El descarado lenguaje de los políticos
Cada vez es más vacío el lenguaje de la mayoría de políticos estos últimos meses. Peor aún, cansino, reiterativo y mentiroso. No es un lenguaje constructivo, sino destructivo. Un lenguaje a la contra. Todo vale para justificar la propia ineficacia y para desacreditar al contrario. La ambigüedad y la contradicción. Además, dicho con descaro y sin la menor elegancia oratoria con que se adornaba estas intervenciones parlamentarias o mediáticas en otros tiempos. Y esto no solamente evidencia el bajo nivel de nuestros actores políticos, sino que es una ofensa a la inteligencia del ciudadano que qui...
Cada vez es más vacío el lenguaje de la mayoría de políticos estos últimos meses. Peor aún, cansino, reiterativo y mentiroso. No es un lenguaje constructivo, sino destructivo. Un lenguaje a la contra. Todo vale para justificar la propia ineficacia y para desacreditar al contrario. La ambigüedad y la contradicción. Además, dicho con descaro y sin la menor elegancia oratoria con que se adornaba estas intervenciones parlamentarias o mediáticas en otros tiempos. Y esto no solamente evidencia el bajo nivel de nuestros actores políticos, sino que es una ofensa a la inteligencia del ciudadano que quizás se los tomó en serio y, con el civismo que corresponde en un país democrático, fue a votarles. Es tal el desparpajo que muestran a través de los medios de comunicación, para desfigurar la realidad a favor de sus intereses partidarios, que seguramente estos medios no debieran darles la acogida que no se merecen. No estaría mal que las asociaciones representativas de estos medios y los propios profesionales dejasen de ser meras cajas de resonancia de tales comportamientos y se replanteasen si están cumpliendo debidamente su deber o se han convertido en puros propagandistas. No basta ya la mera postura crítica de columnistas, tertulianos, opinadores y presentadores, hay que valorar objetivamente el interés de las declaraciones que se publican. Es hora de que los medios y los profesionales, libre y responsablemente, hagan también autocrítica. Y los lectores, radioyentes o telespectadores deben concienciarse más —muchos ya lo están— en que no deben tragarse todo lo que les echen.— Wifredo Espina.