Cartas al director

El debate como espectáculo

Desde hace tiempo, una serie de rancios debates sobre no importa qué tema proliferan en los diferentes canales televisivos. Algunos de ellos han llegado incluso a convertirse en auténticos espectáculos. Al mismo tiempo, han surgido como setas los opinadores profesionales que, sin cortarse un pelo, participan con inusitado entusiasmo en tertulias donde el vocerío y la chabacanería suelen estar casi siempre por encima de la sabiduría y de la serena reflexión.

Dejar anonadados a los oponentes por la solidez de un razonamiento ha sido sustituido por dejarles boquiabiertos —lamentablemente— ...

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Desde hace tiempo, una serie de rancios debates sobre no importa qué tema proliferan en los diferentes canales televisivos. Algunos de ellos han llegado incluso a convertirse en auténticos espectáculos. Al mismo tiempo, han surgido como setas los opinadores profesionales que, sin cortarse un pelo, participan con inusitado entusiasmo en tertulias donde el vocerío y la chabacanería suelen estar casi siempre por encima de la sabiduría y de la serena reflexión.

Dejar anonadados a los oponentes por la solidez de un razonamiento ha sido sustituido por dejarles boquiabiertos —lamentablemente— al no haberles sido posible pronunciar ni una palabra. El vozarrón atronador y la vehemencia de ciertos discursos logra apagar el resto de las voces.

Y es que, últimamente, parecen haberse impuesto los formatos de programas low cost, anodinos y centrados en la confrontación dialéctica de unos participantes cuyo nivel intelectual raya en la indigencia.— Miguel Sánchez Tradobares. Zaragoza.

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