Toño Sanchís y David Delfín en el 'talent show' definitivo

¿De verdad hay tanta gente con talento como para llevar más de diez años encadenando programas de cante y baile? No es que los talent shows sean algo nuevo –nada más barato que juntar a un puñado de desconocidos con muchas ganas de salir en la tele–, pero el boom que vivimos desde que Operación triunfo se convirtiese en un fenómeno de masas es ya insoportable. Niños cantando, padres llorando, aspirantes a estrellas haciendo gorgoritos, alguien que cree que ser mago todavía mola en pleno siglo XXI. ¿De verdad la humanidad es tan terrible que nos merecemos estos castig...

¿De verdad hay tanta gente con talento como para llevar más de diez años encadenando programas de cante y baile? No es que los talent shows sean algo nuevo –nada más barato que juntar a un puñado de desconocidos con muchas ganas de salir en la tele–, pero el boom que vivimos desde que Operación triunfo se convirtiese en un fenómeno de masas es ya insoportable. Niños cantando, padres llorando, aspirantes a estrellas haciendo gorgoritos, alguien que cree que ser mago todavía mola en pleno siglo XXI. ¿De verdad la humanidad es tan terrible que nos merecemos estos castigos? La respuesta parece evidente.

El último intento de explotar esta burbuja que no para de dar alegrías –todavía hay gente que se sienta en el sofá a ver La Voz y se emociona con una nueva versión de la banda sonora de Titanic– se llama Levántate VIP, un mega mix entre Gran Hermano, Sálvame y Qué tiempo tan feliz. La mecánica es sencilla: viendo que es difícil colar un nuevo programa con padres e hijos cantantes y que Tu cara me suena ha puesto al Deluxe contra las cuerdas, ¿por qué no idear un formato con parejas de famosos cantando? Dicho y hecho. Y nada de pensar cosas nuevas. Le ponemos un VIP detrás y a vivir. Y ya puestos, anunciamos uno de esos fichajes que prometen hacer temblar los cimientos de Twitter: Toño Sanchís, el exrepresentante de Belén Esteban.

El aterrizaje del representante en plena vorágine de acusaciones contra la estrella de Mediaset –supuestamente, Sanchís se ha ido quedando con parte de las ganancias de Belén Esteban– evidencia, de forma incluso poética, la decadencia de los talent shows. ¿Qué importa si cantan o no cantan cuando de lo único que se va a hablar es de las reacciones de Belén Esteban cuando vea a su archienemigo en la pantalla? Aunque, claro, contando que los demás participantes son Azúcar Moreno, Bimba Bosé y David Delfín (aún por confirmar), Melody y su padre y Anabel Pantoja con alguien de su familia que parece que no va a ser Kiko Rivera, igual lo de las actuaciones es lo de menos. Haber bautizado al programa como Sálvame SingStar hubiese sido más honesto.

Pero, ¿qué pinta Toño ahí? Resulta que el representante, antes de dedicarse a gestionar contratos, era cantante. Primero en Los inhumanos primero y después en La banda del capitán canalla después. De hecho, con uno de sus excompañeros va a entrar en el concurso. Una alta alcurnia musical con la que pretende sorprendernos a todos y, de paso, poner un pie en televisión como absoluto protagonista. Ahora, igual lo de cantar sin tener a 35 compañeros vestidos de monje detrás saltando, gritando y metiendo las cabezas dentro de un váter de pega, es un reto. No uno que queramos ver, claro, pero sí uno orquestado para que Belén Esteban se vuelva loca y despliegue todo su arte y su artillería pesada. ¡Qué tiempos tan gloriosos!

Con este percal, cruzamos los dedos para que la audiencia se decante hacia otras posibilidades y nos dejen un minuto de descanso. Got talent, Pequeños gigantes, La Voz, Levántate, X Factor, Fama, Generación Rock, Operación triunfo, Tú sí que vales, Tienes talento, Insuperables, Hit, la canción, El número uno, Popstars, ¡basta ya! ¡Basta ya! España no necesita más . Que alguien haga algo, por favor. Y que sea pronto.