Casado desconcierta al PP con sus vaivenes
El líder popular enfada a todos los sectores del partido con una estrategia que bascula entre moderación y radicalidad
Las palabras de Alberto Núñez Feijóo el viernes llamando a Pablo Casado a la “serenidad” frente a la estrategia de la crispación han causado un profundo impacto en el PP. El recado o consejo, según como se mire, del presidente gallego al líder del PP en un acto conjunto es compartido por muchos dirigentes. Feijóo es de alguna forma el guardián del sentido común del PP, y el único que se atreve —ahora también lo hace Isabel Díaz Ayuso— a decirle de vez ...
Las palabras de Alberto Núñez Feijóo el viernes llamando a Pablo Casado a la “serenidad” frente a la estrategia de la crispación han causado un profundo impacto en el PP. El recado o consejo, según como se mire, del presidente gallego al líder del PP en un acto conjunto es compartido por muchos dirigentes. Feijóo es de alguna forma el guardián del sentido común del PP, y el único que se atreve —ahora también lo hace Isabel Díaz Ayuso— a decirle de vez en cuando al líder: por ahí no.
Su llamada de atención ha sido celebrada en un PP que se ha sumido en el desconcierto ante la estrategia cambiante de Casado. Un alto cargo de su comité ejecutivo nacional lo resume así: “Casado dice una cosa y la contraria. Estamos todos estupefactos, ha cabreado a duros y blandos, y hay que ser muy hábil para eso. En Sudamérica, la semana pasada, cabreó a los duros proponiendo la gran coalición al PSOE, cuando ahora no toca, y esta semana ha cabreado a los moderados con toda esa artillería sobreactuada. El conflicto con Ayuso lo tiene muy descentrado. Estamos todos de acuerdo con el mensaje de Feijóo pidiéndole serenidad”.
El líder del PP ha recobrado el protagonismo esta semana después de casi cuatro meses de conflicto con la presidenta de Madrid en los que solo lograba impacto en los medios por su choque con Ayuso. Ahora bien, lo ha logrado entregándose al estilo más bronco y agresivo, con tres episodios de su estrategia de oposición que son discutidos incluso dentro de su propio partido. El miércoles, Casado recurrió al lenguaje malsonante en sede parlamentaria —con el “¿Qué coño tiene que pasar para que usted asuma alguna responsabilidad?” que espetó al presidente, Pedro Sánchez—, y acusó al PSOE de obstaculizar la investigación sobre distintos casos de abusos sexuales a menores, mencionados en un batiburrillo en su discurso en la sesión de control al hilo del caso del acoso independentista al niño catalán de Canet de Mar (Barcelona). Ese mismo día dio además orden al partido de emprender un ataque total y frontal contra la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, por una tensa conversación privada que ambos habían mantenido precisamente por el tono de su discurso en el Parlamento.
Los dirigentes de primera fila del PP recibieron una llamada de Génova en la que se les emplazaba a hacer declaraciones y poner tuits contra la vicepresidenta primera. “La instrucción fue ir todos a por ella”, cuentan algunos de los que recibieron la orden. “Atácala”, les dijeron. El ambiente se calentó más cuando el portavoz nacional y alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, aseguró a los periodistas que la ministra de Economía le había dicho en privado que su jefe era un “desequilibrado”. Varios dirigentes del PP revelan su malestar por la gestión de este episodio y por la decisión del ataque indiscriminado contra la vicepresidenta. “Almeida no puede hacer públicas unas declaraciones privadas de Calviño. Es un disparate. Ese tipo de política no lleva a ningún sitio”, lamenta uno. “Si sabemos que el objetivo es Sánchez, ¿a qué viene ahora meterse con una mujer que pasa por ser una de las mejores valoradas del Gobierno? ¡Por una conversación privada!”, reprocha otro miembro de la ejecutiva.
El lenguaje y el tono de Casado en el Parlamento tampoco han caído bien en el sector moderado del PP. Tras el discurso del líder popular en el Congreso, José María Lassalle, secretario de Estado con Mariano Rajoy, alertó en la Cadena SER de que “la degradación intelectual empieza por las palabras y acaba en las ideas”. En opinión de Lassalle, “Casado está arrastrado por el miedo a perder el control de unas bases que se agitan y se giran cada vez más a la derecha”, apunta el académico en conversación con EL PAÍS. La radicalización de las bases sociológicas y mediáticas de la derecha avanza por “contagio de Vox”, analiza el intelectual conservador, que lleva meses pidiendo a su expartido que batalle contra ese proceso. “El ejemplo alemán demuestra cómo impedir que tu electorado se contamine aun a riesgo de perder elecciones. Vale más preservar la democracia”, reflexiona.
El equipo del líder argumenta que Casado se limita a llevar al Congreso el malestar de la ciudadanía. “El miércoles Casado expresó el hartazgo de una mayoría de españoles con la actitud de un Sánchez que no hace otra cosa que repetir los mantras de la recuperación sin asumir una sola responsabilidad por los problemas reales que acucian al país”, explica un estrecho colaborador. Los moderados del PP consideran, en cambio, que no se trata de cabalgar a lomos del enfado, sino de ofrecer respuestas. José Luis Ayllón, ex jefe de gabinete de Rajoy, opina: “Cuando estás construyendo una alternativa no tienes que excitar más el cabreo, sino explicar a los cabreados que podrían cambiar las cosas si votaran a un partido que actuara diferente”.
El problema para muchos en el PP no es solo el abandono de la moderación, sino que el partido camina con una estrategia de bandazos. La subida de pistón de Casado contra el Gobierno esta semana es incoherente con la línea que desplegó la semana anterior, en su gira latinoamericana, cuando vistió el traje de dirigente moderado. Allí cargó contra los populismos y llegó a proponer una gran coalición al PSOE en caso de ganar las próximas elecciones generales. “Es incomprensible. Los que estamos dentro del barco no sabemos si ir a babor o a estribor”, admite un dirigente en activo. Un relevante líder autonómico pide al líder “una política de largo plazo, de estabilidad”, y no de “acción-reacción” como la de los últimos 10 días. “A Rajoy se le podían criticar muchas cosas, pero era fiable. Pablo tiene que encontrar su sitio”, analiza.
La mayoría de las fuentes consultadas creen que Casado puede estar acusando un estado de nerviosismo fruto de su conflicto interno con Ayuso. La guerra fría que enfrenta al líder con la baronesa madrileña ha adquirido una nueva dimensión esta semana, porque ha saltado del choque orgánico al ideológico, con un enfrentamiento por las políticas de gestión de la pandemia. Las encuestas reflejan ya un desgaste por esta crisis, que no tiene visos de solución a corto plazo. Mientras eso no cambie, piensan muchos en el PP, el líder estará sometido a una tensión excesiva que le dificulta centrarse en su trabajo de oposición. Hasta el punto de que la autoridad moral del PP —Feijóo— ha llegado a pedirle en público sosiego y tranquilidad.