10 fotos
Escapadas

Oporto, seducción en 10 pasos

Hay sobrados motivos para enamorarse de esta urbe del norte de Portugal, envuelta por el río Duero y el océano Atlántico

Cuando triunfaban las tertulias de café, en los años veinte, el Majestic reunía a la intelectualidad local, y hoy, a los curiosos foráneos, pues mantiene su arquitectura art-nouveau. Cerca ha renacido el Café Guarany (1933), en la avenida de los Aliados. El otrora Café Imperial es ahora el McDonald’s más bonito del mundo. Tampoco hay que andar mucho para sentarse en la Confitería del Bolhão (1896) y A Pérola do Bolhão (1917), todo en la misma calle y junto al mercado.Ross Helen (Getty)
Para muchos, la vista más bonita de Oporto se obtiene justo desde enfrente, en Vila Nova de Gaia. El puente de Luis I, construido por un discípulo de Eiffel, une las dos ciudades. Se podría decir que Gaia es bella gracias a Oporto y viceversa. Desde su ribera, los viejos, grises y austeros almacenes de vino forman una especie de Alpes de pizarra, donde sobresalen anuncios de bodegas legendarias. Por razones de transporte, pero también climáticas, en Gaia se almacenaban —y aún siguen— las cubas de vino. Por dentro es un laberinto de intrincadas callejuelas. Algunos de los almacenes son ahora lugares de catas, asadores y hostales como The House of Sandeman, con inmejorables vistas a la otra fachada del río, la de Oporto.Poike (Getty)
Harry Potter ha hecho magia. Ha conseguido que la librería Lello & Irmão gane dinero vendiendo libros. La escritora J. K. Rowling encontró inspiración en Oporto, en las capas negras de los estudiantes y en la escalera de la librería. La plaza de los Clérigos reúne a los pottermaniacos, a los compradores de bacalao en Casa Oriental y a los valientes que quieren subir los 225 escalones de la torre de los Clérigos.SOPA Images (Getty)
Para conocer la vida de los santos en Oporto no es preciso entrar en las iglesias, basta mirar sus fachadas de azulejos en azul y blanco. Destaca la pared lateral de la iglesia do Carmo, revestida en 1912 con ilustraciones del monte Carmelo. En las dos torres de la iglesia de San Ildefonso, Jorge Colaço se explayó con alegorías a la eucaristía, y el artista pintó la vida de san Antonio en la de los Congregados. No menos espectaculares son la capilla de las Almas y el claustro azulejado de la catedral.Maremagnum (Getty)
¿Es museo? ¿Jardín? ¿Parque zoológico? Es el todo en uno. La Fundación Serralves (Rua D. João de Castro, 210) es uno de esos recursos del que tirar a ciegas porque siempre hay algo interesante: puede ser una exposición o un paseo entre su exuberante arboleda, visitar la casa rosa art déco o la granja de vacas y ovejas. Entretenimiento asegurado para niños y mayores. También cuenta con un cuidado restaurante y la casita del té, entre fuentes y umbrales de pérgolas. Y uno de sus pabellones fue proyectado por Álvaro Siza, premio Pritzker en 1992.Olivier Vancayzeele (Getty)
Desde la estación de São Bento, con sus 20.000 azulejos pintados a mano, bajamos a rua das Flores, con sus Comercios centenarios y el salón de té Jóia da Coroa. Y en la fachada del Museo de la Misericordia cuelga Una escultura de rui Chafes.Glen Pearson (Getty)
La Rua de Miguel Bombarda, en la parte alta, es una zona sin pretensiones cuyas callejuelas se han llenado de talleres de artistas; galerías como Ó!, Quadrado Azul o Trindade; coquetas tiendas y pensiones como la Favorita, y restaurantes cool como Oficina. La antes apartada calle es hoy centro de las inquietudes artísticas.Tiago Perestrelo (Ó! Galeria)
Ir en bici bordeando el Duero es una grata experiencia. Se abandona el bullicio de la Ribeira y avanzamos hacia la desembocadura del río y el rugido del océano, donde Oporto cambia su nombre por Foz y luego por Matosinhos. Un paseo con paradas en el parque de la ciudad y en las playas hasta la espectacular Terminal de Cruceros. Antes de volver, reponemos fuerzas en la Marisqueira dos Pobres.Olena Klymenok (Getty)
Douro es la denominación de origen vinícola más antigua del mundo (1756). El paseo en barco Duero adentro puede durar horas o días. Una experiencia esencial para comprender Oporto y el mérito de sus viticultores que plantaron viñas en tierra inhóspita. La navegación hasta Pinhão (la más recomendable, 75 euros) descubre fincas entre laderas y bancales de pizarra. La cata está asegurada y, si es época, la recogida o pisada de la uva en alguna quinta, también.Leonsbox (Getty)
En Oporto hay que probar una francesinha. Consiste en una montaña de pan de molde, queso, beicon, ternera, huevo frito y salchichas, todo bien regado de salsa, más o menos picante, y acompañada de abundantes patatas fritas. O Requinte, Mauritânia Real y Bufete Fase son mis sitios favoritos para este placer culinario.Ross Helen (Getty)