Aysha solo piensa en volver

Aysha, en su casa de Madrid (M. Rivas)

Aysha, palestina y española de 52 años, sólo piensa en volver algún día a Gaza a apoyar a sus hermanas. Licenciada en Ciencias Políticas, vive en el barrio del Pilar de Madrid con su marido, sus cinco hijos y una nieta. Todas las mujeres de la familia, explica, trabajan intensamente por su pueblo en condiciones muy difíciles.

En las últimas semanas, vive pendiente de los diferentes canales de televisión que ofrecen información sobre el conflicto en Gaza. “Es muy duro, vivo pendiente del teléfono y de la televisión. Sólo r...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Aysha, palestina y española de 52 años, sólo piensa en volver algún día a Gaza a apoyar a sus hermanas. Licenciada en Ciencias Políticas, vive en el barrio del Pilar de Madrid con su marido, sus cinco hijos y una nieta. Todas las mujeres de la familia, explica, trabajan intensamente por su pueblo en condiciones muy difíciles.

En las últimas semanas, vive pendiente de los diferentes canales de televisión que ofrecen información sobre el conflicto en Gaza. “Es muy duro, vivo pendiente del teléfono y de la televisión. Sólo rezo y lloro”, dice emocionada, pensando en toda su amplia familia de hermanos, sobrinos o tíos que siguen viviendo en la zona.

A pesar de todo, Aysha insiste en que quiere volver. “Todos los palestinos queremos volver. Algunos salen para trabajar pero siempre con la idea de volver. Incluso mis hijos, que tienen trabajo en España, quieren ir a ayudar. Y cuando mi hijo pequeño acabe los estudios, volveré. Y entonces, si mis hijos quieren verme, que vengan a Palestina”, afirma de forma contundente. Insiste en que ella como mujer podría ser más útil en su país de origen que en España. "Allí hay muchas personas a las que cuidar, podría ayudar a mis hermanas. Las mujeres tenemos un importante papel en la sociedad y en Palestina más".

Ofreciendo constantemente un delicioso té y una tarta de almendras recuerda a su madre Shafiqa relatando a sus hijos cómo sus padres y hermanos habían sido desalojados de su pueblo, Beet Tima, en 1948 para comenzar su aventura como refugiados en Gaza. Su madre es el referente. En la citada población la familia se dedicaba a la agricultura (trigo y maíz) y a la ganadería, y su posición económica era desahogada. Tras el desalojo a la fuerza, los abuelos y el resto de la familia de su madre, nacida en 1936, salió huyendo con lo puesto. “Yo era simplemente una niña atemorizada”, añade.

Algo parecido ocurrió con la familia del padre. En la precipitada huida falleció uno de sus tíos, ciego de 22 años, que murió bajo los escombros de su casa derruida por los israelíes, ayudados por los británicos.

Los padres de Aysha, Saleh Abdelmenem y Shafiqa Deeb Eelkateeb (álbum familiar)

En estos momentos en la franja de Gaza viven 1,5 millones de personas, de las cuales 1,2 millones son refugiados, lo que significa que fueron expulsados de sus pueblos y se concentraron en este pequeño territorio. En total, cinco millones de palestinos viven refugiados entre la franja de Gaza, Cisjordania, Siria, Líbano y Jordania. Solo los refugiados palestinos suponen casi la tercera parte de la población refugiada en el mundo, 16,7 millones de personas.

Una vez en Gaza, siempre con la nostalgia de volver a su pueblo, nacieron Aysha y sus siete hermanos, en total cinco mujeres y tres chicos. “Mi padre murió hace cuatro años diciendo que quería volver a su aldea. Afortunadamente unas semanas antes fui a verle ya que abrieron la frontera de Rafa. Murió a mi lado, fue un gran luchador. Cuando era pequeña vi cómo lo detenían en muchísimas ocasiones y pasábamos mucho miedo. Es algo que no puede olvidar y que le requirió tratamiento psicológico, explica Aysha, que nos ha recibido muy bien maquillada y vestida con una camisa estampada con los brazos cubiertos por un jersey azul.

Aysha y sus hermanos vivieron y estudiaron gracias a la UNRWA (Naciones Unidas para los refugiados) mientras el padre se convertía en un "luchador de Al Fatah”, tal como lo define su hija. De nuevo se repite el modelo de que los hombres hacen política y las madres se ocupan de la sociedad civil.

En el año 1981, Shafiqa, la madre, decidió organizar la presentación de su hija Aysha a un avanzado estudiante de filosofía y letras que, siendo de Iraq Suidan, un pueblo cercano al de su familia materna, estaba trabajando y acabando de estudiar en España: Mohamed Abdallah Elgeadi. “Nos conocimos por foto", sonríe Aysha. Las mujeres son las que organizan este tipo de encuentros. Ellas hacen y deshacen.

Un año más tarde Mohamed y Aysha se casaron en Gaza y posteriormente se desplazaron a Madrid para que su marido trabajase en la Universidad Autónoma de Madrid como profesor del Departamento de Árabe e Islam. Además es autor de más de treinta libros en solitario y otros tantos en colaboración con otros estudiosos del tema árabe. En estos momentos es profesor emérito de la UAM.

Al llegar a Madrid, Aysha decidió estudiar Ciencias Políticas. Aquí nacieron sus cinco hijos, que a pesar de tener nacionalidad española se siguen sintiendo palestinos: Ghassan, cirujano traumatólogo; Samar, internista; Wafaa, médico de familia; Wael, administración de empresas, y Aas, estudiante de electrónica.

Foto: Aysha con su marido y sus cinco hijos (álbum familiar)

Aysha asiste a las manifestaciones de protesta por lo que está sucediendo en Gaza y trabaja activamente desde España para que nadie lo olvide. Mientras tomamos tranquilamente el té en su casa madrileña, Aysha explica a este diario, orgullosa, que sus hijos cuando salen de sus trabajos le dedican horas y horas a recoger ayuda humanitaria para enviar a Gaza, especialmente sus hijas.

“Lo peor", añade Aysha, "es que toda mi familia, hermanos, sobrinos, tíos, están en Gaza y no puedo visitarlos. Siempre nos ponen problemas a pesar de tener pasaporte español. Sabes cuando entras pero nunca cuando sales, incluso en una ocasión nos tuvo que sacar a mí y a mi hijo pequeño el embajador español con grandes dificultades. Es una cárcel”.

Cuando llegó a España, Aysha no llevaba velo, tan sólo un fular que le tapaba levemente el pelo. Pasados cuatro años y tras meditarlo bien decidió ponérselo. Dice estar más a gusto, sentirse mejor. Se define como creyente musulmana y practicante y cree que desde España sólo puede rezar y llorar por los suyos. La mirada de Aysha está siempre puesta en su núcleo familiar con su nieta incluida y en las noticias que vienen de Gaza.

En España viven alrededor de 20.000 palestinos de primera, segunda y tercera generación, concentrados básicamente en Madrid (unos 3.000), Barcelona (2.000), Canarias (2.000) Valencia (unos mil) y el resto dispersados por todo el territorio. Todos piensan en volver.

Aysha en una manifestación propalestina en Madrid (M. Rivas).

Archivado En