Opinión

La maldición de Juncker y Ciudadanos en el caso valenciano

Quizás arroje algo de luz una encuesta encargada para baremar el influjo del “factor Cantó” en futuros escenarios electorales, más allá de las siglas a las que ahora representa

Toni Cantó, con varios diputados de Ciudadanos en las Cortes valencianas, el pasado jueves.Kai Försterling (EFE)

En los ambientes políticos europeos se conoce como “la maldición de Jean-Claude Juncker” la siguiente frase, atribuida a este europeísta de la vieja escuela que fue presidente de la Comisión Europea: “Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”.

Haciendo gala de una ironía rayana en el cinismo, el ex mandatario europeo planteaba un crucial dilema al que más pronto que tarde debe enfrentarse cualquier dirigente político: elegir entre lo óptimo para el territorio y los ciudadanos a los que dice representar, o lo más conveniente para alcanzar y/o c...

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En los ambientes políticos europeos se conoce como “la maldición de Jean-Claude Juncker” la siguiente frase, atribuida a este europeísta de la vieja escuela que fue presidente de la Comisión Europea: “Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”.

Haciendo gala de una ironía rayana en el cinismo, el ex mandatario europeo planteaba un crucial dilema al que más pronto que tarde debe enfrentarse cualquier dirigente político: elegir entre lo óptimo para el territorio y los ciudadanos a los que dice representar, o lo más conveniente para alcanzar y/o conservar el poder. Solo en contadas ocasiones una única vía permite satisfacer, al unísono, ambas opciones.

Un ejemplo reciente y cercano lo vivimos tras las elecciones generales del 28 de abril de 2019. La suma de los escaños logrados por el PSOE -123- y Ciudadanos (Cs) -57- permitía formar un gobierno de coalición en mayoría al sumar ambas formaciones 180 parlamentarios, cuatro por encima de la mayoría absoluta, establecida en 176 escaños. Ni Pedro Sánchez ni el luego dimisionario Albert Rivera antepusieron la estabilidad de España a sus cálculos partidistas. El dirigente socialista temió que un pacto con Cs dejase a Podemos un amplio espacio para crecer como principal fuerza de la oposición desde la orilla izquierda del espectro político. Rivera, por su parte, empeñado en dar el sorpasso al PP, calculó que firmar una acuerdo de gobierno con el PSOE le alejaba de ese objetivo. Las consecuencias son conocidas por todos: un gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos, en minoría, sometido, por pura aritmética parlamentaria, a las continuas exigencias de formaciones soberanistas y nacionalistas.

La maldición de Juncker recobra actualidad estos días a raíz de los movimientos registrados por el sismógrafo político, con epicentro en Murcia y notable réplica en la comunidad de Madrid.

Cuando la pandemia por coronavirus sigue siendo una dramática realidad en todo el mundo; cuando la amenaza de una cuarta ola pandémica figura entre los pronósticos de la comunidad científica; cuando los muertos se siguen contando por decenas en España cada jornada; cuando la campaña de vacunación masiva se ve amenazada por las prácticas torticeras de las potentes multinacionales farmacéuticas y la impericia de los negociadores europeos que nos representan frente a ellas; cuando el desempleo y la pobreza se enseñorean, en ese escenario de temor e incertidumbre, nuestros políticos actúan como pollos sin cabeza con el insano afán de destruirse entre ellos a base de navajazos y tácticas de baja estofa. Ante el eterno dilema planteado por Juncker, han elegido. Repitamos con Estanislao Figueras, a quien ya hemos citado aquí en alguna otra ocasión, aquello de: “Señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros (ustedes)”.

Con Cs en el ojo del huracán de la política patria, todas las miradas se han vuelto estos días hacia la Comunidad Valenciana. Aquí ejerce de parlamentario y líder de la formación naranja Toni Cantó quien, sospechamos que a su pesar, está siendo reclamado desde diferentes puntos geográficos para encabezar la oposición interna a Inés Arrimadas, muy cuestionada por la abortada moción de censura en Murcia y sus consecuencias. Aunque comedido en sus primeras manifestaciones públicas, Cantó ha dejado claro que no comparte con la dirección nacional de su partido -de la que es miembro- sus más recientes decisiones. Decisiones que, además, entorpecen el incipiente idilio entre Cs y el PP de Isabel Bonig, de incierto futuro, sí, pero que progresaba adecuadamente de cara a formalizar algún tipo de acuerdo ante el horizonte de las próximas elecciones autonómicas y municipales.

La proyección nacional de Cantó, disparada por la viralización en las redes sociales de algunos videos recogiendo intervenciones suyas en las Cortes Valencianas, le otorgan un protagonismo político cuyo desenlace es una incógnita en estos momentos. Quizás arroje algo de luz una encuesta encargada para baremar el influjo del “factor Cantó” en futuros escenarios electorales, más allá de las siglas a las que ahora representa.

A finales de los años 70′ el New York Times publicitó una actuación de Lola Flores en el Madison Square Garden con el eslogan: “No canta, no baila…no se la pierdan”. Pues igual con Cantó.

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