Cartas al director

La disciplina de partido

La disciplina de partido que impone una dirección de voto a los parlamentarios no solo es anticonstitucional, sino una profunda degradación del orden democrático y del más elemental criterio económico. Si todos los miembros de un partido debiesen votar lo mismo, ¿para qué querríamos pagar los 350 sueldos actuales? Bastaría con tener a los presidentes de cada partido, asignando un peso al voto de cada uno ponderado por su número de votos, para conseguir el mismo resultado con el 3% del gasto. Sin duda este cambio agradaría al contribuyente, harto de sufrir en su bolsillo las consecuencias de nu...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La disciplina de partido que impone una dirección de voto a los parlamentarios no solo es anticonstitucional, sino una profunda degradación del orden democrático y del más elemental criterio económico. Si todos los miembros de un partido debiesen votar lo mismo, ¿para qué querríamos pagar los 350 sueldos actuales? Bastaría con tener a los presidentes de cada partido, asignando un peso al voto de cada uno ponderado por su número de votos, para conseguir el mismo resultado con el 3% del gasto. Sin duda este cambio agradaría al contribuyente, harto de sufrir en su bolsillo las consecuencias de nuestra nefasta gestión política sin contraprestación alguna por su parte.

Pero, si bien para la cartera colectiva sería un alivio, no así para nuestra calidad democrática. El número de congresistas que fija la Constitución no es una alegre arbitrariedad para cargar a los Presupuestos, sino el considerado mínimo para garantizar un debate plural que redunde en nuestra mejor representación.

Nuestro debate parlamentario no puede soportar la carga añadida del pensamiento único. La única vía para solucionar esto es la necesaria reforma electoral que establezca listas abiertas.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Cuando los parlamentarios sean los únicos responsables de su escaño, su voto será libre por fin.— Fernando Menéndez García. Oviedo.

Archivado En