Cartas al director

Carlos Slepoy

He leído el obituario de Carlos Slepoy. Resulta que yo estaba en la plaza de Olavide el día que menciona. Estaba jugando con mi hija, que entonces tenía dos años. De repente los chicos que estaban al otro lado del parque vinieron corriendo hacia nosotros. Uno de ellos dijo “tiene una pistola”. Y allí estaba un policía uniformado, obviamente borracho, pistola en mano. De repente apareció un señor que empezó a hablar con él. El policía le pegó un tiro. Yo cogí a mi hija y la llevé corriendo a casa, volví enseguida a ver si podía ayudar, pero ya había llegado un coche de la policía. Seguí el caso...

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He leído el obituario de Carlos Slepoy. Resulta que yo estaba en la plaza de Olavide el día que menciona. Estaba jugando con mi hija, que entonces tenía dos años. De repente los chicos que estaban al otro lado del parque vinieron corriendo hacia nosotros. Uno de ellos dijo “tiene una pistola”. Y allí estaba un policía uniformado, obviamente borracho, pistola en mano. De repente apareció un señor que empezó a hablar con él. El policía le pegó un tiro. Yo cogí a mi hija y la llevé corriendo a casa, volví enseguida a ver si podía ayudar, pero ya había llegado un coche de la policía. Seguí el caso en los periódicos y tenía entendido que el señor iba a tener que pasar el resto de su vida en una silla de ruedas. Lo que hizo Carlos Slepoy aquel día es lo más valiente que he visto en mi vida. Y ahora me entero de las demás cosas que hizo. Me siento pequeño a su lado.— Peter R. Morgan. Gijón.

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