Cartas al director

Patriotismo y política de Estado

Se inicia la tramitación de la ley que regulará la sucesión regia; lo que es compatible con que existan voces, en la práctica más fuera que dentro de las Cortes, que se alcen propugnando una consulta que decida la forma de Estado. Más allá de artimañas demagógicas, cada cual es muy libre de ser republicano o no, y así los políticos están en su pleno derecho. A lo que no tienen derecho es a pecar de poco patriotas, ya sea por filias, fobias o estrategias. No se lo pueden permitir. Ser patriota, hoy, es ser defensor de los derechos y libertades de todos, y garante del bienestar y del Estado demo...

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Se inicia la tramitación de la ley que regulará la sucesión regia; lo que es compatible con que existan voces, en la práctica más fuera que dentro de las Cortes, que se alcen propugnando una consulta que decida la forma de Estado. Más allá de artimañas demagógicas, cada cual es muy libre de ser republicano o no, y así los políticos están en su pleno derecho. A lo que no tienen derecho es a pecar de poco patriotas, ya sea por filias, fobias o estrategias. No se lo pueden permitir. Ser patriota, hoy, es ser defensor de los derechos y libertades de todos, y garante del bienestar y del Estado democrático, social y de derecho.

Con una crisis que destruye esas libertades y ese bienestar a través de la ruina de las economías domésticas y del Estado, promover una consulta sobre su jefatura, lo que en cualquier circunstancia conlleva inestabilidad a corto y medio plazo, supone actuar antipatrióticamente. Porque la inestabilidad, pasajera, pero obligada, demorará la recuperación de muchos puestos de trabajo, la salida de muchas personas de la miseria, y a otras las pondrá en esa situación. Háganse reformas para salir de la crisis, no para contentar aspiraciones personales o sentimentales. No se trata de destruir, sino, desde la estabilidad, de reformar para construir una España sin paro y con justicia en libertad. Eso es política de Estado: lo que demandamos a los políticos, y es nuestra única tabla de salvación, pero, sobre todo, la de ellos.— Luis Díaz de la Guardia.

 

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