Cartas al director

La vida en ello

A la democracia no se la puede mirar con un encogimiento de hombros porque siempre hay alguien al acecho para dinamitarla. Porque, de pronto, aparece una garra siniestra que sorprenderá y aterrará hasta a los más indiferentes, apáticos y displicentes a ella. La democracia no es de los políticos, no lo es exclusivamente: la democracia es del pueblo. Por lo tanto, por nuestro propio bien y por el de nuestros descendientes, votemos. Votemos sí a la democracia, sí a la libertad, sí a los derechos humanos, sí a la protección de los más necesitados, de los más débiles; sí a un Estado donde solo sufr...

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A la democracia no se la puede mirar con un encogimiento de hombros porque siempre hay alguien al acecho para dinamitarla. Porque, de pronto, aparece una garra siniestra que sorprenderá y aterrará hasta a los más indiferentes, apáticos y displicentes a ella. La democracia no es de los políticos, no lo es exclusivamente: la democracia es del pueblo. Por lo tanto, por nuestro propio bien y por el de nuestros descendientes, votemos. Votemos sí a la democracia, sí a la libertad, sí a los derechos humanos, sí a la protección de los más necesitados, de los más débiles; sí a un Estado donde solo sufran persecución los asesinos, los malhechores, los corruptos y los que abusan de otras personas indefensas. Un Estado sin vetos a la opinión y a la información. Un Estado que apueste firme por la evolución, por el progreso y por un futuro esperanzador para sus ciudadanos y para sus instituciones. Elijamos, entre nuestros políticos candidatos, al que creamos que mejor puede garantizar los citados ideales. ¡Votemos! Votemos como si nos fuera la vida en ello.

Samuel H. del Campo. Gijón

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