Gente a la que admiro

Los que de verdad me despiertan embeleso son las personas fuertes, no de espíritu, sino físicamente

Concurso de culturismo celebrado el pasado fin de semana en Medellín.efe

En una reciente entrevista y ante la pregunta de a quién admiraba, respondí: “Admiro a la gente que, con sus ideas, es capaz de cambiar las cosas: Gandhi, Luther King, la madre Teresa de Calcuta… Citando a Paulo Coelho: ‘El universo siempre conspira a favor de los soñadores”. Luego miré al entrevistador fijamente a los ojos y parpadeé varias veces muy rápido y luego hice un parpadeo largo y después otra secuencia rápida, como si, en un improvisado lenguaje en morse, le corroborara que lo que le decía era verdad. Pero, no, era mentira cochina. Lo dije para quedar bien, una vez más. Los que de v...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En una reciente entrevista y ante la pregunta de a quién admiraba, respondí: “Admiro a la gente que, con sus ideas, es capaz de cambiar las cosas: Gandhi, Luther King, la madre Teresa de Calcuta… Citando a Paulo Coelho: ‘El universo siempre conspira a favor de los soñadores”. Luego miré al entrevistador fijamente a los ojos y parpadeé varias veces muy rápido y luego hice un parpadeo largo y después otra secuencia rápida, como si, en un improvisado lenguaje en morse, le corroborara que lo que le decía era verdad. Pero, no, era mentira cochina. Lo dije para quedar bien, una vez más. Los que de verdad me despiertan embeleso son las personas fuertes, no de espíritu, sino físicamente. Personas fornidas que con su sola presencia son capaces de amedrentar a cualquiera y que cuando se presenta un conflicto de verdad, pasan a la acción con desenvoltura. Confiando ciegamente en la persuasión de una acción contundente: los cinco en la cara, por ejemplo. “¡Oye! ¡Gilipollas! ¿Dónde vas? Ese aparcamiento lo había visto yo antes”. ¡BOUM! “No, no, perdona, está claro que era tuyo”. “¡Eh! ¡No te cueles!”. ¡BOUM! “Pasa, pasa tú primero”. Y así. Muchas veces he alardeado de torso, insinuando más o menos que parecía tallado en mármol, pero lo cierto es que de cintura para arriba parezco un saco de hierba. Es triste, pero en mi vida nunca he podido recurrir a la capacidad de lucha de mi naturaleza corpórea, ante los trances siempre he apostado por la huida programada. El otro día, sin ir más lejos, corrí calle abajo, mientras mi mujer y mis hijos convencían a un muchacho de que dejase la delincuencia. En fin, que me gustaría ser como Vladímir Putin.

Archivado En