Siete años no es nada

Tras plantar 40 nuevas hectáreas de viñedo en los montes de Toledo, a una altura media de 850 metros sobre el nivel del mar, Carlos Galdon refunda en 2007 la vieja bodega Tierras de Orgaz. Lo tiene claro: lo primero es la viña, el resto ya vendrá. Elige cuidadosamente el terreno, un paisaje en pendiente, duro, solano, con la superficie cubierta por una gruesa capa de cantizal que sujeta la temperatura en las frías noches continentales; debajo, la fina capa de arcilla roja, húmeda y esponjosa, cubre a modo de manto la piedra caliza; estratos edafológicos que presagian finura, aromas estilizados...

Tras plantar 40 nuevas hectáreas de viñedo en los montes de Toledo, a una altura media de 850 metros sobre el nivel del mar, Carlos Galdon refunda en 2007 la vieja bodega Tierras de Orgaz. Lo tiene claro: lo primero es la viña, el resto ya vendrá. Elige cuidadosamente el terreno, un paisaje en pendiente, duro, solano, con la superficie cubierta por una gruesa capa de cantizal que sujeta la temperatura en las frías noches continentales; debajo, la fina capa de arcilla roja, húmeda y esponjosa, cubre a modo de manto la piedra caliza; estratos edafológicos que presagian finura, aromas estilizados, frescor.

Durante años contempla el desarrollo de las cepas. No hay prisa. Deja pasar siete cosechas antes de elaborar la primera añada. Cuenta con el asesoramiento de un director técnico de la talla de Ignacio de Miguel, señor de los mil vinos manchegos, y además, con el buen hacer del enólogo José Carlos Serrano.

Si tenemos en cuenta que estamos en los primeros pasos de un ambicioso proyecto vitivinícola, el resultado es alentador. El vino ya muestra sus rasgos definitorios: aromas maduros de mora silvestre, cereza y especias, en un conjunto de notable fuerza expresiva que refuerza la armonía fruta-madera. Sabroso, su solidez tánica aconseja algún tiempo más de envejecimiento en botella.