Artimaña y confección

Mientras ustedes estaban celebrando San Valentín, Julian Assange volvía tras un lustro de ausencia y vacío a Twitter

Pamela Anderson, en la embajada de Ecuador en Londres, para visitar a Julian Assange.Neil Mockford (GC Images)

“Los rumores sobre mi muerte han sido muy exagerados”. Mientras ustedes estaban celebrando San Valentín, Julian Assange volvía tras un lustro de ausencia y vacío a Twitter. Lo hacía para desmentir su fallecimiento y se servía de una cita de Mark Twain para ello. El tuit confirmaba que el wifi de la Embajada de Ecuador en Londres había sido reparad...

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“Los rumores sobre mi muerte han sido muy exagerados”. Mientras ustedes estaban celebrando San Valentín, Julian Assange volvía tras un lustro de ausencia y vacío a Twitter. Lo hacía para desmentir su fallecimiento y se servía de una cita de Mark Twain para ello. El tuit confirmaba que el wifi de la Embajada de Ecuador en Londres había sido reparado y que la bandeja de productos veganos que le trajo Pamela Anderson hace meses con el fin de alimentar los rumores sobre una posible relación física e intelectual entre la vigilante de la playa y el vigilante de todo lo demás, no contenía ningún producto introducido por los servicios secretos de alguno de los gobiernos ultrajados por Assange. “Ella es una persona atractiva con una mente atractiva. No es una idiota. Psicológicamente es muy inteligente”, declaró él tras el encuentro, claramente bajo los efectos del tofu. “WikiLeaks es una de las fuentes de información en las que puedes confiar, porque es solo información. Realmente, pienso que la historia lo presentaría como una persona muy importante”, afirmaba ella, aún intoxicada de soja. Estas declaraciones parecen casi un diálogo sacado de uno de aquellos relatos de ‘artimaña y confección’ de los que se mofaba George Eliot en su ensayo Las novelas tontas de ciertas damas novelistas, poco más de sesenta demoledoras páginas en las que la escritora inglesa se mofaba de las novelas románticas escritas por sus coetáneas. En esos libros, afirmaba, se confundía “la afectación con la originalidad” y “la grandilocuencia con la elocuencia”. Cada uno a su manera -o sea, una dentro de un bañador y el otro dentro de un servidor-, llevan haciendo eso desde que les conocemos.

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