Confesión

No puedo evitar mirarlo y ahora me toca reconocerlo públicamente. Porque igual que Bruce Jenner, gritó a los cuatro vientos desde la portada de Vanity Fair: llamadme Caitlyn. Desde esta columna digo: YO VEO EL CHIRINGUITO.

El Chiringuito de Jugone.

El otro día recibí una llamada de David Trueba. Lo que creí que era una felicitación por mis geniales columnas en este periódico resultó ser, simplemente, una equivocación. En realidad quería llamar a su sobrino Jonás. El caso es que cuando descolgué para hablar con él, automáticamente puse en mute la televisión, o sea, dicho de una forma clara: no quería que escuchase lo que estaba viendo. Me avergonzaba.

Porque sí, puede que la gente piense que soy un intelectual, y puede que yo también haya contribuido a crear esa imagen diciendo en entrevistas que leo a Proust y haciéndome ...

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El otro día recibí una llamada de David Trueba. Lo que creí que era una felicitación por mis geniales columnas en este periódico resultó ser, simplemente, una equivocación. En realidad quería llamar a su sobrino Jonás. El caso es que cuando descolgué para hablar con él, automáticamente puse en mute la televisión, o sea, dicho de una forma clara: no quería que escuchase lo que estaba viendo. Me avergonzaba.

Porque sí, puede que la gente piense que soy un intelectual, y puede que yo también haya contribuido a crear esa imagen diciendo en entrevistas que leo a Proust y haciéndome fotos con la mano en la barbilla y mirando al horizonte y todo eso, pero lo cierto es que cuando estoy solo, a la mínima oportunidad, no se me ocurre abrir un libro si no que me pongo a ver, en la televisión, cierto programa. ¡Me encanta! Guilty pleasure lo llaman los anglosajones. El programa en cuestión es una especie de tertulia donde, prácticamente durante todo el tiempo se dedican a chismorrear sobre informaciones en muchos casos en absoluto contrastadas. Se gritan, se retan, especulan sin asomo de sonrojo, se muestran crueles con personas que no están presentes, hacen todo tipo de aspavientos… etcétera. La cuestión es que, a pesar de la voz interior que me dice: ¡APAGA ESTO! ¡APROVECHA EL TIEMPO! No puedo evitar mirarlo y ahora me toca reconocerlo públicamente. Porque igual que Bruce Jenner, harto de tener que disimular, gritó a los cuatro vientos desde la portada de Vanity Fair: "En realidad soy una mujer llamadme Caitlyn". Desde esta columna digo: YO VEO EL CHIRINGUITO.

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