Antonio García Ferrer, el sentido del deber y del servicio de un diplomático
El domingo falleció Antonio García Ferrer a los 51 años. Antonio ingresó en la carrera diplomática en 1996 y desempeñó a lo largo de su trayectoria profesional distintas responsabilidades en la sede central del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación y en las Representaciones de España en Seúl, Varsovia, Yakarta y Roma. Durante los últimos cinco años, dirigió la Oficina de Asuntos de Gibraltar. Antonio tuvo una carrera llena de reconocimientos en lo personal y en lo profesional. Un itinerario en el que dio cumplida muestra de su sentido del deber y de servicio al Estado....
El domingo falleció Antonio García Ferrer a los 51 años. Antonio ingresó en la carrera diplomática en 1996 y desempeñó a lo largo de su trayectoria profesional distintas responsabilidades en la sede central del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación y en las Representaciones de España en Seúl, Varsovia, Yakarta y Roma. Durante los últimos cinco años, dirigió la Oficina de Asuntos de Gibraltar. Antonio tuvo una carrera llena de reconocimientos en lo personal y en lo profesional. Un itinerario en el que dio cumplida muestra de su sentido del deber y de servicio al Estado.
Desde que asumí la cartera del ministerio hace unos meses, he compartido largas e intensas reuniones de trabajo con muchos diplomáticos; algunos por el carácter recurrente de ciertas cuestiones, otros por tratarse de temas que concentraban puntualmente la atención pública. En la unidad que dirigía Antonio convergían ambas circunstancias, por lo que tuve la ocasión de tratarlo con frecuencia.
Durante este tiempo, he sido testigo de su calidad y entrega profesionales y de sus cualidades humanas, que hacían de él un gran negociador y un apreciado compañero. En esos últimos años en los que estuvo al frente de la Oficina de Gibraltar, un puesto de gran complejidad, Antonio contribuyó con su dedicación y excelencia a la conclusión de importantes acuerdos con el Reino Unido con motivo del Brexit y en relación a Gibraltar.
Antonio era lo que parecía. Un hombre de una inmensa bondad. De mirada limpia y sonrisa inteligente y sincera. Con una enorme capacidad para mantener la calma y la claridad de juicio, incluso en los momentos más tensos y difíciles de las negociaciones. Humilde y amable. Como no podía ser de otra forma, Antonio era apreciado y querido por todos los que le llamaban amigo y también por los que por razones diversas compartieron con él trabajo y responsabilidades, tanto en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación como en otros departamentos ministeriales. He podido leer los testimonios de autoridades y vecinos del Campo de Gibraltar, así como de británicos y gibraltareños, todos ellos poniendo en valor tanto su competencia como su extraordinaria bonhomía.
Quiero trasladar a su viuda, Lorea, también compañera en este ministerio, y a sus familiares y amigos mi más sentido pésame y expresar mi agradecimiento por haber tenido la posibilidad de conocer y apreciar a un gran profesional y excelente persona.
Antonio nos ha dejado, pero su espíritu seguirá presente en el ánimo de sus compañeros y amigos. Su ejemplo permanece y alienta a todos los que tuvimos la suerte de trabajar con él.