EL ACENTO

El poder mandarín

Los chinos de segunda generación se integran con buen acomodo en España

Marcos Balfagón

De los cinco millones de extranjeros que viven en España, 185.000 son chinos, casi tantos como zamoranos. Los que proceden del gigante asiático representan una las comunidades más numerosas y, en ciudades como Madrid, cada vez están más presentes en barrios enteros. Su imagen ha estado asociada a los restaurantes de comida asiática y a los bazares de baratijas (las famosas tiendas de todo-a-cien de los tiempos de la peseta), pero ya no son extraños en multitud de actividades. Incluso hay bibliotecas públicas con centenares de obras en mandarín.

Aunque a veces sea visto como un grupo cer...

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De los cinco millones de extranjeros que viven en España, 185.000 son chinos, casi tantos como zamoranos. Los que proceden del gigante asiático representan una las comunidades más numerosas y, en ciudades como Madrid, cada vez están más presentes en barrios enteros. Su imagen ha estado asociada a los restaurantes de comida asiática y a los bazares de baratijas (las famosas tiendas de todo-a-cien de los tiempos de la peseta), pero ya no son extraños en multitud de actividades. Incluso hay bibliotecas públicas con centenares de obras en mandarín.

Aunque a veces sea visto como un grupo cerrado que no deja de trabajar, también está cambiado esta imagen. Los viejos estereotipos quedan superados y los chinos de segunda generación se integran bien en el país de acogida. Abundan las academias en las que enseñan español a sus compatriotas o les adiestran para obtener el carné de conducir, y muchas oficinas de las grandes entidades financieras contratan gestores chinos para orientar a miles de pequeños empresarios.

En contrapartida, cada vez más españoles se esfuerzan por aprender mandarín y atender las demandas de un sector con gran potencial desde el punto de vista turístico. En los ocho primeros meses del año, por ejemplo, llegaron a la Comunidad de Madrid 35.000 visitantes chinos (el 80% más que el año anterior) y se gastaron de media 2.000 euros, una cifra muy superior a la media. Así que cuidar al turista chino se presenta como una inversión rentable.

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Los visitantes no solo vienen a pasar las vacaciones. El magnate chino Wang Jianlin ha comprado el edificio España, un rascacielos de 117 metros de altura en el centro de Madrid que está llamado a ser tres en uno: gran centro comercial, hotel y pisos de lujo. Y el empresario de Singapur Peter Lim ha puesto sus ojos en el FC Valencia.

No es un secreto que a los asiáticos les fascina el fútbol europeo y que se han lanzado a organizar eventos deportivos en su territorio. Este verano la Supercopa de Francia se disputó en Pekín y la Federación Española de Fútbol echa cuentas para llevar también a la megaurbe ese duelo. Se jugaría, eso sí, a partido único y con varios millones de euros de por medio.

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