La procesión de La Carrera de Villarrín de Campos se celebra desde hace siglos en esta localidad del este de la provincia de Zamora, un pueblo que se encuentra dentro de la llamada España vacía y que ha perdido más de un tercio de su población en los últimos 25 años. Decenas de cofrades desfilan por las calles de este lugar en el que ahora residen unas 400 personas. Los hermanos salen de sus casas ya ataviados con sus propias mortajas y mantienen el silencio desde el principio hasta el final del desfile. Todos salen descalzos y entonan un canto al Cristo de los Afligidos cuando concluye su camino
Un penitente sale de su casa. Una vez cruzada la puerta deberá guardar silencio hasta su regreso.Emilio FraileLos penitentes se encaminan hacia la iglesia vestidos con las mortajas.Emilio FraileUn hermano de la cofradía de la Vera Cruz espera el comienzo de la procesión en un rincón de la iglesia.Emilio Fraile
La procesión de La Carrera inicia su marcha por las calles de Villarrín de Campos.Emilio FraileUn hombre acompaña la procesión por las calles del pueblo.Emilio FraileLos palomares de Tierra de Campos son testigos de la procesión de La Carrera.Emilio Fraile
Un grupo de niños juega alrededor de un cofrade mientras los ancianos de la residencia del pueblo observan el paso de la procesión. Cada año el desfile para frente al centro de mayores para realizar un rezo junto a los residentes.Emilio FraileAndrés Gómez, encargado de la organización de la procesión, finaliza el desfile en la plaza del pueblo.Emilio FraileLos hermanos del Vía Crucis terminan el recorrido en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Villarrín.Emilio FraileDurante la comunión los penitentes se suben la capucha lo justo para no descubrir su identidad.Emilio FraileUna joven cofrade, sin la capucha, en el final de la misa posterior a la procesión.Emilio Fraile
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