Cartas al director

Difícil redención

Humano, ese ser que cada día lo es menos. Tan perfecto, en la cúspide de la creación. Capaz de razonar entre las bestias. Dispuesto a acudir al socorro del prójimo. De donar sus órganos cuando otro los precisa. De poner límites a la Tierra, surcando el universo. Y también presto a aprovecharse del más débil. Del dolor del lomo ajeno. De los niños de países lejanos que cosen la ropa de este primer mundo. De las mujeres que, huyendo del horror de la guerra, terminan esclavizadas en los prostíbulos. De los que no se ahogaron en las pateras, esos que ahora recolectan la fruta del amo del cortijo. ...

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Humano, ese ser que cada día lo es menos. Tan perfecto, en la cúspide de la creación. Capaz de razonar entre las bestias. Dispuesto a acudir al socorro del prójimo. De donar sus órganos cuando otro los precisa. De poner límites a la Tierra, surcando el universo. Y también presto a aprovecharse del más débil. Del dolor del lomo ajeno. De los niños de países lejanos que cosen la ropa de este primer mundo. De las mujeres que, huyendo del horror de la guerra, terminan esclavizadas en los prostíbulos. De los que no se ahogaron en las pateras, esos que ahora recolectan la fruta del amo del cortijo. Tenga cuidado con sus pertenencias cuando salga de la habitación, dijo la enfermera; hay quien aprovecha las visitas al hospital para robarles a los enfermos. Pero siempre cabe superarse, a todo hay quien gane. Para no dejar de sorprender. Para el más vergonzoso sonrojo a la supuesta humanidad innata. Por parte de quienes fueron encargados de prestar ayuda y acabaron hurgando en la herida de la desgracia. Difícil redención, más allá de la voz de su propia conciencia.— Óscar Camiño Santos. A Coruña.

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