Fontserè

La estrella de los montajes de Els Joglars es una antiestrella que ha dejado la egolatría aparcada en algún lado

Ramon Fontserè, en 2013.carlos rosillo

Rafael Azcona es el arquetipo del genio al que nadie reconoce por la calle. Él contaba con la ventaja de ser guionista, una profesión que le importa un bledo a la gente. Pero conquistar esa invisibilidad siendo un insigne actor es algo muy extraño. Eso es lo que ha logrado, con gran éxito, Ramon Fontserè.

La estrella de los montajes de Els Joglars es una antiestrella que ha dejado la egolatría aparcada en algún lado. Ha convertido en arte su habilidad para diluirse en los poderos...

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Rafael Azcona es el arquetipo del genio al que nadie reconoce por la calle. Él contaba con la ventaja de ser guionista, una profesión que le importa un bledo a la gente. Pero conquistar esa invisibilidad siendo un insigne actor es algo muy extraño. Eso es lo que ha logrado, con gran éxito, Ramon Fontserè.

La estrella de los montajes de Els Joglars es una antiestrella que ha dejado la egolatría aparcada en algún lado. Ha convertido en arte su habilidad para diluirse en los poderosos personajes que suele encarnar —Dalí, Pla, Puyol, Franco, Sánchez Mazas, Galileo Galilei— sin dejarse devorar por ellos. Hace casi cinco años que está al frente de Els Joglars pero aún hay quien cree que el director es Albert Boadella.

Entre sus alardes recientes se encuentra un vídeo realizado por David Trueba, la persona que le descubrió para el cine, en el que recrea textos de Montaigne, Quevedo y Cervantes. Y ahora, cada lunes, en el Teatro Cofidis Alcázar de Madrid, se le puede no ver, pero sí admirar, detrás del asombroso Jorge Sanz en Tiempo, de Quim Masferrer. Fontserè dirige esta función en la que Sanz, desde una silla de ruedas, arroja los pensamientos que le asaltan a un enfermo terminal durante los últimos 90 minutos de su vida.

Fontserè nació hace 60 años en Torelló, Barcelona. De niño convivió con los cerdos que criaba su familia y con el helicóptero que tenían en el garaje, al que se montaba con su padre como si fuera una bicicleta. Muy cerca de ese ambiente halló su lugar en el mundo, una masía en la que él provoca que los días corran de otra manera.

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