Patinetes sin freno

Cada día tengo que cruzar la Avenida Diagonal para ir a trabajar y os aseguro que sufro por mi vida. Por si no teníamos suficiente con los coches, las bicicletas, el tranvía y los peatones despistados, ahora hace falta sumar los patinetes en sus múltiples y en algunos casos odiosas versiones. Cada vez que salgo de la boca del metro, tengo que mirar cinco veces hacia los dos lados de la calle para evitar un encontronazo con una de estas máquinas que, lejos de ser juguete, son auténticos vehículos que pueden alcanzar velocidades muy elevadas y causar mucho daño. Y Barcelona no es la única ciudad...

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Cada día tengo que cruzar la Avenida Diagonal para ir a trabajar y os aseguro que sufro por mi vida. Por si no teníamos suficiente con los coches, las bicicletas, el tranvía y los peatones despistados, ahora hace falta sumar los patinetes en sus múltiples y en algunos casos odiosas versiones. Cada vez que salgo de la boca del metro, tengo que mirar cinco veces hacia los dos lados de la calle para evitar un encontronazo con una de estas máquinas que, lejos de ser juguete, son auténticos vehículos que pueden alcanzar velocidades muy elevadas y causar mucho daño. Y Barcelona no es la única ciudad donde esto está sucediendo. No pido que se eliminen, pero sí que se regule y controle su uso. Más civismo para muchos de sus conductores y por qué no, una licencia y un seguro para aquellos que los usen, también sería necesario. Está muy bien apostar y probar nuevas alternativas de desplazamiento, pero hagámoslo como es debido.

Elisa Pérez. Barcelona

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