por su estado de salud, el resultado marcará la forma en que se comprenda su largo mandato (1980-2003) al frente de la Generalitat. Los magistrados decidirán si esos 23 años estuvieron marcados por la corrupción en la administración pública (origen del enriquecimiento de los Pujol, según la Fiscalía), o bien si el patrimonio andorrano fue resultado de un pecado cometido en la esfera personal o familiar, sin contaminar (más allá del impago de impuestos) el servicio público prestado.

Para entender el caso Pujol, que se juzga a lo largo de más de 50 sesiones hasta la primavera de 2026, hay que volver al comunicado como quien regresa a la lectura de los clásicos. El expresident sostuvo que el dinero acumulado por su mujer y sus hijos (nunca por él mismo, de acuerdo con la confesión) procedía de un legado que su padre, Florenci Pujol, había dejado en el extranjero por si, en plena transición democrática, las cosas iban mal dadas y los suyos necesitaban auxilio financiero. Ese legado (deixa, en catalán), del que la familia no ha podido aportar prueba documental alguna, ha sido objeto de mil debates y especulaciones. La cuestión es que ni el juez que instruyó el caso ni la Fiscalía creen que sea real o, al menos, que sea el origen (total o parcial) del patrimonio: el dinero, insisten, procede de la corrupción política, si bien esta afirmación tampoco se sostiene en pruebas directas porque no se han señalado o cuestionado concursos públicos.

La causa judicial, de miles de folios, es compleja, a ratos incluso oscura. Pero lo esencial es más o menos fácil de contar: se trata de comprobar si la familia aprovechó su “posición privilegiada” de poder en Cataluña para enriquecerse a través del cobro de comisiones a cambio de la adjudicación pública en administraciones controladas por la extinta Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). El actor principal en el cobro de esas supuestas mordidas, que después se repartirían entre los miembros de la familia fue, siempre según la acusación, el primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, que afronta una petición de 25 años de cárcel, muy superior a la de su padre (nueve) y sus hermanos. La realidad es que los empresarios acusados pagaron cantidades generosas al hijo mayor por supuestos servicios que, en muchos casos, no se han acreditado.

Pero decir que el origen del caso Pujol fue la confesión del exmandatario nacionalista es decir una verdad a medias. La casa familiar había empezado a resquebrajarse un año y medio antes por el lado de Júnior, alias del primogénito. Su amante, Victoria Álvarez, explicó en sede judicial que le había visto subir y bajar bolsas repletas de dinero en efectivo a Andorra y que todo aquello le parecía muy sospechoso. Aquel testimonio provocó la apertura de diligencias en la Audiencia Nacional que acabaron incorporando la confesión de Pujol y aglutinando la investigación contra la familia. Más tarde se ha sabido que Álvarez estaba lejos de ser una testigo imparcial: percibía un salario de los fondos reservados del Estado.

Deseosa de hallar material sensible para desacreditar a un president que empezaba a mostrar veleidades secesionistas, y con el procés independentista en peligrosa fase de despegue, la llamada policía patriótica fue un elemento clave en una investigación que la familia vivió más bien como un linchamiento. La intoxicación de las cloacas del Estado estará también presente en el juicio, y es posible que lo esté la propia Álvarez. Ni la Fiscalía ni las defensas quieren escuchar el testimonio incómodo de quien fue primer motor de esta causa, aunque sí ha sido citada a declarar a petición de la pareja de Júnior.

¿Juicio a Pujol sin Pujol?

Como ocurre muchas veces con la justicia española, el juicio a Pujol llega demasiado tarde; en parte, por los recursos y maniobras de la familia para expurgar del sumario documentación sensible sin relación con las pesquisas. Por el camino, el expresidente ha perdido a su mujer, Marta Ferrusola (que fue exculpada por estar aquejada de Alzhéimer y murió en julio del año pasado) y se ha dejado, también, la salud. Ahora es un anciano frágil y débil, a quien los forenses designados por el tribunal consideran incapaz de afrontar el proceso penal por el deterioro cognitivo que sufre. Los magistrados le escucharán este lunes por videoconferencia desde Barcelona, preguntarán a los forenses y tomarán una decisión. Si le exculpan por esa razón, Pujol ya no afrontará el riesgo de ser condenado, pero tampoco la oportunidad de resultar absuelto.

Lo más probable es que Pujol sea apartado de un proceso al que, según sus familiares, tenía ganas de someterse. Desde el punto de vista del expresident, la vista oral es la última fase de una penitencia que ha llegado a exhibir en un libro, Entre el dolor y la esperanza. Publicado en 2021, coincidiendo con el momento en que el juez instructor abrió juicio oral contra él, contra sus siete hijos y otras 11 personas, la obra es una especie de testamento político en el que el president pide que el “borrón” de Andorra no ensucie lo que de verdad importa: su legado político.

El ruego de Pujol ha sido atendido y hoy, a la espera de una sentencia que refuerce o debilite su figura, puede decirse que ha sido generosamente rehabilitado. O, por decirlo con el vocabulario religioso que le es tan querido, “perdonado”, tanto por una parte de la sociedad catalana como de la clase política. Su último gran valedor es el actual inquilino del Palau que tantos años ocupó, el socialista Salvador Illa. Vindicador y hasta cierto punto continuador de la obra del pujolismo, Illa le ha recibido con todos los honores y ha cuestionado la idoneidad de enjuiciarle por su frágil salud.

No siempre fue así. Tras la confesión, Pujol se convirtió en un apestado, un paria. Renunció a todas las prebendas que le correspondían como expresidente de la Generalitat. Se refugió de las malas caras primero en su casa en la Cerdanya, en el Pirineo catalán; más tarde, en un despacho que alquiló en el Eixample de Barcelona, donde recibía discretamente visitas de personalidades con las que charlaba de lo humano y lo divino. Fue asomando la cabeza. Empezó a frecuentar actos públicos en los que ya no le silbaban y en febrero de 2022, meses después de publicar el libro, participó en un acto oficial sobre Europa junto a todos sus sucesores.

Asumida con cierta normalidad la mancha andorrana, Pujol tiene garantizada su entrada en los libros de historia, obsesión que le acompaña desde siempre. Es probable que el expresident sea exculpado. Pero el juicio dará cuenta igualmente de los hechos que afectan a él y su familia. Y del desenlace del juicio, con o sin su presencia, depende saber si esa mácula estará destacada en el primer párrafo de su biografía como prueba de que fue un político corrupto, o bien quedará como una incómoda nota a pie de página.

Sobre la firma

Archivado En